“En cada generación, el hombre debe verse a sí mismo como si él mismo hubiera salido de Egipto”. No hay mayor conciencia histórica que esta, y no existe, en ningún lugar del mundo, una fusión entre lo individual y lo social conciencia histórica que esta, y no existe, en ningún lugar del mundo, una fusión entre lo individual y lo social más grande que este antiguo imperativo pedagógico. No conozco producción literaria que eduque hacia el aborrecimiento de la esclavitud y el amor a la libertad, más vehementemente que el relato de Pésaj y la salida de Egipto. Y tampoco conozco ningún recuerdo ancestral que esté tan enteramente direccionado hacia nuestro presente y futuro como “el recuerdo de la salida de Egipto”.
Berl Katzenelson

Cuando se habla de la Shoá en relación a D-os, la gente tiene muy diversas opiniones. La matanza, la crueldad, el horror, la negación, el odio, en fin, la lista es larga, provocan una serie de cuestionamientos interminables.

Cuando me pidieron que escribiera un artículo que hablara de Pésaj y la Shoá, arqueé una ceja, pensé:¿Quién festejaría Pésaj o cualquier otra festividad en los campos de concentración? ¿Quién se tomaría el tiempo para mirar al calendario y entender en qué fecha vivían? ¿De dónde sacarían la entereza para dejar de comer pan dentro de un campo cuando el hambre obliga a comer lo que sea? ¿En el estado de degradación en el que vivían, uno quiere recordar los rezos?

Las preguntas iniciales me generaron más dudas, algunas de las cuales siguen y seguirán en el tintero; sin embargo, la lectura y la investigación acerca del tema me hicieron entender que las certezas que se tienen dentro del alma y los valores bajo los cuales cada individuo decide vivir su vida, son intocables. Los judíos encontraron la libertad interna para arraigarse a sus costumbres sin que la falta de libertad física los condicionara.

Me avoqué entonces, a entender el significado de la festividad y me encontré con la definición que hace el profesor Yehuda Ribco (Diario judío, 2006) respecto al valor del número cuatro en Pésaj y otras festividades. Los conceptos que maneja arrojan claridad al tema:

Podríamos encontrar una idea que resuma el valor del cuatro en Pésaj.

Vivimos en un mundo tridimensional, aparentemente, un mundo físico con alto, ancho y espesor. Pero, realmente somos habitantes también en una cuarta dimensión, la del tiempo.
Cuando llega Pésaj, es nuestro deber recordar que fuimos liberados, y por tanto ser libres.

¿Libres de qué?

De todo lo que nos somete físicamente: en lo material y en lo temporal.

Tenemos en los otros dos regalim, un apoyo a esta idea.

Sucot tiene tres nombres, y es por excelencia una festividad “material”: se nos exige vivir en determinado espacio. Es la fiesta para que nos liberemos (por medio del regocijo) de las cadenas físicas.
Por su parte, Shavuot tiene cinco nombres, y es por excelencia la festividad “espiritual”: para que aprendamos que si ya somos libres físicamente, y aprendimos a ser libres en nuestro tiempo, también debemos dedicarnos a la Torá y mitzvot para ser plenamente libres.

A continuación ofrezco algunos pasajes que extraje de La Voz Judía en donde se narran diferentes historias de cómo se vivió Pésaj en los guetos y campos de concentración.

Gueto de Varsovia, justo antes de Pésaj 5703

Los miembros del movimiento jasídico clandestino de la calle Nalewky estaban completamente dedicados al estudio de la Torá y al llevar su estilo de vida jasídico. Pero apenas tenían lo necesario para celebrar Pésaj.

Una semana antes del festival mi marido se dirigió a ellos, mientras yo estaba ocupada horneando matzot en la casa de mis vecinos en la calle Nobolefia. Con gran dificultad conseguimos un saco de harina y algunas uvas para hacer vino. Luego, un día antes del festival, mi marido vino a casa con doce estudiantes de yeshivá del movimiento jasídico. Sabíamos que de todos modos pasaríamos hambre en Pésaj… Era mejor tener algunos jasidim con nosotros en la mesa.

Entonces, en erev Pésaj, comenzó la rebelión del gueto. Los cañones y las bombas, las ametralladoras, el ruido de las batallas, no se detuvieron por un solo instante. Entonces escuchamos a Rabbi Heschel Rappaport, el maestro de nuestro búnker, diciendo: “¡Es hora de poner la mesa del Séder!”

Baila Scharheritz, Beth Jacob Monthly, 25:9-19 (Sivan 5721)

Gueto de Varsovia, av 5702

Los alemanes pusieron a Rav Shimon Stockhammer en la infame cárcel de Paviak. Ahora que la expulsión a los campos de exterminio se estaba acercando, sería él quien mantendría el silencio en el gueto – pero nadie siquiera soñaba de qué manera.

A los tres días de prisión, fue liberado y enviado de regreso al gueto, un hombre completamente quebrado. Los alemanes habían dejado en claro sus intenciones. Rabbi Shimon Stockhammer, el jefe de la Judenrat, que siempre hablaba en contra de la terrible opresión impuesta en el gueto, nunca más levantaría su voz en contra de los alemanes. Los carceleros habían hecho muy bien su trabajo…
Rabbi Stockhammer era estudiante del jasídico Belzer kloiz y escribía en el periódico religioso. Había pronosticado bien el futuro y no tenía ilusión alguna acerca del destino del gueto. Como pudo se escondió junto a su familia en lugares secretos, y así sobrevivió hasta shevat 5703. Entonces fueron capturados y enviados al campo de exterminio Poniatowa, cerca de Lublin. La familia del Rav fue asesinada allí, pero él sobrevivió y terminó en el campo de Floosenburg en la provincia de Bavaria. Su espalda estaba quebrada a causa del trabajo duro, pero nunca emitió sonido alguno. De hecho otros judíos acudían a él para recibir aliento y fortalecer su fe.

Respetó las mitzvot de manera escrupulosa y a toda costa, y ayunó hasta agotar sus fuerzas. El último Pésaj de su vida, en el año 1945, no probó ni una migaja de jametz. Todos estaban asombrados de que no había muerto de hambre, pero solo a sus amigos Rav Stockhammer reveló su motivación: “Está permitido comer jametz en este Pésaj ya que estamos en constante peligro de morir de hambre. Aun así es importante que en este campo donde viven 2,500 judíos, por lo menos una persona no coma jametz. Esta obligación me corresponde a mí, ya que ningún otro judío lo haría”.
Tres días antes de la liberación del campo, en iyar de 5705, este hombre de fe murió de las heridas causadas por el bombardeo de los aliados que hizo retroceder a los alemanes y trajo la liberación de los prisioneros.

Eileh Ezkerah (5:116-20)

En un campamento

En uno de los campamentos, un grupo de judíos decidió celebrar un Séder. Pero habría una diferencia: como no tenían matzá usarían rodajas de pan.

Los prisioneros se reunieron la noche del Séder y comenzaron a recitar la Hagadá de memoria de la mejor manera que pudieron. Cada uno contaba lo que recordaba acerca del Éxodo y sus milagros. Cuando llegaron al punto en el cual normalmente se come la matzá, levantaron sus rodajas de pan y dijeron una plegaria compuesta especialmente para aquella situación desesperada: “Señor del Universo, sabes bien que queremos con todos nuestros corazones cumplir la mitzvá de comer matzá. Pero no tenemos matzá aquí. Y no solo que no nos has dado la oportunidad de cumplir con la mitzvá de la matzá, sino que además estamos forzados a comer jametz. Entonces aunque no podemos cumplir con la mitzvá de comer matzá, estamos a punto de cumplir una mitzvá superior, la de preservar nuestras vidas, como dice Tu Torá, ‘vivirán a través de las mitzvot’. Por eso, aquí estamos, listos para cumplir el mandamiento de preservar la vida a través de la ley de la Torá. Bendito seas, Hashem nuestro D-os, Rey del Universo, quien saca el pan de la tierra”.

Los prisioneros comieron el jametz con los ojos cerrados a causa de la concentración, como si se tratase de la mitzvá más importante del mundo. Uno podía casi sentir a D-os mirándolos con orgullo, diciendo: “¡Mis hijos han ganado! Les he quitado la mitzvá de la matzá, pero ellos encontraron una mitzvá aún más grande para cumplir”.

Rabbi Ezriel Tauber, MeiAfeilah LaOrah, (p. 109-10)

Recuerdo que en alguna clase de Torá, la morá (maestra) nos enseñó lo que se menciona en la última historia: la obligación del judío es luchar por la vida a toda costa. Y entonces sigo preguntándome, ¿será que haber estado pendientes del calendario y de las fiestas, los hizo atravesar de manera diferente el infierno que vivieron? ¿Encontraron fuerza en las intenciones por mantener y seguir las mitzvot? ¿Los hacía sentir más fuertes? ¿Los hacía sentir más en este mundo?

En Pésaj se conmemora la liberación del pueblo hebreo de la esclavitud de Egipto, relatada en el Libro del Éxodo. El pueblo hebreo ve el relato de la salida de Egipto como el evento que marca la conciencia de merecer una identidad propia, que se entenderá en el tiempo en términos de nación libre.

Se dice que la libertad que lleva el ser humano adentro es intocable, que no hay acción externa que pueda quebrarla. Yo me sigo preguntando…

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