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Grupos Representativos de Danza “¡Hey!”

Centro Deportivo Israelita, A.C.

//Camila Cano

En ese momento, en ese gran final, te das cuenta de que estabas equivocado. Ese no era el momento más importante. El “hey” lo disfrutaste, pero todo lo que vino antes de ese gran instante es lo que lo hace valer la pena:

Primero, comienzas copiando a otros, apenado hasta atrás del salón, tratando de seguirle el paso a los demás sin entender todavía el porqué de todo esto, empiezas a agarrarle un gusto que no habías sentido antes por nada. Cada ensayo tratas de hacerlo mejor que el pasado. Llega el punto en el que te emociona tanto que te pones a ensayar en tu cocina, ves los videos miles de veces y pasas horas haciendo caras frente al espejo. Conforme vas soltando la pena empiezas a darle una nueva definición a la palabra grupo, te das cuenta de que ahí nunca vas a bailar solo. Aprendes a trabajar en equipo, a comunicarte sin palabras sabiendo con una sola mirada, que en el 5, 6, 7, 8, todos se van a mover en unísono; y esta conexión tan única convierte a todos los que te rodean en mucho más que bailarines, se vuelven tus amigos incondicionales, aquellos que te entienden de una manera que nadie más puede.

Cada vez las cosas van haciendo más sentido, empiezas a entender la importancia de todo esto, te das cuenta que no es otra de tus actividades, es un segundo mundo. Esta danza no se trata únicamente de habilidad física, sino de encontrar un significado y solidificar una identidad. Hay más en ella que el movimiento de los pies; hay una historia, un método y una teoría que cuando se fusionan, dan como resultado una obra maestra. Cada movimiento tiene un simbolismo, cada pieza una historia, y al entender esto comprendes por qué es parte de tu identidad judía. Esta costumbre de la Comunidad se ha convertido en un gran movimiento, y te sientes orgulloso de ser parte de él y entusiasmado de poder contribuir. Y una vez que estás completamente sumergido en todo lo que implica, llegas a conocer una nueva versión de ti; no la que practica frente al espejo ni la que se queda dormida viendo y volviendo a ver videos, sino la que habla por una cultura. Para aquellos en la multitud, eres un artista, te conviertes en la imagen de una nación entera, y entender esto hace que lo ames aún más.

Todas estas realizaciones van llegando con los meses de preparación, con las quejas de los ensayos extras en fines de semana, la emoción de las pruebas de vestuario, el pelo con olor a fogata de intensivos, los gritos y regaños, las carcajadas e incluso las lágrimas. No puedes dejar de temblar, intentas repasar una última vez en tu cabeza, pero los nervios no te dejan. Te alivia saber que no entrarás al escenario solo. Se apagan las luces y truena la música. Te dejas llevar por el momento, porque al final bailas por la sensación que tienes mientras te mueves, no por la sensación que tienes una vez que termina. Saltas por el segundo en el que estás en el aire, no por el que llegas al suelo. El momento se acerca, manos arriba y sonrisas de mejilla a mejilla, y se escucha el gran “¡hey!”, los aplausos y los “échele Miri” te llenan de satisfacción, pero lo mejor de todo, es que este “hey” no marca el final de nada. Como este, vienen muchos otros, y ya ha habido varios; sin embargo, lo que pasa detrás de bambalinas de cada uno de estos grandes finales es único. Cada proceso tiene sus propios pasos, y bailar cada uno de estos es una experiencia tan inigualable, que se vuelve necesaria.

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