Celebra la salvación del pueblo judío bajo el dominio de los persas en la época del rey Ajashverosh (Asuero) tal
y como se relata en el Libro (meguilá) de Esther. Este pergamino, enrollado cuenta la forma en la que la reina Esther y su tío Mordejai consiguieron salvar la vida de los judíos de Persia. Amán (Haman), el primer ministro del rey quería “destruir, asesinar y aniquilar a todos los judíos, jóvenes y ancianos, mujeres y niños, en un solo día”, pero Esther desbarató la conspiración y salvó así a su gente. Esta es la suerte que se celebra este día.
Purim es uno de los días más alegres del año: se festeja con la lectura del Libro de Esther tanto en la víspera del día como, una segunda vez, en el propio día de la celebración. Y es importante atender bien porque cuando se menciona el nombre de Amán (Haman) hay que hacer ruido -golpear con los pies, o hacer sonar algo- para que no se oiga su nombre.
También es tiempo de ayunar y de rezar. En la víspera como lo hicieran los judíos persas durante el conflicto que casi les lleva al exterminio. Pero después hay un gran banquete en el que se bebe abundantemente y se recita y se canta para celebrarlo.
También es tiempo de regalos: se envían a los amigos y familiares. Lo habitual es regalar pasteles, dulces o fruta, que se entregan en cestillos preparados para la ocasión. Simbolizan la unidad y la amistad entre las personas. Los dulces típicos son las hamantaschen (oznei Haman, u orejas de Haman), cuya forma recuerda a un sombrero de tres picos. Se hacen con harina de trigo y están rellenas. Originalmente lo estaban de semillas de amapola.
Es también una de las tres celebraciones de su calendario en las que se consumen los kreplach (krepel en singular), que son pasteles de forma triangular rellenos de carne o pollo. Además de en Purim, se comen solo en la víspera del Yom Kipur y Hoshaná Rabá (que es el último día de la festividad judía de Sucot).
Como se pide en el Libro de Esther, “el envío de parte de un hombre a otro, y dádivas a los pobres” (9:22), lo que se traduce, además de en enviar regalos y dulces, en ser caritativo con los pobres y cumplir dando una limosna -en principio, a toda persona que extienda la mano pidiéndola- al menos a dos personas de la que se sepa que tienen necesidades.
La fiesta se conoce como carnaval judío, porque es costumbre ese día disfrazar a los niños -¡y a los que no lo son tanto!- para simbolizar la providencia divina en el milagro de la salvación del pueblo la noche en que debía ser masacrado y que se mostró disfrazada de sucesos naturales. En Purim, nada es lo que parece.
Fuente: www.unidosxisrael.org