Yom Kipur es el tiempo de mayor introspección y recogimiento con el que finalizan los Aseret Yemei Teshuvá, los 10 días de arrepentimiento. Rambam, el gran filósofo medieval y sintetizador de la ley judía, tenía mucho que enseñar sobre la Teshuvá.
Él escribió que la Teshuvá solo está completa cuando nos encontramos exactamente en la misma posición en la que estábamos cuando hicimos daño “antes”, y hacemos una elección diferente.
Pero ¿qué pasa si las circunstancias no se repiten? ¿Qué pasa si no podemos hacer la Teshuvá completa porque nunca tenemos la oportunidad de volver a hacer ese acto, esas palabras, esa elección?
Heráclito sostenía que no podemos entrar dos veces al mismo río. Cambia el río en su fluir, cambia el hombre en su devenir. Rambam nos enseña que, de hecho, todos volvemos a incurrir en los mismos errores, todo el tiempo. La Teshuvá es posible porque siempre estamos regresando a las mismas circunstancias en las que anteriormente nos equivocamos. Que estamos obligados a perdonar a alguien que nos lastimó u ofendió si se disculpa y ante la misma situación actúa sin herirnos, ofendernos o discriminarnos.
Pero, me pregunto: ¿qué pasa con aquellos que ni siquiera han reconocido que nos han herido? Quienes no reconocen sus errores y no pueden hacer Teshuvá, sólo pueden ser calificados de soberbios, arrogantes y megalómanos. Exteriorizan continuamente aires de suficiencia, exaltación del yo y menosprecio hacia los demás. No parecen conscientes de sus propias limitaciones.
Estoy convencida que perdonar a alguien con estas características, que nos dañó, de una u otra manera y no admite su error y no pide genuinamente disculpas, constituye una afrenta hacia nosotros mismos. Sin embargo, sé que aferrarse a las heridas, en última instancia, no nos sirve.
Yom Kipur nos invita a liberar resentimientos para que podamos fluir libremente y si no podemos perdonar intentemos dejar ir la historia que nos pesa, porque mantenerla presente nos puede afectar y limitar tanto como nos afectan las promesas incumplidas.
Es la oportunidad que nuestra tradición nos ofrece para liberar todo el “lastre” que no hemos podido dejar ir durante el último año, para que podamos volver a calzarnos, al término de la Neilá nuestros zapatos de cuero e intentemos una vez más, otro año más, vivir en paz con nosotros mismos y con los otros.
Fuente: www.itongadol.com