//Esther Shabot*

Luego del breve encuentro en Washington con el Presidente mexicano, de cuyos detalles nos han informado ampliamente los medios de comunicación de nuestro país

, el presidente Joe Biden emprendió el vuelo hacia el otro lado del mundo, hacia Israel, Palestina y Arabia Saudita. Se trata de una visita con una diversidad de propósitos, por lo que el balance de lo que pueda ser conseguido, solo podrá ser apreciado con el paso del tiempo.

En Israel, la recepción fue cálida, con expresiones de apoyo y amistad inquebrantables de parte de Estados Unidos hacia Israel. En esta ocasión, Yair Lapid, recientemente estrenado como Primer Ministro interino, hace dos semanas apenas; fue el principal anfitrión, aunque no faltó un encuentro con el Presidente israelí, Isaac Herzog, ni con el líder de la oposición, Benjamin Netanyahu, con quien Biden conversó por unos 15 minutos. Otra de las actividades de Biden en Israel fue presenciar la inauguración de los Juegos Macabeos, torneo deportivo que congregó a cerca de diez mil deportistas provenientes de 62 naciones.

A pesar de que no hay perspectivas de una negociación israelo-palestina en el horizonte actual, Biden insistió en que su gobierno sigue apoyando la fórmula de ‘dos Estados para dos pueblos’, donde ambos, israelíes y palestinos, puedan vivir de manera independiente y soberana, ya que es lo único que puede ofrecer salida a este conflicto que dura ya tantas décadas. Por otra parte, la visita ha tenido otro objetivo de primera importancia, coordinar entre ambos gobiernos el abordaje del desafío encarnado por Irán y la cooperación necesaria, en caso de que finalmente no se logre restaurar un acuerdo para que el país persa desista de la obtención de armamento nuclear.

Biden también realizó una visita a Jerusalem Oriental y a Belén dentro de Cisjordania. En esta última ciudad, se entrevistó con el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmoud Abbas, para manifestarle su postura a favor de un Estado palestino independiente, pero reconociendo que las circunstancias actuales no son propicias para el avance en ese sentido. El apoyo al pueblo palestino consistió, en esta ocasión, en la entrega de 340 millones de dólares para cubrir necesidades de seis hospitales de Jerusalem Oriental y para la atención a los refugiados. Por medio de su visita, sus declaraciones y sus actos, Biden modificó relativamente la línea impuesta respecto a las demandas palestinas durante la era Trump, cuando éste las borró de la agenda oficial estadunidense, como si no existieran.

El día de hoy traerá, sin duda, nuevos eventos por demás interesantes. Y es que el presidente Biden ha llegado a Arabia Saudita en un vuelo directo desde Israel a Jeddah, la primera vez que se da un trayecto aéreo con esa ruta. Suceso que ha servido para una noticia probablemente reveladora de que las relaciones entre la monarquía saudita e Israel están por subir de nivel significativamente. Se trató del anuncio de la Autoridad General de Aviación Civil de Arabia Saudita de abrir su espacio aéreo a todas las aerolíneas que cumplan con los requisitos de seguridad aeronáutica, lo cual tácitamente incluye vuelos desde o hacia Israel. 

¿Cuáles son los objetivos de la visita del mandatario estadunidense al príncipe Mohamed Bin Salman (MBS)? Básicamente, los propósitos se localizan en dos áreas. La primera: conseguir una ampliación de los Acuerdos de Abraham incorporando a Arabia Saudita al bloque conformado por Israel, Emiratos Árabes y Bahréin, con la finalidad, entre otras, de consolidar un frente que pueda servir de dique contra las ambiciones iraníes de extender su hegemonía en la región. La segunda: lograr que el reino saudita aumente significativamente su producción de energéticos, a fin de aliviar la escasez derivada de la guerra ruso-ucraniana. Lo cual se conecta directamente con el desafío de controlar la altísima inflación registrada hoy por hoy en prácticamente todo el mundo. 

En este contexto resalta, sin embargo, que Biden, quien llegó a la Presidencia enarbolando una agenda con gran énfasis en el respeto a los derechos humanos –durante su campaña electoral se refirió a Arabia Saudita como un Estado paria, en virtud tanto del asesinato del periodista Jamal Khashoggi, como de las violaciones frecuentes a derechos humanos básicos y a la libertad de expresión– ha tenido que recular, al viajar y relacionarse ahora con MBS asumiendo una actitud de deferencia y respeto hacia el príncipe. Una postura ciertamente incómoda para el mandatario que no por azar le ha generado duras críticas entre un sector de sus propios simpatizantes. Prueba todo ello, de que tal como se acostumbra a decir en México, para ser político hay que estar dispuesto a tragar sapos.

*experta en temas de Oriente Medio

Fuente: Excélsior, 15 de julio de 2022

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