La semana pasada salió simultáneamente un artículo de Mario Vargas Llosa, tanto en el periódico de El País como en el de Reforma, titulado El nuevo enemigo. En una forma magistral este autor define el peligro de los discursos populistas en todo el mundo, ya sea de los países desarrollados de Occidente, como Estados Unidos, Reino Unido, Francia y Holanda, como de los países con carteras de izquierda, principalmente latinoamericanos, tales como, Ecuador, Bolivia, Nicaragua y Venezuela.
Me encantó su definición simple del populismo, que cito: “la política irresponsable y demagógica de unos gobernantes que no vacilan en sacrificar el futuro de una sociedad por un presente efímero”.
Los discursos populistas pueden ser de distintas modalidades: económica, política y social, entre otras más. En mi opinión, los dirigentes que hacen uso de ellos, recurren a narrativas incendiarias que el público de su comunidad quiere escuchar, porque legitiman aquello que les molesta y no se atreven a decir, y momentáneamente satisfacen sus demandas de resolver los problemas que creen que son el leitmotiv que les aqueja, sin tomar estrategias y compromisos de fondo para resolverlos de otra manera, más compleja y efectiva, sin dañar a ciertos estratos de la población o sin causar estragos de distinta índole, que después la sociedad resentirá aún más, de lo que supuso que se iba a solucionar al nada más ver aplicar medidas agresivas, so pretexto de defender a la ‘nación’, la ‘economía’ o la ‘cultura’ de los ‘intereses foráneos’ y de salvar ‘socialmente’ a las mayorías del ‘abismo de la pobreza’.
Las prácticas populistas han sido utilizadas desde tiempos inmemoriales y lo que a mí me aterra es la poca memoria histórica que la humanidad tiene para aprender de la “Historia, maestra de vida”. No hace mucho tiempo, de 1933 a 1945, se vivió el ascenso del nazismo al poder que basado en un populismo ‘nacional socialista’ condujo a la Segunda Guerra Mundial con 50 millones de muertes de civiles, entre ellos los seis millones de judíos en la Shoá. Toda esta hecatombe producida por un discurso ‘nacionalista excluyente’ y ‘xenófobo’ que pretendía convertir a la ‘raza germana’ y a Alemania en la “Primera Potencia Imperial”. Los estragos de este acontecimiento aún no cierran las heridas infringidas, pese a que es rememorado de diversas formas, tales como: la recordación mundial de las víctimas del Holocausto, la Shoá en el caso judío, en los testimonios históricos escritos, literarios, fílmicos verdaderos o ‘imaginarios’, entre otros.
No obstante, hoy día, las viejas y nuevas generaciones ya estamos viviendo cómo estos discursos populistas emergen de distintos puntos del planeta con nuevos planteamientos -no tan agresivos como la exterminación de los pueblos judío, gitano, la ‘raza’ negra y los homosexuales- pero sí con argumentos xenófobos, excluyentes y simplistas en sus generalizaciones, que están llevando a la deportación de nuestros conciudadanos mexicanos indocumentados al país, por ser ‘violadores, violentos y delincuentes’ y por quitar los empleos a las mayorías estadounidenses de las clases medias y bajas, que no están dispuestas a ganar lo que estos hispanos cobran por vender su fuerza de trabajo.
Asimismo, y no menos complejo, estamos experimentando la marginación de nuestro país del TLCAN, o más bien, la modificación de las condiciones de este tratado con México. Todo esto a fin de aplicar medidas proteccionistas hacia los intereses económicos de Estados Unidos en detrimento de las inversiones extranjeras a México en diversos giros económicos, por contar con una mano de obra más barata y por dar más facilidades a la inversión. Cuestión que ya está afectando al país y que sentiremos sus consecuencias en el crecimiento y desarrollo económico en los próximos años. Sin embargo, este discurso populista ‘nacionalista y proteccionista’ ha calado en varios sectores sociales de los Estados Unidos -no todos- que ven la esperanza que sus problemas inmediatos de sobrevivencia económica y de desarrollo industrial y tecnológico frente a la competencia mundial de China y del mercado europeo, serán resueltos. Además de que también tienen la expectativa política, que ya fortalecido Estados Unidos a nivel económico y militar, podrá recuperar su hegemonía mundial frente a Rusia.
En situación similar se encuentran las extremas derechas del Reino Unido con el BREXIT, de Francia con Marine Le Pen, de Holanda con Geert Wilders, de Hungría con Viktor Orbán y de Polonia con Beata Szydlo. En este caso, los señalados son los inmigrantes de Medio Oriente y África, en su mayoría de religión musulmana, que a la vez, son tachados de ‘terroristas de radicalismo islámico’, que si bien los hay, no todos profesan ese integrismo yijadista yihadista. Sin embargo, ante los embates de lo que significa esta inmigración masiva en la población europea de origen blanco, cristiano y católico, tanto en el sentido económico, social y cultural, estos discursos populistas ‘nacionalistas y excluyentes’, les caen como anillo al dedo para sentirse aliviadas y defendidas del asedio musulmán.
No sobra decir, que aunque por ahora, el pueblo judío no es señalado directamente, esta narrativa xenófoba, también le afecta indirectamente. De hecho, en Estados Unidos, las comunidades judías ya fueron testigos de ataques antisemitas directos, pese a que aparentemente siempre se han podido desarrollar en las mejores condiciones en ese país de principios liberales y democráticos; principios que ahora están pasando por la prueba de un ‘revisionismo populista’. También en Francia, los judíos, han sido signados por la ultraderecha y en otros países se han presentado manifestaciones antisemitas.
La pregunta es ¿cuáles son las estrategias y compromisos de fondo que precisa tomar la humanidad o las distintas colectividades del mundo -entre ellas, la mexicana y la judía- para resolver este sentimiento anti-establishment y de insatisfacción social que está erosionando al orbe y que lo está llevando a aceptar estas consignas ‘simplistas, populistas y nacionalistas de corte xenófobo’? En mi opinión, es momento de reflexionar y responder a esta cuestión para resolver estos problemas de otra manera, que como dije al principio, sea más efectiva, aunque llevarla a cabo sea más complejo y requiera de medidas más comprometidas, participativas y solidarias con los que ahora les ha tocado ser los denostados.
(1) Mario Vargas Llosa, El nuevo enemigo, El País, domingo 5 de marzo 2017, p. 13.
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