Abandonar Egipto significa trascender nuestras limitaciones y dejar de ser esclavos, identificándonos como sirvientes de D-os. El Éxodo de Egipto no fue completo, sin embargo, hasta la partición del mar. En el mismo espíritu, a nivel personal, la experiencia de cada individuo de abandonar Egipto es incompleta sin un paralelo espiritual con la partición del mar.
El séptimo día de Pésaj conmemora la partición del mar. Hasta que los israelitas no “vieron a los egipcios muertos sobre la costa” (Éxodo 14:30), perduraba en ellos el temor al poderío militar de Egipto; algunos hasta estaban dispuestos a someterse nuevamente a la esclavitud antes que correr el riesgo de la muerte. Después de la milagrosa partición del mar, todo miedo al peligro desapareció y los israelitas experimentaron verdadera libertad.
Estos dos sucesos son de tan fundamental importancia que la Halajá requiere de nosotros recordarlos todos los días. Esta obligación indica que no son simplemente sucesos en la historia. En cambio, el Éxodo de Egipto y la partición del mar reflejan dos etapas continuamente relevantes en nuestro servicio a D-os. El compromiso de salir de Egipto, de trascender los límites de nuestras personalidades individuales, frecuentemente propone un desafío, pues incluso quienes están firmemente comprometidos con la práctica de la Torá experimentan el mundo material como su punto de referencia. Muchos judíos se encuentran a sí mismos ante un dilema. Por un lado, están comprometidos con la observancia de la Torá. A la vez, su cosmovisión inhibe la expresión de este compromiso haciendo que el cumplimiento de Torá y mitzvot parezca una obligación que va más allá de la estructura de la existencia cotidiana.
Este conflicto entre cosmovisión y práctica corre contrario con los principios fundamentales del judaísmo. Aunque sea mucho más fácil vivir espiritualmente rechazando el mundo material, el judaísmo condena firmemente el ascetismo y previene de no abandonar las realidades de la vida. El judaísmo requiere que la persona se alce por encima de sus intereses materiales dentro del contexto de su existencia diaria — que se aboque a todos sus actos ‘en aras del Cielo’ mientras permanece sobriamente en contacto con el mundo a su alrededor.
La dificultad de rechazar lo mundano mientras se vive dentro de un marco material de trabajo es paralelo de la valla espiritual encarada por los judíos luego de dejar Egipto pero antes de la partición del mar. Aunque habían partido físicamente de Egipto, Egipto todavía era parte de ellos.
Este es el quid del desafío. Con frecuencia, es la internalización del ambiente de la persona –y no su realidad objetiva– lo que le presenta los desafíos más formidables en su servicio a D-os.
Como se dijera arriba, fue solo después de la partición del mar que nuestro pueblo pudo liberarse de los grillos invisibles que los ataban a Egipto. Similarmente, comprender el paralelo espiritual de este milagro nos permite resolver la dicotomía entre nuestro ambiente y nuestras metas espirituales, y nos brinda el potencial para estar a la altura del desafío de vivir espiritualmente en el mundo material.
Encontramos el milagro de la partición del mar descripto de la siguiente manera: “El volvió el mar en tierra seca” (Ibíd., vers. 21). En el pensamiento jasídico, el mar sirve de metáfora para el mundo material, el que oculta la Divinidad contenida en su interior. Como las aguas del mar que cubren cualquier cosa que está en su interior, nuestra existencia material esconde la fuerza vital Divina que mantiene su existencia. La transformación del mar en tierra seca simboliza la revelación de esta verdad oculta, demostrando que el mundo no está separado de D-os sino más bien unificado enteramente con Él.
Percibir la integrada involucración de D-os en nuestro mundo físico nos permite superar el desafío presentado por nuestro ambiente material. Mientras nuestra fe es abstracta, apartada de la experiencia concreta, está desconectada de nuestra existencia cotidiana. Sin embargo, cuando reconocemos la presencia constante e influencia de D-os en nuestras vidas, somos capaces de ver Su Torá como un medio para establecer una conexión con Él mientras proseguimos con nuestra vida de todos los días.
De esta manera, nuestro servicio espiritual refleja el ciclo de los sucesos históricos experimentados por nuestro pueblo. El milagro en el mar completó el proceso comenzado por el Éxodo de Egipto y preparó a los judíos para la entrega de la Torá en el monte Sinai. En el mismo espíritu, el éxodo ‘de Egipto’ de cada persona es reforzado por su reconocimiento de la constante presencia de D-os, un reconocimiento del tipo del representado por la partición del mar. Esta sensación de la presencia de D-os produce un compromiso renovado con la Torá y sus mitzvot.
La narración de la partición del mar enseña otra lección importante en cuanto al alcance de nuestro compromiso con D-os. El milagro en el mar fue una respuesta directa a las acciones del pueblo judío. La Torá cuenta que, cuando los judíos se encontraron atrapados entre el ejército egipcio que los perseguía y el mar, “se sintieron muy asustados y clamaron a D-os”. D-os respondió diciéndole a Moshé Rabeinu: “¿Por qué clamas a Mí? ¡Di a los hijos de Israel que avancen en su viaje!” (Ibíd., vers. 15).
El Midrash registra que, después de que Moshé transmitiera este mensaje, Najshón ben Aminadav, el líder de la tribu de Iehudá, se zambulló en el mar, seguido por su tribu y luego por todo el pueblo judío. Avanzaron hasta que el agua alcanzó sus narices. Solo entonces el mar se partió.
La acción de Najshón ejemplificó mesirut néfesh (autosacrificio). El sabía que la meta final del Éxodo era la entrega de la Torá. Por consiguiente, su único deseo era llegar al monte Sinai. No importan los obstáculos, su resolución no se vería debilitada. Ni siquiera el mar podría interponerse entre él y recibir la Torá.
Una cualidad similar caracterizó a Najshón. Cuando se zambullió en el mar, no pensó en sí mismo o en su realización personal, sea material o espiritual; era consciente de una única cosa: el mandamiento de D-os de avanzar hacia el monte Sinai.
En nuestras propias vidas, rememorar la partición del mar nos enseña a esforzarnos para una determinación desinteresada. El exilio en Egipto preparó a nuestro pueblo para la revelación de la Torá en el Monte Sinai. El firme compromiso de Najshón produjo una milagrosa salvación para el pueblo judío.
Fuente: https://www.tora.org.ar