//Lic. Vivian Saade
En el artículo sobre los padres permisivos, se habló de cómo la falta de normas en la casa suele llevar, más que a la autonomía o madurez,
a relaciones de indiferencia y resentimiento hacia los padres y a un bajo desarrollo moral.
Y concluye explicando que no solo los padres autoritarios pueden asumir el rol de guía, ya que las actitudes extremas siempre traen consecuencias. Se trata más bien de educar con amor y cariño, pero también con normas y disciplina, mostrando interés en las opiniones de los hijos y decidiendo en conjunto para fomentar su autonomía, autosuficiencia y felicidad.
Esta vez retomaré estos últimos párrafos para hablar sobre otro tipo de crianza: la de los padres ‘autoritativos’ o ‘moderados’.
Estos son los padres que tienen claro cuál es su rol sin coartar la individualidad de sus hijos: los alientan a descubrir lo que les gusta, les permiten enfrentarse a retos acordes con su edad, los acompañan sin invadirlos y respetan decisiones con las que probablemente no están de acuerdo, ya que confían en que los hijos pueden manejar sus posibles consecuencias, convirtiéndolas en aprendizaje.
Son aquellos que en el día a día fijan límites, confían en las consecuencias lógicas y naturales para que sus hijos aprendan de sus propios errores, explican por qué son importantes las reglas, cuando hay desacuerdos razonan con sus hijos y consideran su punto de vista a pesar de no estar de acuerdo con él, se relacionan con firmeza, pero con ternura, calidez y amor.
Cuando los hijos van a hacer cualquier tipo de tarea o proyecto, saben exhortarlos a hacer su mayor esfuerzo, aunque se trate de una actividad cotidiana para enseñarles a fijar estándares altos, a darle prioridad al proceso y no solamente al resultado, a no desistir al realizar actividades que cuestan trabajo, adquiriendo, por lo tanto, sensaciones de logro.
Para los padres es necesario tener claras sus metas en cuanto a la educación y los valores que se quieren inculcar en la propia familia. Solo así, teniendo dirección, se podrá avanzar con una guía y un equilibrio.
Es muy común que los padres duden al enfrentar las nuevas etapas de cada uno de sus hijos, al tener que decir “no’s” o tomar cualquier tipo de decisión. Pero, tener claro hacia dónde quieren dirigir la educación de sus hijos ayuda a mantener la coherencia en cada una de estas situaciones cotidianas, orientándolas hacia un objetivo.
Una de las metas que generalmente comparte la mayoría de los padres, es la de encauzar y alentar a los hijos a ser independientes. Si tomamos esta meta como ejemplo, podríamos imaginar un padre que permite que el hijo desde pequeño vaya tomando pequeñas decisiones, delegándole responsabilidades dentro de la casa, acorde con sus diferentes edades: recoger la mesa, despertar a los hermanos, sacar al perro al jardín, etcétera; y conforme va creciendo aumentarlas en responsabilidad y frecuencia.
De igual manera, desde que los niños son pequeños es conveniente buscar un momento diario en el que toda la familia se reúna (durante la comida, antes de dormir, o cualquier otra) y que cada uno platique sobre las actividades que hizo en el día, pero aún más importante, de cómo se sintieron en cada una de esas actividades; escuchando con respeto, sin interrumpir ni enjuiciar lo que se comparte.
Especialmente en la adolescencia es que los hijos tienden a ser más apáticos, retadores y poco cooperativos. Es por lo que será más fácil haber creado una dinámica habitual de participación, respeto, apertura y valoración de sentimientos, aceptación de diferencias y, sobre todo, de equilibrio entre cariño y firmeza. Esto les permitirá comportarse tal como son, a expresarse de una forma asertiva sin ofender, a permitir que los demás sepan lo que sienten y a usar ‘buenas maneras’ para relacionarse con sus diferentes entornos.
Si te perdiste el artículo anterior, puedes leerlo en www.encauzaconsultoria.com.