Hace poco menos de tres meses el presidente de Estados Unidos tuvo que tragarse su orgullo al realizar

una visita a Arabia Saudita, donde fue recibido por el príncipe Mohamed Bin Salman (MBS), personaje non grato para la administración norteamericana desde que ocurrió el asesinato del periodista saudí-norteamericano Jamal Khashoggi, homicidio presuntamente ordenado por MBS. El propósito del encuentro fue gestionar una mayor aportación de petróleo saudita a los mercados internacionales, a fin de paliar los daños que al respecto estaba causando la invasión rusa a Ucrania.

Ese objetivo se situó también por encima de las múltiples condenas que en el pasado reciente había pronunciado el gobierno de Biden respecto al tema de la grave violación a los derechos humanos practicada por la casa reinante con todo desparpajo contra cualquiera que estorbara o disintiera de sus designios. Pragmáticamente se decidió soslayar ese tema, aunque en el círculo político del partido demócrata hubo diversas voces que consideraron que con la visita de Biden a Riad se estaba traicionando uno de los principios más centrales de la agenda demócrata.

Esta semana, la mala noticia fue que la OPEP+, con Arabia Saudita y Emiratos Árabes a la cabeza, ha decidido recortar sus exportaciones petroleras en dos millones de barriles diarios con el objetivo de incrementar los precios. Si hasta hace poco los precios del Brent se habían acercado a los 80 dólares, con el anuncio del recorte, la cifra ha llegado a estar hoy alrededor de los 93. La interpretación de este viraje es que, por lo visto, los sauditas y sus aliados en el Golfo han optado por el bando ruso, dándole así una bofetada a Biden y a Occidente.

El presidente norteamericano anunció de inmediato su decepción y ordenó liberar 10 millones de barriles de su reserva estratégica a fin de contrarrestar, en lo posible, los efectos negativos de la decisión de la OPEP+.  Desde luego que esta nueva situación, de la que sin duda se derivarán alzas en las gasolinas y en la inflación en general, perjudica la posición del partido demócrata en las elecciones intermedias de noviembre próximo. Ni qué decir del daño que también sufrirán las economías europeas de por sí golpeadas y vulnerables ante la escasez de energéticos y los efectos esperados de la temporada invernal.

Ante este panorama, hay ya indicios de que la administración norteamericana no se quedará de brazos cruzados. Congresistas demócratas como Tom Malinowski, Sean Casten y Susan Wild han propuesto legislación para retirar tropas y sistemas de misiles estadunidenses de Arabia y los Emiratos. Se trata de equipo militar que ha sido esencial para disuadir ataques de Irán y sus proxis contra países del Golfo.

El enfoque norteamericano se expresó con claridad en las declaraciones del congresista Casten: “…el recorte de la OPEP+ de la producción debe ser entendido por lo que es: un paso para favorecer la capacidad de Rusia de llevar a cabo una guerra ilegal contra Ucrania, y un intento de inmiscuirse en la política de Estados Unidos. Es tiempo de que reconsideremos nuestro apoyo militar a esa región”. Por su parte, el congresista Rubén Gallego sugirió retirar de territorio saudita las baterías Patriot de defensa antimisiles, mientras que su colega Ro Khanna aconsejó dejar de surtir al reino de MBS de equipo bélico en general. La indignación de Washington quedó sintetizada en la expresión del demócrata Malinowski: “Si Arabia Saudita y Emiratos Árabes quieren ayudar a Putin a mantener los precios altos, que lo busquen a él para sostener sus aparatos de defensa”.

Es así que los bloques en pugna a partir de la invasión de Putin a Ucrania se siguen recomponiendo mientras las operaciones bélicas continúan en los campos de batalla. Hay giros y traiciones, lo mismo que reacomodos inesperados. Se refuerza el yugo de Putin sobre sus compatriotas, muchos de los cuales intentan escapar de las trampas mortales en las que su dirigente los ha metido. La heroica población ucraniana resiste, a pesar de padecer penurias, exilios, dolor y muerte. Las ambiciones imperiales del dictador ruso han desquiciado el orden internacional de una manera como no se había registrado desde la segunda guerra mundial. Como entonces ocurrió, los cambios de bando se empiezan a manifestar haciendo cada vez más incierto y ominoso el estado de cosas que emergerá cuando el fuego de las armas por fin se apague. 

// Esther Shabot*

*Experta en temas de Medio Oriente.

Fuente: Excélsior, 8 de octubre, 2022.

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