Se acerca uno de los momentos más importantes del año para XDanz y Dánzico,

así que durante los siguientes números podremos vivir, junto con tres de nuestros coreógrafos, qué significa este gran evento para cada uno de ellos. Darío Borenstein, Pepe Bucay y Sophia Mercado nos platicarán algunas anécdotas, experiencias y aprendizajes que han acumulado a lo largo de sus años de experiencia.

Comencemos con la reflexión de Darío Borenstein:

¿Qué significa para mí el Festival Aviv? ¿Cómo responder una pregunta sobre la experiencia que me ha acompañado por más de diez años? Lo intentaré…

Todo comienza a mis 13 años, con una familia que respiraba Festival Aviv (¿te suena?). Mis padres eran apasionados del Festival, iban año con año a disfrutar de las coreografías, a sentir que eran jueces y que tenían la última palabra y, por supuesto, a ver a mis hermanos bailar en sus respectivos grupos. En ese momento de mi vida mi hermano era coreógrafo en Yejefim y mi hermana era una excelente bailarina del Festival hace ya algunos años. En resumen, toda la familia vivía Festival Aviv y yo era el único que a pesar de que los acompañaba prefería dormir en dos sillas que ver las coreografías y ni hablar de la tremenda falta de coordinación para mover un pie después del otro.

En mi adolescencia después de aguantar las burlas familiares fui invitado por mi hermano a probar un nuevo círculo de amistades en Yejefim y como no hacía nada importante, en ese momento decidí probar algo nuevo. Todo ese año comencé a entender cuál era la magia de este movimiento del que todos hablaban. Y fue a esa edad representada por amistades que me hacían sentir diferente y me permitían ser yo mismo con personas que nunca hubiera conocido de otra forma. Aquí comenzó el primer punto que marcó mi vida: las nuevas personas.

Pasaron algunos años y no tuve otra opción más que aprender a bailar un poco mejor (tenía que ganarme uno que otro lugar para que mi mamá pudiera grabar sus videos). Poco a poco comprendí que la magia del Festival no era solamente un lugar en dónde compartir experiencias y conocer nueva gente, la magia iba mucho más allá. Rituales, tradiciones, disciplina, ejercicio, arte, coordinación, ritmo, fuerza y habilidad fueron algunas de las puertas que aparecieron frente a mí por la simple razón de ser parte de este movimiento. Durante este lapso se desarrolló el segundo punto clave: las nuevas oportunidades y áreas de crecimiento personal.

Pasamos a una parte completamente diferente a las anteriores: la competencia. En Nefesh (el grupo al que pertenecía en ese momento) nos enseñaron que ahora debíamos bailar no solo por gusto, sino por pasión y que, si disfrutábamos cada segundo en escenario, causaría como resultado un premio que no habíamos sentido, ganar un lugar como grupo y como bailarines individuales. Este momento cambió por completo la experiencia que tuve, me empujó a mejorar, a superarme, a crecer como bailarín y a bailar en grupo. Comencé a sentir cosquillas al subirme a la tarima, conocí la popular “pipí de nervios” que todos tenemos cuando estamos esperando en las bambalinas para empezar a bailar y, por primera vez, me hirvió la sangre en cuanto sonó la conocida canción inicial del Festival. En este momento, y como tercer punto clave, entró a mi vida la responsabilidad comunitaria y el hambre de superarme ensayo con ensayo.

Sin lugar a duda, la siguiente etapa cambió mi perspectiva completamente, pasar de ser un bailarín a ser un coreógrafo. Hace ya cinco años que decidí entrenarme para poder liderar un grupo, crear una coreografía y coordinar todos los elementos que convierten una idea en una obra de arte de siete minutos (o menos). En este punto entendí lo difícil que era trabajar conmigo como alumno, las horas que uno se pasa mejorando cada paso, cada figura, cada expresión y cada momento de esa increíble e inexplicable experiencia que llamamos coreografía del Festival Aviv. Ser un ejemplo, proteger a tus alumnos, tener que trabajar con personas de todas las edades para que puedan ver lo mismo que tú sueñas todas las noches es una labor extremadamente complicada, pero al mismo tiempo es la experiencia más enriquecedora, relajante y emocionante que uno podría experimentar. Aquí aprendí que la magia del Festival Aviv no existe por sí sola, existe por el trabajo de decenas de personas que velan por su innovación, su belleza y su funcionamiento a cada minuto del año. Aquí descubrí el cuarto y último punto clave: la satisfacción de crear, transmitir un mensaje, educar y trascender en las personas que trabajan contigo y en las personas que, como mis padres, aman sentarse una semana completa en el frío para disfrutar momentos y experiencias únicas.

¿Qué significa el Festival Aviv para mí?

Significa construir lazos inquebrantables con personas extraordinarias. Significa tomar oportunidades para desarrollar nuevas habilidades y abrir nuevas puertas día con día. Significa tomar parte de la responsabilidad que tenemos como personas y como sociedad dentro de una comunidad tan fuerte. Significa educar, trascender, transmitir un mensaje y crear en conjunto con todas las personas que alguna vez en su vida han disfrutado, de la manera que sea, este evento que cuesta tanto expresar con palabras, que cuesta tanto explicar sin haberlo vivido.

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