El tema de la comida es muy amplio. En este artículo nos concentraremos mayormente en las cantidades que ingerimos. Estamos acostumbrados, en general, a comer hasta quedar satisfechos. Este término es un poco ambiguo, pues para algunos es sinónimo de “así me encuentro bien”, mientras que para otros significa “no puedo probar un bocado más”. Sobre todo en una fiesta o al ir a un buen restaurante, a veces bebemos un té al final y, seguramente, este es el culpable de que nos sintamos “a reventar”.
Maimónides, conocido en hebreo como el Rámbam, nacido en Córdoba, España, en 1138 y fallecido en Egipto en 1204, que fuera un gran médico, rabino y teólogo con importancia como filósofo en el pensamiento medieval, escribió un buen número de tratados acerca de medicina, por ejemplo, la Guía de la buena salud. Mostró gran énfasis en la medicina preventiva y su visión del paciente como un todo, incluyendo mente y cuerpo. Este sabio, además de darle importancia a la intolerancia a los lácteos y a la necesidad de alimentarse con fibra, insistía en la necesidad de la actividad física, en especial al caminar, que se asemeja a las sugerencias actuales de hacer ejercicio de bajo impacto. Pero, volviendo a nuestro tema principal, recomendaba meriendas pequeñas y más frecuentes, y siempre dejar un espacio en el estómago, como de una cuarta parte de su capacidad, después de ingerir nuestros alimentos.
Asimismo, comer sentado o recostado, pero no parado ni caminando, y hacerlo tranquila y lentamente, masticando bien los alimentos, pues la digestión comienza desde que estos se mezclan con la saliva, y si uno los traga solamente, esta primera parte no se lleva a cabo, dificultando el proceso digestivo. Se recomienda masticar por lo menos treinta veces cada bocado, y depositar el tenedor en el plato entre mordida y mordida.
Además de sentirse mejor al no abusar de la cantidad, permitimos al estómago que haga una mejor digestión.
Hoy en día, los nutriólogos están de acuerdo en hacer tres comidas y dos colaciones al día; o sea, que están retomando comer menos cada vez que nos sentamos a la mesa. Escuché del osteópata Philippe Du’Pasquier que después de los treinta años de edad, hay que hacer un ajuste en lo que uno come, pues vamos reduciendo nuestra actividad física, y hay que realizar otro después de los cuarenta, y así sucesivamente, cada década, estar consciente de que el cuerpo ya no funciona exactamente igual y nosotros no llevamos a cabo lo mismo que antes.
Así es que, según la medicina a lo largo de las generaciones y encontrándose con la actual, nos percatamos de que es importante fijarnos en cuánto comemos y, en general, tratar de reducir un poco las cantidades – o tal vez un poco más que un poco, según el caso-. ¿No cree usted que vale la pena tratar, por salud y también por estética, estimado lector?
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