En un área privilegiada del Centro Deportivo Israelita, en un espacio al aire libre, entre la Alberca Olímpica y el complejo arquitectónico denominado Estadio David y Vicky Daniel e Hijos se encuentra el Jardín Weizmann de Ciencias.
Este oasis educativo es el resultado de una colaboración entre la Asociación Mexicana de Amigos del Instituto Weizmann de Ciencias y el respaldo del CDI. Carol Perelman, una apasionada defensora del pensamiento científico y artífice de este museo desde 2009 comparte con CDInforma su pasión por la divulgación de la ciencia.
Descubriendo el Jardín Weizmann de Ciencias
La semilla de este proyecto germinó en la década de 1990, cuando Carol visitó el Instituto de Ciencias Weizmann en Israel y quedó cautivada por su Clore Garden of Science, el primer jardín científico del mundo. Años después, la invitación a unirse a la Asociación Mexicana de Amigos del Instituto Weizmann de Ciencias la llevó a participar en la creación del Jardín Weizmann de Ciencias en el Centro Deportivo Israelita.
“La misión en México sería crear un jardín de ciencias”, recuerda Carol con entusiasmo. Agradece al Lic. Marcos Metta Cohen por brindar la oportunidad y destaca el trabajo de un equipo comprometido que ha contribuido al éxito del proyecto. El Jardín Weizmann de Ciencias no es un museo de ciencias común. Al estar al aire libre, aprovecha la luz solar en exhibiciones como el arcoíris circular y el globo terráqueo. “Buscamos que los visitantes tengan experiencias interactivas y participativas”, explica Carol, subrayando el enfoque en fomentar el pensamiento científico y la exploración libre.
Al vuelo, comparte una anécdota entrañable de un niño que, contra todo pronóstico, comprendió la complejidad de la exhibición del cono doble, dejando un eco de ¡Eureka! que resuena en la memoria: “No es fácil entender el doble cono. Y a pesar de que tenemos la cédula ahí explicando a detalle, la mayoría no lee la cédula. Realmente vamos directo a la exhibición a interactuar con ella. Estaba yo sentada en el anfiteatro leyendo. Y el niño, de alguna manera, entendió qué es lo que estaba sucediendo. Su eureka personal. Y se volteó y vio que estaba solo. Y, vino corriendo y me vio ahí sentada sin saber que yo tenía algo que ver con el Jardín. Y me dice, ¿te explico por qué el cono doble se baja en vez de que se sube o se sube en vez de que se baja? Le dije, sí. Y me llevó y me explicó. Es una de las anécdotas más hermosas que conservo”.
Su papel como divulgadora científica se entrelaza con su vida cotidiana. “Mi enfoque se basa en la pasión infinita por promover y difundir el conocimiento y el método de la ciencia”, comparte. Asimismo. destaca la importancia de no sólo hablar de evidencias científicas, sino de revelar cómo se hace la ciencia. “Promover el pensamiento científico en todas las actividades cotidianas es clave”, enfatiza.
Con una sonrisa, reflexiona sobre la educación científica y la conexión con la naturaleza en entornos urbanos. “La conexión con la naturaleza es esencial para fomentar la curiosidad y el pensamiento científico”, sostiene. Visualiza un futuro donde la educación científica se centre en enseñar a pensar en lugar de memorizar datos, con colegios que valoren el desarrollo de habilidades de pensamiento crítico y lógico.
Sin embargo, reconoce que hay retos complejos. “El mayor desafío radica en la proliferación de desinformación y teorías conspirativas en las redes sociales”, señala. La responsabilidad, el pensamiento crítico y los vínculos bidireccionales son clave para contrarrestar la desinformación.
La ciencia en los medios de comunicación: Conectar con empatía
En el terreno del periodismo científico, Carol fusiona su pasión por la ciencia con la empatía. “Al explicar conceptos científicos, busco conectarme con las experiencias cotidianas de las personas”, afirma. Utiliza un lenguaje accesible, evitando tecnicismos innecesarios. Sobre el estado actual del periodismo científico, destaca la mejora, pero sabe que hay mucho por hacer. La responsabilidad compartida entre periodistas y científicos es esencial para una comunicación precisa y comprensible.
“Mi logro más significativo es el establecimiento y crecimiento del Jardín Weizmann de Ciencias”, comparte con orgullo. Ver cómo este proyecto ha influido positivamente en la educación y la apreciación de la ciencia en México es su fuente inagotable de gratificación. A nivel personal, ella misma se define como una mujer dedicada a su familia y la ciencia está en la vida cotidiana. Piensa que “no hay que ser científico para pensar como científico, y trato de inculcar verdaderamente el pensamiento científico en la gente que me rodea, incluso pensando como científico en todas las actividades cotidianas, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos; estamos de alguna manera vinculados con la ciencia. Desde qué desayunamos, cómo lo preparamos, el agua caliente que nos llega a casa, todo es ciencia. Y también la forma en que tomamos decisiones, comprar naranjas o comprar jitomates, qué preparar de comer, todo es ciencia”.
En cuanto al futuro, tiene metas claras. Quiere expandir las actividades del Jardín, fortalecer la conexión entre la ciencia y la sociedad, y crear contenido digital para llegar a un público más amplio. Su consejo para los aspirantes a la divulgación científica es claro: “Cultivar la pasión por la ciencia y la empatía hacia el público”.
Y, ¿un mensaje a los jóvenes? “Creo que el mensaje más importante es que no importa lo que estudies, realmente no importa. Mientras te guste lo que elijas, te enamorarás de él. Durante esta carrera lo que haces es ayudar a la sociedad, contribuir positivamente a tu comunidad. Pero lo que sí es obligatorio es que tengas que estudiar algo que te haga pensar, que fomente tu pensamiento crítico, lógico, científico. Porque si desarrollas estas habilidades, si desarrollas el método científico, en tu proceso de pensamiento diario, como político, como comunicador, como abogado, como médico o, oye, como científico, te convertirás en una mejor versión de ti. Entonces, creo que este es el mensaje”.
// Mauricio C. Guzmán