En realidad, la alegría de la Torá debería ser en Shavuot (la entrega de la Torá). Pero no es así, sino que al final de Sucot es el día en que bailamos, abrazamos, cantamos y nos alegramos con la Torá. En Shavuot son entregadas las primeras Tablas de la Ley, las que Moshé rompió al ver la idolatría del becerro de oro. Las segundas Tablas son entregadas en YomKipur luego de un proceso de reflexión que comienza en el mes de elul, pasando por RoshHashaná, Sucot y finalmente SheminiAtzeret, Simjat Torá.
Superando la inestabilidad emocional
La única relación que no se puede destruir es la que despierta lo esencial que hay en cada ser. Hasta no llegar a ese nivel aún somos proclives a la inestabilidad emocional.
En Shavuot, Israel recibió algo que no pidió y que tampoco sentía que le era necesario. En cambio, la segunda vez luego que conoció esos Principios, surgió la necesidad. Las segundas tablas ya no fueron percibidas como una imposición, ahora Israel -el potencial humano de alcanzar la Armonía Universal- comprendió que existen Principios Esenciales que son imprescindibles para que la humanidad alcance la plenitud.
De esto aprendemos lo esencial que habita en cada ser humano y alcanzamos la dimensión infinita de la relación, aquella basada en la interacción armónica entre el dar y el recibir mutuo.
Un proyecto universal
La originalidad de la Torá reside en que nos educa a relacionarnos con el ámbito material-sensorial como un medio para lograr el bien colectivo, y no como sucede generalmente que se lo concibe como un fin en sí mismo.
La Torá le brinda al hombre, si este se educa verdaderamente a través de ella, una conciencia superior que lo mantiene alerta en todos los ámbitos de la realidad para prever y diluir cualquier manifestación egoísta.
Aprendiendo de los propios errores
Las Tablas de la Ley son otorgadas dos veces al pueblo de Israel. En la primera, Israel aún no estaba preparado, siendo cautivado por la idolatría, el becerro de oro (Shemot /Éxodo 32:19). La segunda vez, en cambio, el pueblo las acepta y las recibe (Devarím / Deuteronomio 5:1).
Israel en el desierto, como nos pasa muchas veces en la vida, necesitó equivocarse para posteriormente recibir las segundas tablas. Las primeras tablas fueron prácticamente impuestas. Las segundas, Israel descubrió que le eran algo esencial.
Buscando nuestra forma de ser
Generalmente aceptamos algo cuando nos llega a través de alguien cercano a nuestra forma de ser, con quien podemos compararnos y así nos inspire a perfeccionar nuestra forma de ser. En cambio, captar la transmisión directa de HaKadosh Baruj Hu exige desarrollar la visión interior que nos permita alcanzar una autocrítica objetiva y la voluntad para sobreponernos a nuestras debilidades. Ello es lo denominado en el lenguaje espiritual de Israel, lishmá.
Sabios, entendidos y creyentes
Los Sabios son quienes logran, inspirados e influenciados a su vez por otros Sabios, la voluntad de autoincentivarse y aprehender por sí mismos la Sabiduría. Los entendidos dependen del discernimiento que le proporcionan los Sabios. Los creyentes son quienes dependen, constantemente, de la seguridad que le proporcionan los entendidos y los Sabios.
Los verdaderos Sabios de la Torá son aquellos hombres que alcanzaron el grado de altruismo que fusiona su voluntad con la Fuente Infinita del Dar: HaKadoshBarujHu.
Cuanto mayor es la voluntad y, por ende, la automotivación y emuná, más clara será la comprensión del objetivo implícito en la Creación.
En cambio, al haber menos voluntad y perseverancia surgen la inseguridad y la dependencia.
Auténticos maestros
Los auténticos maestros nos inician y guían activando nuestras cualidades interiores-espirituales que conducen al altruismo. Así el ego, nuestro yo, en hebreo aní, se va integrando gradualmente a nuestro Yo superior, anojí, donde se encuentra el verdadero deseo, voluntad e identidad, como lo indica el primer postulado del Decálogo. Toda interpretación que conduzca a justificar nuestro egoísmo será siempre una intelectualización limitada de la realidad. Solo a través del conocimiento espiritual denominado en hebreo emuná, logramos trascender nuestras barreras mentales y emocionales.
Alegría y conocimiento
En Simjat Torá todos abrazamos y bailamos con la Torá, tanto el Sabio como el entendido y el creyente. Cada uno a su manera, con sus pensamientos, sentimientos y movimientos personales complementa e incentiva a su prójimo dándole el espacio para que manifieste su ser.
Así como el funcionamiento correcto de cualquier organismo es el resultado de la armonía entre sus componentes, así los Sabios, los entendidos y los creyentes pueden manifestar todo su potencial y revelar el espacio para que el otro, el aparentemente diferente, exista cuando alcancen el altruismo. Entonces surge la alegría, Simjat Torá. Esa alegría que posee el potencial de diluir las artificiales diferencias y revelar lo esencial, lo único capaz de unificarnos.