La última vez que había estado en la colosal Ciudad de México fue en 1999, justamente para unas

Macabiadas en las cuales perdimos todos menos un partido de Básquetbol. ¡Y ese lo ganamos solo porque se lesionó el mejor jugador de Venezuela! Unos años antes, a mis quince o dieciséis años, también estuve en el CDI, participando en una obra de teatro dirigida por mi querido Rabino Carlos Tapiero para el Festival de Teatro Habima. Estar el domingo pasado en ese mismo escenario, tantos años después, para compartir mi mensaje con un público tan especial… ¡no tiene precio!

Viajar con una cuadriplejía como la que yo tengo no es nada fácil. Es prácticamente imposible viajar solo en estas condiciones. Fui muy afortunado de estar acompañado por mi novia Diana, no solo en este viaje, sino en cada día de mi vida. Los dos creemos que el sacrificio que tuvimos que hacer para este viaje valió toda la pena, especialmente por la manera en que nos hicieron sentir, inclusive desde antes de llegar.

¡Qué viaje! ¡Nos hicieron sentir en casa desde el primero hasta el último segundo! Estaremos, con Diana, eterna y profundamente agradecidos con todos los mexicanos y mexi-chapines que hicieron de este viaje un deleite y un éxito total. Especialmente quiero agradecerle, de todo corazón – porque un inmenso corazón fue lo que ellas pusieron – a mis queridas Rebeca, Roxana y Ely. ¡Son lo máximo! ¡Gracias por permitirme esta gran experiencia de compartir mi mensaje fuera de Guatemala!

Desde que aterrizamos en el Benito Juárez, ya estaban esperándonos Isaac y Rony (alumnos del CIM-ORT), Rebeca y Enrique, el conductor de la empresa Lipu que se volvió nuestro gran amigo y muy amablemente nos llevó y regresó a todos lados de la ciudad en una camioneta adaptada con rampa, como la que tengo en Guatemala. Llegamos a nuestra habitación en hotel de Santa Fe, donde nos esperaban dos canastas llenas de deliciosas bebidas y una gran variedad de exquisiteces mexicanas. ¡Inclusive habían pensado en otras cosas extra que necesito por mi lesión medular!

Tuve la gran oportunidad de dar mi plática en dos bellas escuelas, a jóvenes de la Secundaria y Preparatoria. El primer día fue en CIM-ORT y el segundo día en el Colegio Atid. La última charla fue en ese escenario, en el CDI, donde estuve hace veinte años actuando. Pero esta vez no actué nada. Al contrario, compartí algo muy real que me sucedió hace casi ocho años, y que le puede suceder a cualquiera. Compartí algunas lecciones de vida que aprendí a raíz de mi accidente, que espero ayuden a los que estuvieron presentes en sus propias vidas. Compartí la gran importancia de tomar una actitud positiva ante las piedras que se nos presentan en el camino. En fin, compartí un poco de energía positiva y buenas vibras… ¡pero no se compara con la ‘sobredosis’ que yo recibí a cambio!

¡Gracias, gracias y siempre teikirizi y pa’lante!

Presentación del libro En la Silla de Morfeo

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