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El sobreviviente del Holocausto que compartió apartamento en California con la nieta de un soldado nazi

Centro Deportivo Israelita, A.C.

El nombre de Ben Stern saltó a los medios recientemente cuando se supo que, siendo sobreviviente del Holocausto, convivía con una joven alemana nieta de nazis que nunca se arrepintieron. Ben Stern dice que ha vivido dos vidas, una feliz y otra que le mantiene despierto por la noche.

El tono alegre y enfoque optimista de este hombre de 95 años dejan entrever que la vida feliz se impuso sobre la otra. Pero no logró hacerla desaparecer. Por eso se presenta como un hombre casi normal.

Su historia se remonta a muchas décadas atrás. Una larga y compleja trayectoria. El número 129592 acompaña a Ben Stern para siempre. Lo tiene tatuado en el brazo. Nació en Varsovia, Polonia, hace casi 96 años. La invasión alemana de Polonia le sorprendió con apenas 18 años. Tenía una familia numerosa, eran ocho hermanos y una hermana, más sus padres y abuelos. Seis años después, tras haber sobrevivido a dos guetos, nueve campos de concentración y dos marchas de la muerte, no le quedaba ningún pariente vivo.

Terminada la Segunda Guerra Mundial y liberado en Alemania, no sabía dónde ir. Conoció a Helen, otra sobreviviente del Holocausto, con quien decidió buscar refugio en Estados Unidos, país al que llegaron en 1946 y donde se establecieron con la determinación de crear una familia.

Hace un año, cuando ingresaron a Helen en una residencia por padecer demencia, su hija Charlene decidió buscarle un compañero de apartamento y se lo comentó a conocidos además de colocar anuncios en el área de Berkeley, California.

Un profesor de la Universidad de Berkeley le dijo a Charlene que tenía a la persona perfecta. Era Lea Heitfeld, una estudiante de 31 años en la Unión Teológica para Graduados de Berkeley, alemana y nieta de nazis. “Le pregunté a mi padre qué le parecía y él insistió en que quería conocerla”, le cuenta Charlene Stern a BBC Mundo. “Conectaron de inmediato”, agrega.

Para el propio Stern, el gesto de abrirle la casa a Heitfeld no tiene un mérito especial. “Soy abierto de mente para relacionarme con los demás”, interviene Stern en la conversación con BBC Mundo. “Lea no es responsable de lo que hicieron sus abuelos, ¿por qué no la iba a acoger?”, pregunta con cierto asombro al ver el revuelo que ha causado la inesperada convivencia.

La joven Lea Heitfeld, por su parte, no endulza su pasado familiar. “Mis abuelos eran nazis. Eran muy activos, estaban dentro del sistema”, señala. Sus padres eran diferentes. Le contagiaron el interés por saber cuál había sido la responsabilidad de los alemanes no judíos en el Holocausto y por mantener viva esta parte de la historia alemana.

“La generación de mis abuelos ya no está más, así que, ¿cómo mantienes viva la memoria? ¿Qué es lo que merece ser preservado? ¿Cómo se supone que hay que recordarlo?”, se plantea. “Me pareció algo lleno de significado. De repente me di cuenta de que esta generación, los sobrevivientes, todavía están por aquí y ¿cómo puedo decir que no tengo nada que hacer cuando en realidad puedo contribuir de alguna manera?”

Ese pensamiento es lo que impulsó a Heitfeld a trasladarse a Estados Unidos para cursar estudios judíos en Berkeley. “Buscaban alguien que se alojara con Ben”, explica Heitfeld, “y mi profesor me escribió que es el hombre más chévere, divertido y apuesto que conocía”.

La convivencia entre Ben y Lea se prolongó durante diez meses, hasta que la joven se graduó el pasado mes de mayo. “Fuimos a su graduación”, relata Charlene. “Sus padres estuvieron en nuestra casa, hicimos una gran fiesta, nos hemos acercado mucho”. “Todo salió muy bien”, apunta por su parte su padre.

No tuvieron una relación de cuidadora y anciano, sino de compañeros de apartamento. Compraban, cocinaban y comían juntos, hablaban sobre cantidad de temas, no había asunto que no tocaran, incluida la actual situación política en Estados Unidos, algo que preocupa a Stern. El mensaje de mi padre perdurará más allá de su vida”.

“Estoy preocupado”, le confiesa Stern a BBC Mundo. “Es como si hubiera una sombre, una amenaza de tornado, solo que no sabemos dónde va a golpear”. El veto migratorio establecido por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump le recuerda los malos tiempos. “La historia se repite”. Él hará todo lo que esté en su mano para que no sea así.

En lugar de convertirse en un hombre resentido, cínico, retraído o deprimido. Stern le sonríe a la vida y mantiene la confianza en el ser humano. “No quiero portar odio, ¿para qué? Mi promesa a las personas que fueron enviadas a los crematorios era que los recordaría, que nunca los olvidaría, pero no para vivir con odio”, dice sereno.

Stern es sorprendentemente activo. No ve ni oye bien, pero camina unos dos kilómetros cada día para ir a visitar a su esposa, lee y revisa su correo. Tiene a sus hijos, nietos y bisnietos cerca. Un hombre casi normal.

Charlene acaba de terminar un documental sobre la historia de su padre: Near normal man (Un hombre casi normal). “La película es una pequeñísima parte de su dolor y su pérdida”, sostiene. “Ha sido un trabajo muy difícil y de mucho desgaste emocional, pero me ha hecho darme cuenta de que tengo la herencia más asombrosa y hermosa que jamás podía haber recibido”, le explica Charlene a BBC Mundo. Para ella, el documental es ahora más necesario que nunca.

“El discurso del odio que no se contradice lleva a la violencia”, sostiene, en referencia a la actitud de algunos sectores hacia los refugiados y los inmigrantes, “Todo el mundo en este mundo recibe una herencia que no es su elección. Yo soy afortunada de haber sido criada en un entorno de libertad de pensamiento y libertad de expresión, de respeto a otras personas.

“El mundo necesita el mensaje de mi padre, que perdurará más allá de su vida”. Hitler no me destruyó. Ben y Helen Stern intentaron proteger a sus tres hijos y no les contaron detalles de lo que pasó durante el Holocausto. Pero era inevitable que se fueran dando cuenta de que la suya no era una familia normal.
Para empezar, no tenían tíos ni primos ni abuelos. Conforme fueron conociendo la historia, creció la admiración por sus padres. “Mi esposa y yo queríamos crear una familia, reconstruir nuestras vidas. “Sobrevivir fue mi mayor victoria, la muestra de que Hitler no me destruyó”, subraya Stern. Pero sería absurdo pensar que borró su pasado de la memoria, de ahí el nombre del documental.

“Haber pasado por Auschwitz, haber visto a todos esos niños a los que llevaban a los crematorios, ¿cómo puede ser normal alguien que ha sido testigo de esas atrocidades?”, reconoce Stern. “He vivido dos vidas: la vida feliz con mi familia, mi presente. Y el Holocausto, que no me deja dormir. Lo veo cada noche. Me mantiene despierto“, dice bajando el tono de voz. Y se despide: “Por favor, acuérdese de mí”.

Fuente: www.unidosxisrael.org