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Bekeff Hajshará. Las luces de la Shoá

Centro Deportivo Israelita, A.C.

//Orly Morgenstern

A eso de los inicios del mundo, en aquellos tiempos donde no existía el tiempo, cuando se creó la tierra y el cielo, cuando se creó la luz; el hombre pudo ver. Y pudo ver tan claro que de una semilla construyó imperios, ciudades, metrópolis, edificios indestructibles. A partir de ahí el hombre creó más hombres y a su vez, crearon incluso más hombres. Se poblaron las tierras, se unieron las civilizaciones.

Llegamos al hoy

Recuerdan esas luces que iluminan las verandas durante las horas de la noche, los faros de los automóviles que hacen aparecer el camino al andar, la luz del sol que nos indica un nuevo amanecer. El halo que producen las velas de Shabat, la atmósfera dorada que emana una janukiá en la ventana de una casa judía.

Muchos nos preguntamos dónde estuvo esa luz durante la Shoá. ¿Respuesta? No hay. El Iluminismo fue apagado a cubetazos de agua. Aquellos lugares en los que alguna vez reinaba la luz quedaron en carencia de ella. Esas plazas de encuentro se tornaron las juezas del destino, los mercados inofensivos cambiaron a ser de contrabando. Llegó un momento en el cual la luz del Sol ya no calentaba más. Si las plantas crecían, recibían su agua y su sombra, pero aquellos girasoles ya no tenían a dónde mirar. Hubo momentos de desesperación para quienes ansiaban ver la luz de las velas nuevamente, eran ellos quienes buscaban preservar esa chispa responsable de su esperanza. Pero tristemente no habían velas para prender. Cuando llegaba Janucá, la Fiesta de las Luces, una semana como la que utilizo para escribir estas líneas; los prisioneros de los campos tuvieron que recrear el milagro de los macabeos. Se vieron obligados a buscar algo para prender, para iluminar. Usaban sus uniformes viejos y restregados, esos que estaban a rayas.
Intercambiaban pan por fósforos. Aquellos prisioneros hicieron su propio milagro de Janucá.

Ahora, volvamos a preguntar dónde estuvo la luz en la Shoá. Qué tal, en el ímpetu de los jóvenes por rebelarse en los guetos, o en el esfuerzo de las madres por preservar el encendido de velas cada viernes caída ya la noche. Qué tal, en cada esfuerzo por dejar testimonio, por preservar la memoria. Luz hubo, pero había que buscarla. Dejó de ser tan fácil.

Hoy, 30 de kislev del año 5778 se enciende la sexta vela de la janukiá. Hoy termina esta Masa tan extraordinaria. Y hoy mismo conmemoramos a seis millones de víctimas al encender seis velas de judaísmo. La luz en la Shoá se vio obligada a refugiarse dentro de cada víctima, la luz trató de escapar de la oscuridad, pues sabía que la extinción le perseguía.

es la palabra para luz en hebreo; tres letras a las que me permito agregar un símbolo. La vela, el fuego y el hombre que los une.

Mi juramento final de esta travesía tan particular, es prender cada sexta vela de Janucá en honor a todos aquellos que perecieron en manos de las razones equivocadas. Mi nombre es Orly Mi Luz. Y con el valor que las palabras nos otorgan, con la fuerza que nuestro nombre nos da, decido ver las velas prendidas.