Y finalmente, el evento culminó con estrepitosos aplausos de todos sus admiradores y ante los ojos atónitos del público en general. El mago, que segundos antes tenía sus manos vacías, pronunció unas mágicas y atemorizadoras palabras y unos pájaros negros, salieron volando del fondo de su sombrero. Luego, sacudió su varita mágica y como de milagro, convirtió a los pájaros de mal agüero, en un mazo de naipes, mostrando el as en su mano. La función concluyó con el rotundo éxito de Benjamin Netanyahu. “El mago”, como lo llaman ahora sus seguidores en Israel.

Solo él, supo revertir los negros presagios de todas las encuestas preelectorales que lo consideraban ya, como el candidato perdedor. En las últimas 24 horas de los comicios, Netanyahu se convirtió en uno de los éxitos más rotundos y menos esperados de casi todos los comicios habidos en Israel. Cuando todos los medios y las encuestas, le auguraban al Frente Sionista encabezado por Hertzog y Livni un apretado triunfo de tres o cuatro bancas por encima del Likud, Netanyahu, haciendo uso de las consignas más demagógicas y recurriendo a los instintos más bajos de los votantes, supo revertir totalmente la realidad adversa.

Le aseguró a su partido, un rotundo triunfo sobre sus competidores más cercanos, superándolos por la diferencia de seis bancas. Si bien es cierto que no logró trasladar votos de la izquierda y el centro a su partido, es claro que canibalizó los votos de los partidos de su propio bloque de derecha, reduciendo a algunos, en un 30 a 50 por ciento, en relación a su caudal electoral anterior. A pesar de que el Frente Sionista vio acrecentar su apoyo electoral, finalmente quedó muy lejos por detrás, logrando solo 24 bancas. Incluso la Lista Árabe Unificada, que logró sacar de la apatía electoral al sector árabe, llevándolo a las urnas en porcentajes apreciables, consiguió trece bancas en total. Dos más de las que mantenían por separado, los tres partidos árabes en la Knéset anterior.

Otro hecho destacable de estas elecciones, es que el partido Yajad, lista fraccionada de Shas y que incluía a candidatos partidarios del extinto rabino Meir Kahana, haya quedado fuera de la Knéset, este partido, que proclamaba su adhesión incondicional a Netanyhu, vio caer al bote de la basura, sus casi 120 mil votos, al no lograr traspasar la barrera del 3.25 por ciento del total de los votos. Lo desconcertante de todas maneras es, que a pesar de que la participación en las elecciones fuera del 71.8 por ciento, superando en un cinco por ciento a las anteriores, más de un millón de ciudadanos con derecho a voto, optó por abstenerse. Lo loable de destacar, es el hecho de que aunque la campaña electoral estuviera plagada de ofensas recíprocas entre los partidos y de golpes bajos e indignos que se cruzaron entre todos ellos, la jornada electoral, transcurrió sin ningún incidente digno de mención.

Las elecciones, transcurrieron en un perfecto orden y en un ambiente de total calma y madurez cívica. Yo mismo, que durante esa misma semana me encontraba internado en uno de los grandes hospitales cercanos a Tel Aviv, estuve parado en una de las largas filas de internados y personal médico, esperando ordenadamente, nuestro turno para votar. Lo lamentable, es que estas elecciones pusieran nuevamente de manifiesto y de la manera más dolorosa, las grandes divisiones “tribales” que siguen existiendo en este país. Entre Veteranos e inmigrantes, sefaradim y asquenazím, judíos y árabes, religiosos y laicos. Entre ricos y pobres y sobre todo, entre las distintas regiones geográficas del país. Luego de 67 años de existencia independiente, Israel no solo es un país de inmigrantes, sino de tribus, que como en los días bíblicos, lidian entre sí y no logran llegar a consensuar un modus común de convivencia y recíproca aceptación.

A excepción de los días en que el país se encuentra sumido en algún conflicto bélico o en una emergencia nacional. Entonces, la unidad y la solidaridad es total. Si tomáramos el mapa de Israel, veríamos una clara división política basada en las zonas de residencia. geografía y política, tienen una relación indiscutible. En las grandes zonas urbanas y MÁS pobladas del centro y norte del país, tales como Tel Aviv, Hertzlia, Raananá, Ramat Gan, Modiin, Kfar Saba y Haifa, así como la gran mayoría de los kibutzim, se verían pintados casi totalmente, con los colores del Frente Sionista. En contraparte, todo el resto del país, desde Jerusalem en el centro, hasta Beer Sheva, Ashkelon y Ashdod en el sur. Los asentamientos en Judea y Samaria. Tiberiades, Afula, Tzfat o Kiriat Shemona en el norte, a excepción de las ciudades y aldeas árabes, aparecerían totalmente pintadas con los colores del Likud. La izquierda, que siempre ha luchado a través de decenas de leyes en la Knéset, en beneficio de las clases más desposeídas y necesitadas, prácticamente ha estado ausente en las urnas de la periferia y de los conglomerados más populares.

Las clases acomodadas votan a la socialdemocracia y los más necesitados, al Likud. Desde 1999 en que Ehud Barak ganara las elecciones, la socialdemocracia no logra el apoyo de las mayorías. Elección tras elección perdida, el laborismo no entiende aún la razón por la cual, esas grandes masas hacen oídos sordos a su llamado de apoyo. A la hora de la verdad y frente a las urnas, los segmentos que han sido más golpeados por las políticas de los últimos gobiernos, vuelven a dar en forma masiva y contundente, su apoyo al Likud. Quizás la región geográfica con los resultados más elocuentes al respecto, sea la del sur y especialmente la colindante con la Franja de Gaza. Durante los últimos gobiernos de Netanyahu, se llevaron a cabo tres acciones bélicas de gran envergadura contra Hamas y el pueblo tuvo que enterrar con gran dolor a sus jóvenes combatientes, caídos en el campo de batalla. Miles de misiles fueron lanzados contra esas poblaciones.

Pero muy pocas de las promesas de apoyo masivo a las mismas se cumplieron. Por el contrario, en el transcurso de los últimos dos años, se han cerrado varias industrias en esas mismas ciudades y un número creciente de desempleados se han manifestado exigiendo la urgente mediación de Netanyahu. Pero el primer ministro, nunca llegó al lugar y ni siquiera intervino a favor de los despedidos. Allí justamente, es donde se han marcado los récords de apoyo al Likud, la exclusión de las decenas de kibutzim esparcidos en la zona, que han votado masivamente al Frente Sionista. No importa que los problemas socioeconómicos hayan sido el tema central de estas elecciones. Siempre los fantasmas y los enemigos que amenazan a la seguridad nacional, son usados por el bloque nacional-religioso, para amedrentar a la población. Ya sea la nuclearizacion de Irán, o el terror de Hamas y ejército Islámico, o bien la sombra de un estado palestino.

Hay quienes le achacan a los partidos de centro izquierda, su falta de capacidad para dialogar con las grandes masas del pueblo. Hay quienes alegan que la izquierda, habla un idioma altanero y elitista con el pueblo. Otro elemento importante para explicar esta dicotomía interna en el seno de la sociedad israelí, seria sería la cuestión cultural. Como es posible explicar sino, la división, el rencor y el encono que aún existe en el seno de ciertos segmentos sociales. cómo explicar que aquellos que viven en una misma región geográfica, que sufren la misma realidad y los mismos males sociales, finalmente actúan, de manera diametralmente opuesta ante las urnas. No pocos sociólogos han tratado de evaluar y develar esta realidad, aduciendo que la razón de este clima nacional, se debe más que nada al abismo cultural existente entre diferentes comunidades dentro de la población judía. Dicotomía que se refleja por ejemplo, ante el paradigma que establece que Israel es un estado “judío y democrático”. Estarán los que siempre preferirán acentuar los valores humanos universales, en una sociedad abierta, libre y democrática.

Contrapuestos a aquellos que priorizan los basamentos de la tradición judía, por sobre todas las cosas. Entre quienes comparten con Occidente, sus gustos artísticos y culturales en general, contrapuestos a aquellos, que siguen aferrados a sus tradiciones comunitarias, que los mantuvo unidos como judíos durante siglos, en diásporas hostiles y lejanas. Israel es considerado hoy uno de los países más desarrollados del mundo en el ámbito de las ciencias y la tecnología. Sin embargo en su seno, numerosos sectores tradicionalistas, viven aún al margen de esa realidad y niegan a sus hijos una educación moderna y avanzada. Consideran a los preceptos religiosos y a las leyes talmúdicas prioritarias a cualquier ciencia o tecnología.

Aunque un amplio sector de la población es partícipe ya y forma parte de un proceso modernizador, no pocos aún, siguen apegados a las creencias religiosas, a los atavismos y a las pautas culturales, heredadas de sus antepasados, traídas de sus países de origen. De una manera no precisa y de una forma muy abarcarte y general, estaríamos hablando de una división entre asquenazím y sefardím. Pero eso no explica todo. Habría que recordar que son justamente los asquenazím ortodoxos, los más extremos en sus creencias y costumbres. Algunos incluso, se niegan a reconocer la soberanía del estado. A pesar de que ya la mayoría de la población judía de Israel nació en el país, la llamada “generación del desierto” no ha sucumbido aún, con el transcurrir de los tiempos. Sigue deambulando viva y latente, masticando sus recuerdos de antaño, sus temores y resquemores, producto de los difíciles días de su absorción en el país.

Reclaman su reconocimiento y alimentan fuertes ansias de reivindicación. Por eso, cuando un conocido artista y escritor en una concentración popular a favor de un cambio de gobierno, se burló de los que aún “besan amuletos, creen en fetiches y abrazan tumbas de rabinos”, sus palabras causaron una tremenda conmoción, en amplios sectores de la población. De muy poco le sirvió a Hertzog querer desvincularse y alejarse como del fuego de esas palabras, para no ser identificado con ellas. Pero por el contrario, cuando Netanyahu, desecha los problemas existenciales que afectan hoy agudamente a gran parte de la población, desviando el tema hacia Irán, calificándola como la única amenaza real para la supervivencia del pueblo israelí, muchos lo aceptan y lo apoyan. En otro ámbito de cosas, la opinión de algunos politólogos es que siendo Israel durante décadas, un país acosado por la hostilidad de sus vecinos, el terror y los problemas reales de su supervivencia, gran parte del pueblo necesita ver en el líder que lo conduzca a un “padre protector”. Alguien que le brinde sensación de seguridad, por sobre todas las cosas.

Lideres de la altura de Ben Gurión, Beguin o Sharon incluso. Netanyahu carece del carisma y la fuerza de decisión de aquellos líderes, pero aparenta tenerlos, bastante bien. Sobre todo, cuando sus adversarios de la izquierda, por más preparados y bien intencionados que sean, no logran investirse con esa aureola omnipotente. El hecho es que desde 1992, solo dos líderes de la izquierda llegaron a ocupar el cargo de primer ministro. Itzhak Rabin y Ehud Barak en 1999. Ambos generales, llenos de condecoraciones y laureados por un pasado glorioso. Vale la pena pensarlo. La noche anterior a las elecciones, Netanyahu habló por televisión, llamando a impedir la caída de su gobierno. Alertó entonces sobre el peligro de que decenas de miles de árabes, transportados en autobuses rentados por organizaciones de izquierda, se abalancen sobre las urnas. Con ese llamado patético, el Primer Ministro de Israel, señalaba despectiva y ofensivamente, al 20 por ciento de los ciudadanos del país. Esa fue sin duda, la consigna que faltaba para exacerbar por completo, los instintos más bajos de muchos israelíes.

Obama que tardó más de 48 horas en llamar a Netanyahu para felicitarlo por su triunfo, afirmó ante varios canales televisivos, que esas palabras de Netanyahu, constituían una grave ofensa hacia la minoría árabe y sobre todo, para el régimen democrático de Israel. Que solo servían para alimentar más aún, los odios internos y los de los antisemitas y antisionistas en el mundo. Agregó, que el estado judío no podría seguir construyendo su futuro, si no respetaba su profundo y tradicional régimen democrático. Netanyahu terminó ofuscando aún más a Obama y a los europeos, cuando al ser declarado vencedor, declarara que durante su mandato, no se crearía ningún estado palestino. Obama le recordó fría y muy claramente, que con esa afirmación, no solo contradecía su proclama de “dos estados para dos pueblos” del 2009, sino que socavaba uno de los pilares más vitales de la estrategia estadounidense en la región.

El establecimiento de un estado palestino junto a Israel, producto de un acuerdo consensuado entre las partes, ha sido durante décadas un principio básico de la política de los estados unidos. Europa, al escuchar esa misma afirmación de Netanyahu, arrugó severamente su seño, en señal recriminatoria. De nada sirvieron las complicadas manipulaciones de Netanyahu, para explicar más tarde, que de ninguna manera había sido su intención, negar la creación de un estado palestino independiente. Simplemente que en estos momentos críticos por los que atraviesa el Medio Oriente dijo, sería un paso muy peligroso para la seguridad de Israel. Obama declaró a continuación, que su administración se propone llevar a cabo una reconsideración de su estrategia política hacia Israel. Recalcó al mismo tiempo, que esa revisión no afectaría en absoluto, los compromisos contraídos por su gobierno, respecto a la seguridad del pueblo israelí.

En este momento, nadie podría asegurar si Estados Unidos, contrariando sus principios hasta la fecha, permitirá que se vote la moción unilateral palestina en el Consejo de Seguridad. O si bien, junto con las países de la Comunidad Europea, llevará ante ese organismo, un acuerdo basado en principios básicos, sobre los cuales palestinos e israelíes deberán expedirse. Ninguna de las dos opciones sería favorable a Israel y así lo entiende Netanyahu. De todas maneras este entredicho personal y diplomático entre Obama y Netanyahu, ha llevado a la gran comunidad judía de ese país a una de las crisis internas más profundas que haya vivido hasta el día de hoy. El conflicto de la doble lealtad que la situación ha originado, podría llegar a poner en peligro su unidad interna. Pero volviendo al tema de las elecciones, habría que dejar bien claro, que la jornada electoral ha sido un acto ejemplar y de orgullo nacional para la tradición democrática del país. Que el resultado de las elecciones, refleja cabal y fielmente la voluntad soberana de la mayoría del pueblo de Israel y que Netanyahu ha sido electo por esa mayoría.

Ahora, Netanyahu tendrá 28 días para constituir su gobierno de coalición. Es claro que este será un gobierno de derecha neto. Constará de los treinta diputados del Likud, más diez del nuevo partido Culanu, que fundara hace solo unos meses Moshe Kahalon, exministro del Likud. Habit Haihudi de Naftali Benet, que desciende de (11) en la Knéset anterior, a ocho, Shas con siete (11), Agudat Israel (6) e Israel Beiteinu (13), cada uno con seis diputados respectivamente. En total, Netanyahu estará al frente de una coalición cómoda y homogénea, compuesta por 68 diputados. La oposición a su vez, estará encabezada por el Frente Sionista de Hertzog y Livni, representada por 24 diputados. La Lista Árabe Unificada con trece (11), Yesh Atid con doce (19) y Meretz de izquierda sionista con cinco, (6). Las buenas noticias realmente, son que del total de los 120 diputados electos, 45 serán nuevos en el parlamento y que en esta Knéset fungirán 29 mujeres.

La representación femenina más grande en la historia de Israel, Ahora, Netanyahu encabezando a su bloque natural, tendrá el campo libre de escollos políticos, para poder enfrentar los críticos y tan postergados problemas que afectan a la mayoría de la población israelí. Los del alto costo de la vivienda, el alto índice del costo de vida y las insuficiencias en los servicios de salud pública y educación, entre otros. También esperan su definición, la revisión de los contratos monopólicos firmados con las compañías explotadoras de gas natural y ello, sin contar por su puesto, con los asuntos corrientes de seguridad nacional, la continuidad de los asentamientos en Judea y Samaria y el enfrentamiento con la Autoridad Palestina, toda vez que no haya negociación alguna.

Naturalmente estará además sobre sus hombros, el resolver su compleja relación personal con Obama. Simplemente por el bien de Israel. Esta vez sí, el gobierno de derecha de Netanyahu deberá encontrar las mejores respuestas a los problemas ya existentes y a aquellos que se vayan presentando sobre la marcha. En principio y al margen de cualquier desavenencia política, todos, como ciudadanos leales de Israel, deberemos desearle al nuevo gobierno, el mayor éxito en los propósitos que su mandato le imponga. Que así sea.

¡Pésaj Sameaj!

Comentarios sobre la actualidad Israelí, 8 de marzo 2015

Comentarios sobre la actualidad Israelí, 22 de febrero 2015

Comentarios sobre la actualidad israelí, 8 de febrero de 2015

Comentarios sobre la actualidad israeli, 25 enero de 2015

Comentarios sobre la actualidad Israelí, 11 de enero de 2015

Comentarios sobre la actualidad Israeli, 7 de diciembre 2014

Comentarios sobre la actualidad Israelí, 6 de julio de 2014

Comentarios sobre la actualidad Israelí, 15 de junio de 2014

Comentarios sobre la actualidad Israelí, 8 de junio de 2014

Comentarios sobre la actualidad Israelí, 1 de junio de 2014

Comentarios sobre la actualidad Israelí, 18 de mayo de 2014

Comentarios sobre la actualidad Israelí, 4 de mayo de 2014

Comentarios sobre la actualidad Israelí, 6 de abril de 2014

Comentarios sobre la actualidad Israelí, 30 de marzo de 2014

Comentarios sobre la actualidad Israelí, 23 de marzo de 2014

Comentarios sobre la actualidad Israelí, 23 de febrero de 2014

Comentarios sobre la actualidad Israelí, 9 de febrero de 2014

Share.

Leave A Reply

Exit mobile version