
Hace poco, estuvimos invitados con unos amigos a pasar la fiesta de Rosh Hashaná. Ellos tenían algunos asuntos médicos difíciles, pero no quisieron dejar pasar la oportunidad de ser nuestros anfitriones porque casi cada año pasamos esas fechas con ellos. Acoger a alguien en casa es una Mitzvá, pero uno no está obligado a hacerlo si tiene una situación especial en la familia. Sin embargo, hay personas que no se fijan si es fácil o no, y de todos modos deciden llevar a cabo muchos actos generosos, no importando lo que haya que invertir en eso: tiempo, dinero, esfuerzo o salud.
Hay personas tan especiales que ponen como prioridad a los demás antes de sí mismos, aunque eso no sea algo que se espera de nadie. Realmente, uno pudiera primero pensar en uno mismo, luego en su familia, en sus amigos y ya después en los demás (si todavía queda tiempo para eso), pero hay gente que trasciende el nivel normal y llega a alturas insospechadas por el trabajo interno que llevan a cabo, combinado con acciones buenas – no se queda todo en teoría, sino que lo ponen en práctica.
Estas bondades pueden ser una llamada telefónica, un saludo, una invitación a comer, o también a dormir, prestarle algo a quien lo necesite o bien, regalárselo, prestar dinero, hacer una donación, una sonrisa o hasta una palabra bonita o de ánimo a nuestro compañero. A veces no tenemos idea hasta dónde puede llegar cada uno de los anteriores – incluso puede salvar la vida de alguien.
Escuché del señor Raanán Tripp que una vez alguien estaba decidido a suicidarse, por lo que se dirigió al metro para tirarse a las vías; ya casi llegando a la estación, una chica le sonrió; eso cambió sus planes y pensó que sería mejor no morir todavía, le dio otra perspectiva del escenario de su propia vida. Hay otra forma de bondad que también es muy apreciada: escuchar. Todos necesitamos que nos escuchen, y saber hacerlo causa que la otra persona se sienta comprendida y acompañada, que sepa que no está sola. En Japón hay gente profesional que cobra por escuchar a otros, pero también hay mucha gente que, gratuitamente, oye lo que un amigo le platica, o un familiar, incluso un conocido… Aquí en México, muchas veces los taxistas nos hacen el favor de escuchar lo que queremos sacar de dentro.
Perdonar y pedir perdón es otra manera de hacer el bien. Si no perdonamos a quien nos hirió de alguna forma, ¿quiénes somos? Ni que fuéramos perfectos, nunca nos equivocaríamos y tampoco lastimaríamos a nadie. Generalmente “metemos la pata” en algún momento. Hay que pedir disculpas para arreglarlo, y perdonar a nuestro compañero para que nos perdonen desde el Cielo. Como escuché del Rabino Itsjac Tussie, debemos ponernos en su lugar, o al menos tratar de hacerlo, pues cada persona debe tener alguna razón para actuar como lo hace, no podemos estar seguros de qué hay en su corazón, cómo ha sido su vida, cuáles son sus sentimientos o sus miedos, realmente no sabemos por qué funciona como lo hace, pues no somos profetas ni adivinos.
Sucot es la fiesta que viene después de Yom Kipur, que es el Día del Perdón, y es la fiesta de la alegría, en la que recargamos las baterías para todo el año. Como ya fuimos perdonados por nuestros compañeros y también por Hashem, nos sentimos contentos y por eso es la festividad donde la alegría se manifiesta más.
Nos damos cuenta que no necesitamos una casa, sino que podemos vivir bajo la protección de nuestro Creador, y que eso es lo que cuenta. Que podemos estar felices porque Él aceptó nuestros ruegos, y además ha perdonado nuestros errores. Porque nos ama y quiere que estemos siempre con Él.
