Los arqueólogos conocen desde hace décadas la presencia de la rampa de asedio,
identificada oficialmente por primera vez por el legendario arqueólogo israelí (y segundo jefe del Estado Mayor de las FDI) Yigael Yadin a finales de la década de 1970. Todavía es claramente visible, aunque las excavaciones arqueológicas posteriores han demostrado que ya no tenía exactamente la misma forma que tenía hace más de 2,500 años, cuando la maquinaria militar asiria se preparaba para la destrucción de Laquis.
Un equipo de arqueólogos reconstruyó el modo en que el ejército asirio pudo construir la rampa y utilizarla para conquistar la ciudad de Laquis. El equipo, dirigido por el profesor Yosef Garfinkel y la doctora Madeleine Mumcuoglu, del Instituto de Arqueología de la Universidad Hebrea de Jerusalem (HU), y los profesores Jon W. Carroll y Michael Pytlik, de la Universidad de Oakland (Estados Unidos), se basó en el rico número de fuentes sobre este acontecimiento histórico para ofrecer esta imagen completa.
En el año 701 a. e. c., el rey asirio Senaquerib puso sitio a la floreciente ciudad cananea -la segunda más importante del reino de Judá después de Jerusalem- mientras su ejército intentaba arrasar todo el país.
El asalto asirio a los reinos de Israel y Judá, y la batalla por Laquis, se mencionan en varios libros de la Biblia (2 Reyes 18:9-19:37; 2 Crónicas 32; Isaías 36-37). Las rampas de asedio asirias se mencionan dos veces (2 Reyes 19:32; Isaías 37:33), aunque no prestan atención a ningún aspecto técnico de la guerra.
Los relieves asirios, que el arqueólogo francés Paul-Emile Botta descubrió en Mesopotamia (el actual Irak) en Khorsabad, mostraban al ejército asirio en varias batallas.
Aunque los arqueólogos vieron los restos de la rampa con sus propios ojos, lo que supone mayor misterio es cómo se construyó realmente la rampa. La zona circundante no está muy arbolada, lo que significa que la oferta de árboles era limitada. El uso de solo tierra también parecía algo improbable por varias razones, entre ellas la lentitud del trabajo que requería la necesidad de cestas o carros para trasladar la tierra. Habrían tenido que ser fabricados con ramas o paja y se habrían desgastado rápidamente. Además, empujar los carros por la superficie rugosa de la rampa habría desgastado las ruedas en poco tiempo. Los asirios también utilizaban máquinas de asedio, y estas pesadas piezas de maquinaria se habrían hundido rápidamente en el suelo.
Por lo tanto, la solución más probable era la construcción de una rampa de asedio compuesta por cientos de miles de piedras -y, según Garfinkel, hasta tres millones-, hechas de la piedra caliza nari local que domina esta parte del país, una tiza blanda que se puede cortar con bastante facilidad y es buena para la construcción.
Se supone que los asirios recogían las piedras de los alrededores, aunque parece que éste era uno de los puntos en los que los arqueólogos estaban menos seguros. Para ello se necesitaban largas cadenas de abastecimiento, que requerían protección contra los ataques, además de proporcionar suficiente comida y agua a los trabajadores. Tanto el relato bíblico como las imágenes presentadas en los relieves asirios aluden al uso de grandes escudos en forma de L para proteger a quienes construían la rampa de asedio. Son pistas tentadoras que ayudan a desentrañar una historia de dos milenios de antigüedad y la yuxtaposición entre los aspectos políticos de los relieves asirios, que se concentran en el botín tomado y los judeos muertos en el asedio, frente a la mención del profeta Isaías al ejército asirio como testigo presencial de los hechos.
La solución al problema de cómo encontrar suficiente material para construir la rampa, fue extraer piedras las 24 horas del día, con equipos de obreros trabajando por turnos. Las piedras se movían mediante cadenas humanas, y dependiendo de la anchura de la parte de la rampa que se estaba construyendo, dos, tres o más cadenas podían trabajar simultáneamente. Los arqueólogos calcularon que tres cadenas humanas -aunque no trabajaran al máximo- podían mover teóricamente unas 100,000 piedras al día.
Fuente: agenciaajn