El CDI siempre se ha preocupado por estar a la vanguardia de la oferta que le ofrece a sus Socios, tanto
en clases, como en equipamiento, profesores, instalaciones, etcétera.
Siguiendo este pensamiento, hace varios años el Comité de Actividades se dio a la tarea de instalar un trapecio en el área del jardín de las canchas de Tenis (antes conocido como la tumba), un espacio que no había sido previamente aprovechado y que tenía muchísimas posibilidades.
Son muy pocos los lugares en la Ciudad de México que cuentan con un trapecio volante o volador, en el que se den clases o incluso en el que se ofrezcan vuelos libres como lo hacemos en eventos del CDI como Nosotros somos arte o el Día del Socio, y el CDI es el único lugar de la Comunidad donde puedes venir a volar con la tranquilidad de subirte a un trapecio seguro, con red, arneses, cuerdas, etcétera, por lo que puedes concentrarte en la diversión, y nosotros nos preocuparemos por tu seguridad.
Los actos de trapecio volante se presentan únicamente en los mejores circos del mundo, normalmente con actos que nos ponen los pelos de punta, música increíble y vestuarios espectaculares. Rutinas que nos transportan a mundos que solo podemos visitar con la imaginación, en los que podemos viajar por los aires hasta llegar a tomarnos de la mano de nuestro compañero o dejarnos caer a una red que nos recibe casi como si fuera una nube.
Nuestros amigos de Fly Art escriben:
“El trapecio volante fue inventado por el famoso acróbata francés Jules Léotard en 1859, naciendo como una disciplina de circo tradicional que, poco a poco, ha ido saliendo de la gran carpa dejándose ver en las calles, parques, playas y teatros; convirtiéndose en una disciplina accesible a todos los públicos.
La práctica del trapecio volante, además de ser una actividad deportiva que ayuda a tonificar el cuerpo, presenta un beneficio psicológico añadido, ayudando a liberar la mente, superar miedos y alcanzar retos que jamás habrías soñado.
Porque dentro de cada uno de nosotros hay una parte que quiere sentirse más vivo y volar. Y es que, al contrario de lo que parezca de inicio, no es necesario contar con una forma física excepcional, pudiéndolo realizar prácticamente cualquier persona.
La seguridad es además nuestra primera prioridad. Durante toda la actividad, los alumnos se encuentran sujetos por un arnés en la cintura, controlado por profesores con gran experiencia y teniendo en todo momento una red elástica debajo a la que caer sin ningún tipo de peligro.
Solo existe un riesgo que correr: la adicción al trapecio…”