En 2007 la Knéset israelí otorgó a Shimon Peres el Premio Nobel de la Paz de 1994, el último puesto
institucional que le faltaba, la Presidencia del Estado que ayudó a crear, tras haber ocupado todos los puestos posibles en las seis décadas de historia del moderno Israel.
A sus 83 años, este infatigable veterano, quien fuera discípulo de Ben Gurión, ya había coronado una carrera irrepetible: fue dos veces primer ministro, tres veces ministro de Exteriores, dos de Defensa y titular de otras carteras en una decena de gobiernos, además de diputado, durante casi cinco décadas, sirviendo en la Knéset durante 14 legislaturas seguidas, y por último, líder del Partido Laborista en tres períodos, aunque paradójicamente, arrastrando, un historial de fracasos clamorosos en elecciones de relieve.
Shimon Peres, un judío ashkenazí emigrado de su Polonia natal (actual Vishneva, Belarús) antes de la Segunda Guerra Mundial, se labró un perfil de hombre de paz, no siempre, empero, respaldado por los hechos, y una reputación prestigiosa como el principal forjador de los Acuerdos de Paz de Oslo con los palestinos, antes de aproximarse a las tesis militaristas de Ariel Sharon, antípoda político pero amigo personal, a cuyo partido, Kadima, se adhirió en 2005.
A partir de 2014, como jefe del Estado hebreo, Peres defendió las campañas bélicas contra Hamas en Gaza, pronunció un histórico discurso de recuerdo del Holocausto en el Bundestag alemán, dialogó con el presidente palestino Mahmoud Abbas, llamó a impedir por todos los medios que Irán desarrollara armas nucleares y criticó al primer ministro del derechista Likud, Benjamin Netanyahu, por impulsar la expansión urbana de Jerusalem Oriental a costa de la Cisjordania ocupada.
El año pasado, en el mes de septiembre, un derrame cerebral puso fin a la vida de Shimon Peres, a los 93 años. Con su muerte, convertido en una figura patriarcal de la política israelí, desaparece el superviviente del trío de dirigentes, siendo los otros dos Yitzhak Rabin y Yasser Arafat, que hizo posible el ya fenecido proceso de paz de Oslo de 1993, cuyo objetivo último, la terminación del añejo conflicto palestino-israelí dando una satisfacción nacional a las dos partes, sigue sin realizarse.
El Centro Deportivo Israelita, a través del Comité de Actividades, rendirá el próximo 12 de marzo, un reconocido homenaje a la vida de este querido expresidente.