//Isaac Richter
Todos jugamos el juego de la pareja. Un juego que consiste en dos personas (tradicionalmente de géneros opuestos) que pasan por diferentes etapas. La primera cita, el primer beso, la relación sexual, conocer a los padres, el matrimonio, tener hijos, el distanciamiento, el rompimiento y volver a empezar. El musical de Jimmy Roberts y Joe Di Pietro explora las diferentes etapas en el juego de la pareja a través de una serie de sketches, cada uno con personajes diferentes, pero que logran una cierta continuidad temática. Ahora, Alex Goldberg ha traído esta historia a los escenarios del Habima, eliminando los números musicales, convirtiendo algunas de las canciones en diálogo y reordenando algunos sketches para crear una experiencia diferente, pero que al final lleva a la misma conclusión: el juego de la pareja es uno que, aunque nos pueda llevar a algunos lugares muy dolorosos, es uno que nunca dejaremos de jugar.
Lo que vi en escena
Cualquiera que conozca el musical quizás extrañe las canciones, pero la adaptación es muy atinada, ya que cada sketch que se presenta se siente completo (utilizando suficiente de la letra de las canciones para darle el significado que le dio el autor original), y aunque el orden de los sketches en esta puesta no tenga la misma progresión que en el musical, sigue dando un mensaje claro (solamente hubo un sketch problemático, que está presentado de una manera que crea una incomodidad innecesaria). El elenco retrata cada uno de estos sketches con mucha energía, proyectando una experiencia más allá del hecho que están en la preparatoria, y la producción minimalista en la que los actores meten y sacan la utilería necesaria es perfecta para esa sensación de teatro. Irónicamente, aunque esta puesta retira todo lo que la hace ‘musical’, sí incluye música en vivo a través de un pianista que está en escena todo el tiempo adornando la atmósfera con su música (mi detalle favorito de la producción).
