Cuando hablamos de cuidado, podemos hacerlo desde diferentes perspectivas: tenemos por una parte al aspecto físico. Este tipo de cuidado abarca distintas áreas como el cuidado de nuestros ojos, de nuestra piel, del cabello, dientes, etcétera. Por otra parte, tenemos al aspecto psicológico, el cual también involucra al emocional.
En este sentido, podemos cuestionarnos sobre cómo nos relacionamos con otras personas, qué podemos hacer para fortalecer nuestra memoria, habilidades y expresión emocional.
Para ambos casos, la participación de papá y mamá en la infancia es fundamental, pues es a través de esta participación que nuestros ellos aprenden sobre cómo cuidarse tanto física como emocionalmente. Una manera fundamental sobre cómo enseñamos a nuestros pequeños es a través del juego; a través de este, podemos dar a conocer ciertas normas, palabras y herramientas con las que van a construir su autoconcepto. Ejemplo de ello es la tolerancia a la frustración; al perder en un juego, naturalmente ellos pueden sentirse tristes o frustrados. Es ahí cuando debemos aprovechar para hacer énfasis en la importancia de “saber perder”, de este modo aprenderán que “perder” es una parte fundamental de la vida y, por tanto, deben aprender a manejar su enojo de una manera inteligente.
Existe otro tipo de enseñanza que podemos aprovechar al momento de interactuar con nuestros pequeños, y es la enseñanza incidental. Este tipo de enseñanza surge cuando se muestran curiosos ante lo que se encuentra a su alrededor y nos consultan por qué suceden ciertas cosas, o cómo es que funcionan. Ahí, encontramos una enorme oportunidad para explicar todo lo que se relacione con ello, incluyendo la importancia del autocuidado en sus diferentes formas (física y emocional).
En cualquiera de los casos, siempre resulta importante resaltar que la interacción es fundamental en cualquier etapa de sus vidas. Y es mediante esa interacción que podemos proporcionar herramientas para su propio cuidado y el cuidado de los demás.
// Viridiana Hernández