Mi Cuenta CDI

Encauza. El oficio de ser padres

Centro Deportivo Israelita, A.C.

//Lic. Vivian Saade*

La frase más escuchada en cada cambio de generación es: “Los niños de ahora no son como los de antes”, sin embargo, parece que los padres también hemos cambiado, y mucho. Los nuestros estaban más seguros de sí mismos y para bien o para mal, nos educaban a su propio modo. En la actualidad, a algunos no les parece natural el oficio de ser padres. Hoy muchos padres intuyen que algo está realmente mal en la ejecución de su papel.

Aunque el amor por nuestros hijos sigue siendo muy grande, en algunos casos no logramos comunicarlo. Tememos aunque sea vagamente, que el mundo se ha vuelto más inseguro y nos sentimos impotentes para protegerlos. No me refiero a la inseguridad real que vivimos en la Ciudad de México, sino al no saber con claridad qué ofrecerles como padres.

En la actualidad vemos distintos modelos parentales: autoritarios (demasiado estrictos), permisivos (casi sin límites), mixtos (autoritario/permisivo), imitaciones de la educación que recibimos de nuestros padres, (tratando de implementar solo aquello que nos agradó y dejar a un lado lo que no), reproducciones de lo que vemos en otros hogares (de familias con hijos que ‘no tienen problemas’), o incluso intentos de seguir al pie de la letra ‘consejos’ de alguna revista o programa de televisión. De igual manera, jugamos con diferentes respuestas cuando lo que esperábamos no se cumple: les rogamos que se porten bien, los halagamos, los chantajeamos, los tratamos de sobornar, los recompensamos o castigamos, y en este ‘estire y afloje’ podemos llegar incluso a gritar, ofender o golpear porque nuestra sensación de impotencia nos gana, y de nuevo los sentimientos de culpa y fracaso nos empiezan a invadir.

¿Qué ha provocado esta falta de dirección en la educación?

Como padres tenemos que determinar un modelo de educación que se ajuste a nuestros valores, que sea congruente y consistente. Suena difícil de lograr, y lo es. Pero en primera instancia, lo que debemos hacer es dedicarle tiempo a la tarea de ser padres. No es conveniente ir definiendo qué decisiones tomar o cómo educar conforme se vayan presentando las situaciones, tenemos que ponernos de acuerdo como pareja y hablar un mismo lenguaje para mantener un criterio en nuestra forma de educar que no cambie drásticamente de un día para otro y los llegue a confundir. Nadie nace sabiendo cómo ser padre, pero podemos empezar por asumir las responsabilidades que implica, invirtiendo tiempo en ello y sobre todo siendo más conscientes de lo que significa nuestro papel y de la manera en que lo llevamos a cabo.

Dedicarle tiempo a ser padres consiste en construir una relación especial con cada uno de nuestros hijos, y así crear un vínculo familiar que les proporcione una noción de seguridad, la certeza de que nosotros fungimos como su sostén y su guía, como referencia y ejemplo. Se trata también de mantener esa relación como prioridad, la que inicia desde que planeamos tenerlos y continúa durante su crecimiento. Es una relación que no se abandona nunca; ni siquiera cuando sus problemas de adolescencia nos paralizan, o cuando de jóvenes empiezan a tomar su propio camino.

Los nuevos diagnósticos para déficits o síndromes han ayudado a los padres e hijos a deslindarse de su responsabilidad. Los ‘expertos’ le ponen nombre a los comportamientos de los hijos, y los papás, en lugar de atender el problema real le adjudican la culpa a algún concepto, condición externa o biológica dejándolo, en el mejor de los casos, en manos del terapeuta o psicólogo. Obviamente existen los casos reales en los que debemos acudir a un profesional y su ayuda es muy importante; pero antes de conformarnos con un diagnóstico, tendríamos que indagar si nosotros como padres podemos trabajar en alguna de estas situaciones.

Cientos de veces hemos escuchado que “más vale calidad que cantidad”, ¿lo hemos considerado en el ámbito familiar? Los niños necesitan de la presencia de sus padres, no solo un rato. Es cierto que la situación económica actual ha provocado que en muchas familias, ya sea con ambos padres o uniparentales, los papás y/o mamás salgan a trabajar y tengan que pasar mucho tiempo fuera de casa. Esto para ellos no es una elección. Sin embargo, nuestra función de padres conlleva, además de la responsabilidad económica, la de dedicar tiempo y calidad de tiempo.

Y si eso es lo que esperaríamos de los padres que por necesidad tienen que ausentarse casi todo el día, ¿qué tendría que pasar con aquellos papás que tienen el privilegio de poder compartir las tardes con sus hijos y, sin embargo, deciden no hacerlo? La gran ventaja de contar con personal de servicio en las casas es muy comprensible, pero la responsabilidad del cuidado de los hijos es netamente de los padres. Cuando las sirvientas o nanas se encargan de los niños solo por algunas ocasiones, no hay problema. Sin embargo, algunos pediatras, por ejemplo, comentan que varios niños llegan a consulta acompañados de las sirvientas, o algunas veces también con las mamás; pero de todas formas siempre son las primeras quienes contestan todas las preguntas: las sirvientas son quienes saben qué comió el niño, si durmió bien o no, si tomó sus medicinas, etcétera. Con ellas pasan la mayoría del tiempo en casa, y el resto del día los niños son atendidos por las nanas del colegio o por los amigos.

Si tenemos la fortuna de ser los padres quienes estamos allí alocándonos y alocando a nuestros hijos, debemos aprovechar los muchos o pocos momentos con ellos para ‘estar’ realmente juntos y para que nos platiquen sobre su día, sobre algún incidente del colegio o alguna reflexión que tuvieron; si se pelearon con algún amigo, si el examen estuvo fácil, etcétera. La calidad de esos momentos, si sabemos prestarles atención, es esencial para conocerlos, para saber cómo se encuentran, para expresarles lo mucho que los amamos y para seguir construyendo nuestra relación.

Entonces, ¿por qué nos rehusamos a desempeñar nuestro papel de padres? Muchos dicen que “hijos chicos, problemas chicos”, y es verdad. Pero si nos fuéramos entrenando como papás desde que nuestros hijos son chicos, después sería más sencillo responder a los problemas grandes gracias a la relación que hubiésemos construido con ellos: una relación sólida en la que sabrían qué esperar de nosotros al cometer alguna falta o al lograr algún triunfo, porque siempre habríamos estado ahí, con ellos.
Los valores varían entre familia y familia, pero hay que definir los propios y tenerlos claros; reflexionemos en ello y construyamos familias unidas, familias fuertes, familias preparadas para la vida en donde los hijos se sientan amados, escuchados y contenidos. Y tal vez así, en un futuro cuenten con mejores herramientas para formar a su vez, una gran familia.

* Fundadora y directora. Asesoría y apoyo en el ámbito educativo. Conferencista y tallerista sobre temas de educación para padres y maestros en diversos foros del país.

DATOS:

Encauza, Consultoría Educativa para Padres
Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.
www.encauzaconsultoria.com
Teléfono: 5294 9096.

¿Merecen los colegios nuestro voto de confianza?

Consultoría educativa para padres

Resiliencia en la educación