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Los diez días que pueden cambiar al mundo

Centro Deportivo Israelita, A.C.

//Andy Faur*

Los diez días que transcurren entre Rosh Hashaná y Yom Hakipurim marcan el periodo del año en que la tradición judía nos permite un tiempo de reflexión e introspección. Es el momento de indagar hacia nuestro interior y a nuestro alrededor, de evaluar y evaluarnos, de pensar más allá de lo cotidiano y rutinario. El mensaje humanista y universal que nos transmite la cultura judía en estas fechas nos presenta una gran oportunidad de hacer un Tikun Olam general y poder actuar en pos de un mundo mejor.

Muchos judíos laicos o tradicionalistas, que consideran que Rosh Hashaná y Yom Hakipurim, tienen básicamente un cariz religioso, se preguntan: ¿qué relevancia tienen para mí?, ¿cómo las festejo? Y ¿cómo hago que sean parte significativa de mi cultura y mi forma de vida judía laica y humanista? En el contexto de introspección que rodea estas fechas, contestaremos a estos interrogantes. Nos referiremos a las fuentes clásicas del judaísmo -el Tanaj, la Mishná y el Talmud, componentes centrales de nuestra cultura, para reapropiarnos de sus contenidos y poder interpretarlos desde una perspectiva moderna y relevante.

Rosh Hashaná

Forma parte de los llamados Jaguim Midehoraita, o sea, una de las festividades mencionadas en la Torá, a pesar de que en la misma no figura algo llamado Rosh Hashaná, sino que el evento está nombrado como Yom Truá (Día del llamado) o Zicarón Truá (Recuerdo del llamado) y Yom Hadin (Día del Juicio). En el texto bíblico, se le menciona de la siguiente manera: Habla a los hijos de Israel y diles: “En el séptimo mes, el primer día del mes, tendréis día de reposo, un memorial al son de trompetas, una santa convocación..." (Levítico 23:24) y “En el séptimo mes, el primer día del mes, tendréis también santa convocación; no haréis trabajo servil. Será para vosotros día de tocar las trompetas". (Números 29:1)

A diferencia de otras festividades del calendario hebreo que están relacionadas con eventos históricos o fechas agrícolas, Rosh Hashaná no lo está. A lo que nos remite, en primera instancia, es a no realizar actividad alguna, en tanto día sabático, y a hacer sonar el shofar (instrumento destinado a hacer un llamado a la reflexión o toque de atención). Como está escrito, el evento ocurría en el séptimo mes del calendario bíblico, ya que el mes primero en aquella época era el que posteriormente corresponderá con nisan, el mes de Pésaj, de la primavera y de la salida de Egipto. Este calendario fue modificado en épocas posteriores, y el mes de tishrei pasó a ser el mes primero.

El nombre de Rosh Hashaná fue asignado a la festividad por los sabios de la época de la Mishná- los Tanaim, allá por los siglos II - III d. e. c.-, como parte de los cuatro comienzos de año que nos llegan del relato tradicional. Al primero de tishrei se le consideraba como comienzo del año sabático y del año fiscal para la recaudación de impuestos sobre los productos de la tierra.

De manera particular, la cultura judía nos marca cuatro comienzos del año, cada uno con sus características y peculiaridades, en donde se les da lugar a todos los elementos de la Creación: el producto de la tierra, las plantas y los vegetales, los animales y los árboles. Pero nos está faltando uno importante: los seres humanos.

Aquí viene a rescatarnos del vacío, la tradición talmúdica, que nos enseña que en Rosh Hashaná se festeja el sexto día de la creación, es decir, el día de la creación del ser humano, que es en definitiva el de la creación de toda la humanidad. Es justamente en este punto en donde el judaísmo humanista retoma la tradición y la adapta a sus valores para darle al jag significado y contenidos de actualidad y relevancia. Así, resignifica el sentido de la festividad y su principal valor, el Jeshbon Nefesh (la introspección).

Rescatemos el mensaje humanista que nos transmiten las fuentes clásicas judías sobre esta festividad, al marcarnos la fiesta del ser humano, su centralidad y santidad como ente soberano y autónomo. El libro de filosofía humanista Kohélet señala que hay un tiempo para todo bajo el cielo – es así que Rosh Hashaná es el tiempo de reflexionar y de revisar nuestros actos, de mejoramiento, de corrección y de renovación espiritual.

Una oportunidad para hacerlo es retomando las costumbres de la festividad. En la época del Talmud y los Gueonim (siglos V-X d. e. c.) se estableció la costumbre de hacer un séder de Rosh Hashaná, una ceremonia que conmemora la fecha con símbolos y tradiciones particulares. Dicho séder está compuesto por simanim (símbolos) que representan distintos deseos o bendiciones para el año entrante: prosperidad, felicidad y buenos augurios; representados por verduras, frutas, una cabeza de pescado y otros, que muchas veces para un judío contemporáneo carecen de sentido o significado. Estos simanim pueden ser complementados o reemplazados por otros que tengan mensajes más actuales y significativos que los tradicionales, y hacerlos más relevantes para aquellos que se sientan alrededor de la mesa del año nuevo. Rosh Hashaná es también la ocasión de convocatoria y acercamiento comunitario, de encuentro y reunión familiar. Fomenta la creación de un ambiente de espiritualidad y de conexión con la cultura y la tradición judía, que ven en esta fecha la finalización de una etapa y el comienzo de una por descubrir, y por eso, el augurio tradicional desea: "Que terminen el año y sus desgracias y comience un nuevo año con sus bendiciones".

Yom Hakipurim

Esta festividad, que también aparece en el texto bíblico, si bien es de expiación y arrepentimiento, no es un día de duelo como suele creerse, aunque la tradición lo transformó en día de ayuno y penitencia. En realidad, lo que está ordenado en las escrituras es “afligiréis vuestras almas” (Levítico 23:27-28), cuya interpretación posterior transformó el concepto en la prohibición comer y beber y de otras actividades durante las 25 horas de ese día.

En sus comienzos bíblicos, era un día santificado en el que el Sumo Sacerdote del Templo de Jerusalem entraba al Kodesh Hakodashim (la parte interior y más sagrada del recinto), en un acto ceremonial majestuoso, dentro del cual, con su ayuno, pedía perdón y expiación para todo el pueblo judío. En otro texto interesante y quizás enigmático, nos cuentan los sabios del Talmud lo siguiente: Dijo Rabí Shimón ben Gamliel “...No hubo días más alegres para el pueblo de Israel que el 15 de av y Yom Hakipurim, en que las jóvenes de Jerusalem salen con sus vestidos blancos prestados, para no avergonzar a las que no tienen...” (Talmud, Tratado Taanit 26b).

¿Pero acaso no es una contradicción? ¿Decir que no hubo día más alegre que Yom Hakipurim, cuando este es un día de congoja y arrepentimiento? Por lo visto, en aquella época parte de la celebración de la festividad consistía también en festejos alegres. Una explicación posible nos la trae la tradición de la época de la Mishná y el Talmud: en Yom Hakipurim terminan los cuarenta días en que Moshé estuvo en el Monte Sinai para recibir por segunda vez las Tablas de la Ley, y en los que el pueblo de Israel fue perdonado por el pecado del Becerro de Oro. Día de alegría y regocijo.

Por otro lado, estas mismas tradiciones nos cuentan que en aquel tiempo, Yom Hakipurim era uno de los días en que se buscaba pareja, dado que ese día, todos estaban perdonados y purificados, lo que permitía una relación pura y transparente entre los novios. Lo anterior, más allá de darnos nuevas perspectivas sobre las festividades y sus significados, nos demuestra cómo las costumbres y tradiciones en la cultura judía cambian y se adaptan de acuerdo a las circunstancias por las que pasa el pueblo judío en cada época histórica particular. Si bien la mayoría de los judíos laicos o tradicionalistas se sienten menos identificados con las prohibiciones atinentes a Yom Kipur, considero a este momento del año que nos transmite la tradición, como cierre de una etapa simbólica y el comienzo de una nueva; como una buena oportunidad que tenemos como colectivo para tomar conciencia y reflexionar sobre asuntos y cuestiones de nuestra vida cotidiana y los problemas de nuestro entorno.

Los Yamim Noraim son una invitación a aprovechar una de las pocas ocasiones que estamos relativamente libres y desocupados, tanto física como mentalmente, de nuestra ajetreada vida, para tener un momento de elevación espiritual e instrospección como seres humanos, como judíos y como pueblo.

¡Shaná Tová Ugmar Jatimá Tová!

*El Lic. Andy Faur es sociólogo, educador y rabino laico-humanista

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