Las maletas rodaban por las aceras del campus. Los ojos brillaban de nervios y emoción, y las playeras con alusiones aztecas y con la estrella de David ondeaban en cada paso. Iniciaba agosto de 2025 y un grupo de futbolistas, tenistas y bailarinas de 14 años llegábamos a la Universidad de Pittsburgh, listos para vivir algo que, aunque empezaba como una competencia deportiva, sería mucho más que eso.