//Blanca Weinstein
Sabemos que el círculo de la violencia funciona de la siguiente manera: puede comenzar con la luna de miel, después comienza un periodo de tensión el cual se va incrementando hasta convertirse en violencia. ¿Qué nos pasa cuando esto sucede por primera vez? Nos convencemos de que de alguna manera fue culpa nuestra y de que esto no volverá a suceder. Cambiamos algunas maneras de comportarnos, de vestirnos, de hablar, de conducirnos o dirigirnos hacia la pareja. ¿Y qué es lo que sucede? Vuelve a pasar solamente que esta vez la violencia es más fuerte.Recordemos que la violencia no solo son golpes sino son palabras, insultos, descalificaciones, y en general, nos van bajando la autoestima hasta que nos creemos todo lo que nos dice, y nos sentimos en la obligación de hacer y aguantar todo aquello que la pareja nos dice.
Recuerdo un caso específico en que sucedía tal cual, a pesar de ser ella una mujer fuerte y con estudios. Resultó que tuvo cuatro hijos y uno de ellos con un problema emocional al cual se le debía dar más atención. El marido optó por alejarse del caso y dejar todo en manos de la madre. Los otros tres hijos aprendieron a ayudar de alguna manera a la madre con el hijo en desventaja, y aguantar los malos humores, gritos y, sobre todo, silencios del señor de la casa. Crecieron todos, y la separación de la pareja era cada vez mayor sobre todo emocionalmente. Cuando estaban en sociedad eran una pareja admirable, por parte de los dos. Sin embargo, en la casa la situación cada vez era peor y además la situación económica se volvió muy precaria. Trabajaban los dos, pero sobre todo ella, ya que era el principal sostén de la casa. Aun así se le dio estudios universitarios a todos los hijos y fueron muy buenos alumnos, los cuatro. Crecieron y cada uno tomó su camino.
Conforme pasaron los años, la situación en casa se volvió peor, él cada vez más agresivo y para colmo, se enfermó. Ella, con la idea que tenemos las mujeres de que tenemos que cuidar al enfermo y al desvalido tomó la decisión de cuidarlo.
Conforme avanzaba la enfermedad, él era más grosero y se volvió agresivo físicamente, pues la amenazaba con el bastón de querer pegarle, y además tenía una pistola con la cual también la amenazaba constantemente.
Además, su libido aumentó de manera impresionante y en un principio se salía a buscar prostitutas baratas, más tarde empezó a querer meter mujeres en la casa, lo cual se le prohibió, y a la señora que trabajaba en la casa se le dieron órdenes de no permitir la entrada a ninguna mujer que la señora no conociera.
No olvidemos que era un hombre encantador socialmente y muy seductor además de muy culto. Al poco tiempo se “enamoraron” él y una mujer más joven, y curiosamente con mucho dinero. Él se aprovechó de una ausencia de la esposa, y metió a la amante a la casa donde estuvieron juntos toda la noche. Al enterarse la esposa finalmente tuvo el valor de pedir el divorcio.
Sin embargo, fueron veinte años de una vida muy difícil, frustrante y siempre amenazada. Este matrimonio duró cincuenta años.
Espero que esta historia, que es verídica, nos sirva a todos, hombres y mujeres, a no permitir ser maltratados, codependientes, y faltarnos el valor de decir: Aquí no es mi lugar. Yo valgo.
Todos tenemos dos manos y dos pies y una cabeza, y podemos salir adelante y vivir con dignidad y tranquilidad.
Valorémonos y salgamos de situaciones tan conflictivas. Hoy ella vive sola, tranquila y puede por fin dormir toda la noche sin temor a que la maten.
Asociación Menorah se preocupa por atender problemas de violencia familiar en las comunidades, lo hace a través del trabajo de terapeutas especializados, y está abierto a responder a cualquier tipo de problema.
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