El 30 de noviembre tuve un nudo en la garganta.

Otra persona más ha pasado a leer su libro de oro. El corazón me tiembla y, poco a poco veo cómo mi amigo pasa despidiéndose de la tnuá. Mis oídos zumban al escuchar esa frase: “Por mi honor prometo…”. La misma promesa que juramos el día que recibimos nuestra anivá, un saludo y compromiso a ser un miembro de Macabi. Y en eso cambian las palabras. “Seguir haciendo todo lo que esté dentro de mis posibilidades…”. “Seguir haciendo” resuena una y otra vez, “seguir haciendo”. Seguir… En estos últimos años, he visto cómo la gente que más he admirado y de la que más he aprendido ha dejado a Macabi. Ha cerrado su ciclo. Mentores y amigos han dicho adiós. He visto a mis hermanos despedirse de un lugar que nos dio refugio en nuestros peores momentos. Se han ido, y continuado con su rumbo, han partido para tomar un camino diferente. Me doy cuenta que tenemos destinos diferentes. Una vez que mi lengua tuvo el privilegio de probar esas palabras tan dulces, mi corazón tomó otro rumbo. Porto mi anivá con honor y con orgullo. Por fi n soy parte del movimiento; por fi n reconocen mi trabajo; por fi n estoy haciendo un cambio, y así podría seguir la lista sin final. Sin embargo, el pasado 30 de noviembre no sonaron dulces. Suenan amargas al ver que otro hermano que se fue. Rebotan un eco interminable recordando que algún día yo también tendré que decir adiós. El pánico corre por mis venas como veneno. Pero cuando llega ese antídoto, “seguir haciendo…”, la tormenta muestra un poco de calma. El decir adiós no hace que abandone al movimiento ni que el movimiento me abandone a mi. Tomé un juramento que seguiré cumpliendo cuando llegue su momento. La promesa que tomamos algún día nos sigue a pesar de la despedida. Nuestro deber como macabeo sigue con nosotros. Una vez macabeo, siempre macabeo. Nuestro honor mantiene pie fuerte y nos seguirá por el resto de nuestras vidas.

//NICOLE BRATT Miembro de la Hanagá

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