Nuestros tres hijos participaron en la Macabiada. Se dice fácil; sin embargo, creo que no nos cayó el veinte hasta que los vimos marchar juntos el día de la inauguración, vestidos igual, gritando, echando porras y tan emocionados. ¡Fue increíble! Después, nos tocó vivir la Macabiada en carne propia. Los tres en distintas sedes, en tres categorías, dos en Básquetbol, uno en Fútbol, dos en Haifa, uno en Yerushalaim, uno en Abierta, otro en Juvenil y el último en Junior. Un año de entrega y entrenamientos que se veían reflejados en cada partido. Mientras nosotros viajábamos cinco horas al día en coche para poder presenciarlos y echarles las porras merecidas. Ahora que ha terminado, no podemos más que sentirnos orgullosos por ellos, por su pasión y dedicación, y por hacer del deporte parte imprescindible de su vida. Gracias a los entrenadores, organizadores y delegados por hacer de esta experiencia algo tan especial. Con todo cariño.
Familia Ruzansky (Tamar, Arieh, Benjamín, José y Alberto).
Llegó el momento… Aunque la emoción inició desde meses antes con los entrenamientos, planeación del viaje, abanderamiento, entrega de uniformes y el día de la partida. No hay palabras para describir la emoción que viví en Israel desde el día de la inauguración, al ver a la Delegación Mexicana desfilar y en cada uno de los cinco partidos y diez minutos extras. Sin embargo, el primer partido fue muy especial, la vibra de toda la porra de los familiares fue algo impresionante, no parábamos de gritar y apoyar. Pero lo que sentí al ver a Ariela jugar y abrir el marcador contra Argentina, y escuchar su nombre en el sonido local del estadio al meter ese primer gol, es algo que nunca voy a olvidar. Orgullo, satisfacción, emoción y más, viví en cada uno de los partidos. Verla dar todo en cada uno de los partidos, jugando los noventa minutos como si fueran los primeros del partido, verla con esa garra y pasión en la cancha a pesar de ir abajo en el marcador, verla apoyando a sus compañeras lesionadas, verla llevarse bien con todas a pesar de ser mayores que ella, pero sobre todo, haber estado ahí, estar presente viéndola cumplir su sueño, es algo indescriptible y que siempre voy a recordar. ¡Gracias por todo Macabiada 2017!
Shuly Garber
Mamá de Ariela Schneeweiss, jugadora de Fútbol Femenil
Gracias a todos por la gran experiencia. Se les va a extrañar.
Amir Charnievich
Hace 24 años, en 1993, participé como atleta en la Macabiada XIV. Futsal, categoría Abierta. Tenía 25 años y era soltero. Sin pareja y a esa edad, estaba muy lejos de pensar, de soñar (por más que el inconsciente lo forzara), que dentro de seis Macabiadas volvería a estar dentro de ese sueño, pero ahora encarnado en una niña que en aquel entonces ni siquiera había sido pensada o planeada. Con sus 5 100 atletas (la mitad de los actuales) de 48 países (el sesenta por ciento de los de ahora), el evento me pareció masivo, con todo y que, si mal no recuerdo, en ese entonces solamente existía la categoría Abierta; por ello, no encuentro un adjetivo para describir en una palabra, lo vivido en la XX Macabiada, a la que tuve oportunidad de ir de mero colado, de espectador. ¿Monstruosa, devastadora, gigante?
Corté a principios de 2017. Tengo una hija de 15 años, Ariela Green Revah. Y resulta que es seleccionada para participar en la XX Macabiada en Gimnasia Rítmica, categoría Abierta. Desde que lo supe, me vinieron de golpe todos los recuerdos de mi experiencia, y no hice más que desear revivirla a través de ella, con ella, pero sobre todo, por y para ella. Y comenzamos (egoístamente me incluyo, ya que decidí recorrer el camino con Ariela) a disfrutar de todo el proceso previo (entrenamientos -más de 20-25 horas semanales, competencias nacionales, distritales, convivencias, etcétera), no como cada año, no como eventos aislados, sino como parte de la Macabiada misma. Su Macabiada. La Macabiada de Ariela. A las lágrimas que derramé en el abanderamiento, siguieron las de la ceremonia inaugural, sentado en las gradas, al ver entrar a la Delegación Mexicana, al ver desfilar a mi hija, al verme desfilar a mí mismo hace 24 años. Nostalgia y melancolía por el pasado que no regresa, pero sobre todo, emoción e infinita alegría de verla, de saberla feliz, viviendo el sueño, la experiencia a la que cientos de atletas ni siquiera se acercan a rozar. Y luego, la competencia. Cuatro rutinas. Noventa segundos cada una. Aro, Pelota, Clavas y Cinta. Eso es todo, así es la Gimnasia Rítmica. Toda una vida, años de entrenar casi diario, de disciplina en la alimentación, de llanto, de frustraciones, de risas y disgustos con las compañeras y las entrenadoras. De torneos regionales, viajes, etcétera. Resumido todo en seis minutos totales. Menos de lo que dura el medio tiempo de un partido de futsal, o unos cuantos ‘games’ de un set de tenis. La anuncian. Comienza la música. Y ella, ahí sola, a la mitad del podio, danzando, deslizándose, aventando y atrapando los aparatos. Concentrada, conectada, deslumbrante. El peinado, los colores y los brillantes de sus payasitos la hacen lucir, pero su sonrisa cautiva. Compitiendo contra las mejores, con las mejores. Y ahí estaba yo, en la porra mexicana, llorando, compartiendo su sueño, sabiendo que la experiencia vivirá por siempre en su memoria, como lo vive en la mía, ahora multiplicado por dos, gracias a Ariela, a su dedicación, esfuerzo y tenacidad. Aprovecho para dejar una felicitación a todo el equipo de Ariela en la Rítmica (Nicole Kleiman, Ariane Eichner, Daniela Gancz, Jennifer Bronsoiler, Giselle Hop), un reconocimiento a la tenacidad y empeño de Marisol Hernández, su entrenadora, y un agradecimiento grande a todo el equipo directivo de Fomento Deportivo, al Comité Macabiada y a la Delegación Mexicana, destacando sobre todo a Fenia Grynberg, la delegada de la Gimnasia, por un gran trabajo y por todos los sacrificios, que por lo general pasan desapercibidos. Gracias.
Marcos Green
Papá de Ariela Green
Gimnasia Rítmica
¡Así hondeaba la bandera mexicana por todo el campo de golf! ¡Qué experiencia más enriquecedora apoyando a nuestro hijo, en nuestro adorado Eretz Israel, representando a nuestro querido México! ¡Gracias a la vida!
Nora Silberstein
Mamá de Arturo Silberstein, golfista