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Del Verbo Emprender, parejas en conflicto

Centro Deportivo Israelita, A.C.

//Salo Grabinsky

Reconozco que generalmente soy una persona optimista, aunque con una fuerte dosis de realismo, y no sueño en utopías ni planes descabellados y demagógicos. Acepto que en la política se vale de todo, por lo cual no soy político, pero sí me gusta apoyar a familias y sus empresas. En numerosas ocasiones, he platicado que la dinámica familiar es básica para que otros sistemas como el negocio y el patrimonio de los dueños funcionen en forma estable. Si los miembros están peleándose o guardan resentimientos no resueltos, tarde o temprano van a estallar y las consecuencias son muy graves. En esta ocasión, voy a aludir a la relación de pareja dentro y fuera del negocio familiar. Es un hecho, que un matrimonio unido (“en las buenas y en las malas” como dice el refrán), es mucho más efectivo para sortear los múltiples asuntos que se dan en la vida diaria. El cariño y hacer un frente común de pareja le da mucho sentido, pero desafortunadamente hay situaciones que son lo contrario, y esto causa problemas a todo el sistema familia- empresa- patrimonio.

Un caso en cuestión: Hace muchos años, fui contactado por un empresario bastante exitoso quien, junto con su esposa y socia, habían fundado una empresa industrial y una cadena de establecimientos comerciales. La pareja tenía varios hijos, y sus artículos eran de prestigio y con gran potencial de crecimiento. Esta persona me pidió que lo asesorara para crear reglas familiares y un Consejo de Administración, platicándome el orgullo y crecimiento que tenían en los negocios. Al preguntarle yo sobre su familia, él me planteó de manera un tanto despreocupada, que estaba teniendo ciertos problemitas conyugales con su esposa, pero que esperaba que yo les ayudara a hacer un proyecto común. Ahí estuvo mi primer gran error.

Acepté la asesoría, y me dispuse a conocer a la familia en cuestión. Al llegar a las oficinas y ser presentado con la señora me encontré con que los pequeños conflictos eran en realidad una batalla sangrienta y muy emocional entre la pareja, incluso con problemas hacia los hijos que sufrían esta relación tormentosa. Mi segundo gran error, es el creer que, por ser de buena fe e imparcial, iba a aminorar esta guerra a muerte de la pareja, pero el lío llevaba ya meses, se habían buscado abogados y ya no había remedio.

Por otro lado, la empresa, con cientos de empleados estaba ya sufriendo la falta de una visión compartida y de reglas claras. Financieramente estaba muy descuidada, y se estaban metiendo cada vez más en un callejón sin salida, en cuanto a liquidez, ventas y otros problemas. Los ejecutivos clave o se habían salido del barco antes que se hundiera o tomaban bandos, ya sea de la esposa o del emprendedor y se peleaban entre sí. La empresa estaba en decadencia por el pleito marital. Resultado: El matrimonio fracasó, los hijos cayeron en problemas depresivos y de droga, la operación se paralizó y acabó quebrando. Mi función de asesor familiar, tratando de conciliar y crear un poco de estabilidad en lo que se resolvía el divorcio de manera civilizada, fracasó estrepitosamente. Aprendí algo: Hay que saber decir que no, ante situaciones que rebasan a la capacidad de un asesor, terapeuta o sacerdote, y es muy arrogante de nuestra parte el creerse infalibles. 

El conflicto entre un matrimonio en el contexto de una empresa familiar, es mucho más profundo y hay que prevenirlo, comunicarse y, en último caso resolverlo con justicia y sentido común. Esto es aún más complejo en negocios entre hermanos(as) y con las cuñadas y otros parientes políticos en juego. 

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