Mi Cuenta CDI

Un espacio para el cuerpo y el espíritu

Centro Deportivo Israelita, A.C.

//Enrique Chmelnik

Seguramente recordarán que, según Tevie el lechero, los judíos llevamos el sombrero puesto porque en cualquier momento nos vemos obligados a dejar un país para mudarnos a otro.

Pensando precisamente en que las comunidades judías de la diáspora tendrían, por lo general, un carácter provisional, la ley judía estableció que cuando se instituye una comunidad hay que construir, antes que nada, una Tebilá y erigir un cementerio. Pero la ley judía no dice nada acerca de fundar un Centro Deportivo.
Y es que la Tebilá y el cementerio son indispensables para echar a andar una comunidad, por transitoria que sea. En cambio, un Centro Deportivo es señal de algo más: señal de que los judíos han encontrado un lugar para asentarse, de que hay condiciones para permanecer y para echar raíces.

Hace algunos días, después de leer este libro, eché una mirada al archivo histórico del Comité Central de la Comunidad Judía (que entonces se llamaba Comité Central Israelita de México) y me encontré con un acta de octubre de 1941, en la que tuvo lugar una curiosa discusión en relación con una invitación del gobierno para que la juventud israelita participara en los Juegos Deportivos de la Revolución Mexicana. La discusión giraba en torno a que no había una sola organización deportiva competente en la comunidad para participar en esos juegos y, en consecuencia, el Comité Central resolvió que no habría representación oficial, sino que los jóvenes judíos participarían representando a aquellas organizaciones deportivas de las que cada uno formará parte.

Tres años después, en el marco de una nueva reunión del Comité Central, se presentó una comisión integrada por el Dr. Fernando Katz, y los ingenieros Jaime Dorotinsky y Samuel Dultzin, para explicar los propósitos del Comité Constructor del Centro Deportivo Israelita y para solicitar el apoyo moral del Comité Central para llevar a buen término el proyecto que tenían en mente. El acta relata que hubo una discusión antes de que el Comité Central concediera, por mayoría de votos y no por unanimidad, su apoyo moral a los eventuales fundadores del Centro Deportivo Israelita.

Diez años después, en otra junta del Comité Central, el acta del archivo histórico da cuenta de un escenario muy distinto. El documento dice así: “El Dr. Bibring, Presidente del Comité Central, informa que para el día 14 de febrero se invitará a los presidentes y secretarios generales de las cinco organizaciones más importantes de nuestra comunidad, o sea, Nidje Israel, la Federación Sionista, el Centro Deportivo Israelita, la Campaña Unida local y el grupo Cultura y Ayuda. Se llamará dicha reunión con el fin de preparar el terreno para la próxima renovación de la Mesa Directiva del Comité Central. De acuerdo con una proposición que fue hecha en una junta anterior, los presidentes y secretarios generales tendrán que estudiar la situación que prevalece actualmente en el Comité Central y elaborar una planilla de 15 personas para la nueva directiva”.

Estas tres actas del Comité Central son una crónica veloz de los exitosos orígenes del CDI: en 1941 no había siquiera un atisbo del Centro Deportivo Israelita; en 1944 la comitiva de fundadores del CDI recibe, con objeciones, el visto bueno del Comité Central; y para 1955 es el Comité Central el que solicita el apoyo del Centro Deportivo Israelita, considerada ya una de las cinco organizaciones más importantes de la Comunidad, para la designación de su nueva directiva.

Hace unos años, comenté con mi familia que me daría de baja del CDI debido a que no practicaba algún deporte. Mi mamá se opuso terminantemente, con el argumento de que tenía la responsabilidad de pertenecer al CDI, independientemente de que practicara alguna actividad; y añadió que el Dépor es un espacio para ejercitar el cuerpo, pero también para ejercitar el espíritu.

Creo que apenas ahora, al leer este libro, terminé de entender su argumento. Porque esta historia de la institución de la mano de la historia de sus fundadores es una prueba fehaciente de que aquellos jóvenes, deportistas en su mayoría, que intervinieron en la creación del CDI, tenían en mente el deporte, pero también las actividades sociales, los eventos artísticos, la educación, la cultura, la identidad judía, el sionismo y, sobre todo, la integración de una comunidad caracterizada hasta entonces, en buena medida, por sus disensiones y sus rupturas.

Este libro refleja en sus textos y, particularmente, en sus imágenes, que el deportivo ha sido, desde su fundación, el punto nodal de las comunidades. Un espacio de diálogo y de encuentro; un vergel de convivencia y de conocimiento mutuo.

Presentación del libro Fundadores