Desde la antigüedad, las bibliotecas han desempeñado una función crucial en la custodia del saber. Su primera manifestación fue el libro oral, que perduró durante milenios y convivió incluso con el escrito. Fue el medio a través del cual las civilizaciones transmitieron su historia y tradiciones a las generaciones siguientes.
Históricamente, la biblioteca ha sido comparada con un templo, asociándole valores espirituales como espacio del pensamiento. Esto es lógico, ya que los libros han tenido un halo de lo sagrado en sociedades donde predominaba una religión con un libro sagrado que contenía sus principios, normas o la palabra de sus fundadores.
En este contexto, los bibliotecarios a veces realizaron funciones de sacerdotes o guardianes de las palabras, destacando su función conservadora. La biblioteca también ha sido una expresión del orden de las cosas, al ser el lugar donde se sistematiza el conocimiento. Desde entonces, los bibliotecarios han brindado conocimientos que han enriquecido la cultura general de todo un pueblo.
En México, la educación bibliotecológica se inició en 1945 con la inauguración de la Escuela Nacional de Bibliotecarios y Archivistas en el Palacio de Bellas Artes. A partir de esa fecha, el gremio bibliotecario mostró preocupación e interés para que su labor fuera reconocida como profesión en la sociedad, permitiéndole competir en igualdad de circunstancias con otras profesiones.
La bibliotecología está registrada como una profesión que requiere de cédula profesional para su ejercicio. Aunque se apoya la profesionalización, en la práctica no se exige el título para ocupar puestos en bibliotecas o unidades de información. El 6 de abril de 2004, la Comisión de Biblioteca y Asuntos Editoriales de la Cámara de Senadores recibió la propuesta para que la Secretaría de Gobernación promoviera la inclusión del 20 de julio en el calendario cívico como "EL DÍA NACIONAL DEL BIBLIOTECARIO". Así, a partir del 20 de julio de 2004, se estableció este día en México, homenajeando la labor de los bibliotecarios en favor de la comunidad.
El bibliotecario se ha convertido en un agente social constructor de información, dejando de ser considerado —aunque nunca lo fue— un mero facilitador de libros. Se habló mucho de la posible desaparición del bibliotecario con la irrupción de la información electrónica y las bibliotecas virtuales, prediciendo que las actividades tradicionales perderían sentido y que el documento virtual desplazaría al libro impreso. Sin embargo, se puede afirmar que la cultura digital y la impresa coexistirán por mucho tiempo. Esto significa que el bibliotecario deberá mantener ciertas cualidades tradicionales e incorporar el dominio de las nuevas tecnologías para sobrevivir a esta nueva realidad.
Ser bibliotecario significa tener una profesión y vocación para ello. No es sólo un empleo, es un servicio. La tarea que desempeñan es ardua y poco visible; sólo los usuarios fieles a la lectura valoran este trabajo y formación. ¡Qué mejor manera de celebrar el Día del Bibliotecario que con libros! Visita la Biblioteca Moisés y Basi Mischne del Dépor.
// Angie Ríos