Mi Cuenta CDI

Empeño la vida por mi casa

Centro Deportivo Israelita, A.C.

//Dalia Perkulis

Tras el reciente temblor hay muchas personas cuya casa está a punto de caerles encima, pero si se salen de ahí se van a quedar sin nada. Y eligen quedarse adentro.

No es por desinformación, es cuestión de prioridades. Están advertidos de que su vivienda no la va a librar. No es que ignoren la suerte que les espera si se desploma junto con su casa, el olor a muerto flota en el ambiente y las imágenes están frescas en la televisión.

Permanecer en sus casas es una declaración de que sin casa prefieren morir.

No es tan descabellado si ves a una anoréxica que prefiere estar muerta que gorda; a un comerciante que no va al doctor aunque esté pésimo, o sea, prefiere muerto de estrés que pobre; a un asaltado que se resiste. Hay diversos valores que la gente le pone a la vida.

Yo misma me he cuestionado, si un día amaneciera con la noticia de que por el resto de mi vida voy a pesar 90 kilos sin importar cuánto me esmere, ¿no me sentiría tentada a morir?

Ese dilema lo plantean en la película Se7en, Los siete pecados capitales, de David Fincher, 1995. El asesino desfigura a una modelo y la deja semimuerta con un teléfono y una pistola a la mano para que ella elija si sobrevive fea o no.

La serie de televisión Drop Dead Diva retoma el asunto en tono de comedia. Una aspirante a modelo muere y resucita en el cuerpo de una abogada gorda. ¿Podrá con esa “carga” esta vanidosa mujer?

Tuve un maestro que se deshizo las rodillas jugando fútbol. Cuando lo operaron y el médico lo dio de alta le dijo: “vida normal sin fútbol”, a lo que mi profe reaccionó con un “eso no es vida normal”.

Todos sabemos que no debemos resistirnos a un asalto porque vale más la vida que un iPhone, un reloj, una guitarra eléctrica o un coche, pero además de que no sabemos cómo vamos a reaccionar al momento, ¿no es natural que nos frustre el despojo? ¿Qué no tienes derecho a luchar por algo que tiene tanto valor para ti que le destinaste incontables horas de esfuerzo para conseguirlo?

Cómo entonces no va uno a empeñar la vida por la casa, la recompensa de toda una vida de esfuerzo.

Supe el caso de una señora que murió en la colonia Herradura por resistirse a un asalto unos días antes del temblor. Conozco un matrimonio recién baleado durante un asalto en ‘El Pueblito de Teca’ unos días después del temblor, ambos están hospitalizados.

Anteayer a un músico picudísimo que conozco bien, de los pocos que viven de la música sin dedicarse a otro miserable trabajo para completar, le sacaron de su cajuela, forzando la cerradura: cuatro guitarras eléctricas, una guitarra acústica con su personalísimo estuche, dos pedaleras, su laptop, dos discos duros, su librería Komplete, cito textual, como lo denunció en Facebook.

Por qué de un instante a otro hay que estar hospitalizado en terapia intensiva y considerarse ‘afortunado’ por conservar la vida. Por qué, sin ir más lejos, debemos sentirnos felices de que ‘solo’ nos quitaron todo nuestro equipo de trabajo, pero estamos saludables. Suertudos porque en el momento que nos vaciaron el coche no estuvimos presentes, y nos salvamos de que nos apuntaran con una pistola o nos amagaran. Por qué debemos celebrar que salvamos la vida aunque perdimos la casa que se cayó por corrupción.

Seguro los muertos y baleados en asaltos reaccionarían distintamente, si tuvieran la oportunidad de regresar el tiempo. No pensaron que les dispararían en serio.
O ni tan seguro, los habitantes de las casas endebles sí saben que se van a morir ahí dentro y lo asumen.

Claro, hay veces que igual te matan aunque no te resistas. O que habrías cedido tu departamento con todo lo de adentro sin titubear a cambio de la vida.
Preservar la vida es lo principal, claro, lo demás es lo de menos. Pero no es poca cosa perder todo en un instante. La creencia popular dice que con vida se puede conseguir lo demás y al revés no. Eso en teoría. Si de un manotazo pierdes todo por lo que has luchado durante toda una vida –empeñando juventud, fuerza, vigor, horas familia, horas ligue, horas recreativas, horas artísticas-, volver a hacerla es casi tan imposible como volver a nacer. ¿Qué patrimonio y vida no son lo mismo entonces?

¿Eliges volver a empezar para perderlo todo otra vez en el siguiente temblor o cuando te asalten? O te sometes a la misma suerte que tus bienes: si se desploman que te lleven con ellos.

En un país donde no solo nadie te da nada, sino todo te lo arrebatan, tener un techo es un sentido de vida, no solo una necesidad. Cómo culpar a alguien que opta por morirse junto con su casa.

Después del privilegio de la vida no se me ocurre algo más importante que el patrimonio.

Dedicamos la vida a hacer un patrimonio. Tal vez el patrimonio no es la vida, pero las horas vida sí son inherentes al patrimonio. Patrimonio y vida no son activos excluyentes.

 

¿Qué es Sucot?

The crying game

Literatura paisanista por mujeres judeomexicanas