El estambre amarillo

El estambre amarillo
Categoría: Infantil B, CUENTO
Seudónimo: Alei

Había una vez un pueblo llamado Atrás. Ese pueblo era un tanto peculiar, ya que Atrás estaba en las afueras de la famosa gran ciudad de Lilvgonia, donde todos eran perfectos, mientras que los de Atrás eran supuestos excluidos, porque ellos no eran del todo perfectos según los demás.

Ahí vivía Bob, el panadero sin un ojo; Martin, el jardinero a quien le encontraron hierba mala en su parcela; la familia Liva, que había sido desempleada de casi todos los trabajos de Lilvgonia; Hana, la vendedora de bicicletas, que no vendía muchas; Harry, el librero loco; tres familias de las que no se sabía mucho (eran las más raras del vecindario y nunca nadie les hablaba); y por último, la familia Oliv.

En esa familia los integrantes eran Abraham el papá, Sofía la mamá, Andrea la bebé y Dani, el niño más grande. Él era el único de Atrás que sentía que podría aportar algo al mundo, no se iba a conformar con lo que decían de la gente de su pueblo, que los de ahí nunca serían importantes. Dani no creía eso.

El único inconveniente era que tenía algunas preguntas que no lo dejaban en paz y que le daban muchas vueltas en la cabeza, la única cosa que por el momento quería saber y que aún no habían sido respondidas: ¿Quién era realmente él? ¿Para qué sería bueno? ¿Qué sabía hacer?

Nunca nadie se lo había dicho, pero estaba decidido a averiguarlo. Cada día que pasaba, cada piedra que pisaba, lo anotaba en el diario color azul que su mamá le había regalado con el fin de que algún día descubriera en qué era bueno.

Un día, al regresar de la escuela, se sentía cansado y confundido ya que su nueva maestra era miembro de las familias raras. Entró a su casa y al subir a su cuarto, se percató de que en su cama había una bola de estambre color amarillo. Curioso por saber hasta dónde llegaba, comenzó a seguirlo. Al principio pensó que solo llegaría hasta la sala, pero poco a poco se dio cuenta de que no era solo un estambre cualquiera, ¡era un estambre gigante!

Primero bajó las escaleras, luego salió a la sala y de repente ya estaba en la entrada de su hermosa casita, a punto de salir a la calle. Paso tras paso le iban llegando más  y más preguntas a la mente: ¿Cómo llegó hasta mi cuarto ese hilo?
¿A dónde me va a llevar? ¿Me va a decir quién soy realmente? Todas estas preguntas lo motivaron a seguir avanzando.

Pasaron los segundos, luego los minutos y Dani ya se estaba empezando a desesperar. Fue entonces cuando emprendió su camino y llegó a la casa de Bob, el panadero, donde se detuvo a escribir en su diario. Después de pensarlo más de tres veces, llegó a la conclusión de que no entendía lo que estaba pasando: ¿Cómo podía existir un estambre tan, pero tan largo?

En ese momento, un gran hombre salió por una puerta anaranjada. Su sueño era convertirse en un gran panadero y con voz amable interrumpió sus pensamientos:

“Hola señor Bob ¿cómo está?” dijo Dani.

“Hola Dani, muy bien, gracias por preguntar. ¿Qué se te ofrece, rondando por los alrededores de esta casita mía?” respondió Bob.

“Nada en especial, solo quería saber si usted sabe dónde termina este estambre amarillo”.

“No lo sé pequeño, pero mejor llévate este croissant porque te ves hambriento”.

“Muchas gracias, señor Bob” respondió Dani y siguió su camino.

Durante algunos minutos continuó caminando y caminando, hasta que se encontró frente a la parcela de Martin y se acercó a hablarle:

“Hola Martin ¿cómo está?

“Hola Dani” respondió el amable señor que trabajaba en la parcela.
“De pura casualidad ¿sabe dónde está el fin de este estambre amarillo brillante?”
“No lo sé” respondió Martin, “pero mejor llévate esta deliciosa menta para que te hagas un té acompañado del croissant que llevas en la mano, así hoy puedes cenar rico”.
“Gracias” respondió Dani y nuevamente siguió su camino.

Más adelante, después de unos pasos más, Dani se detuvo y anotó en su diario lo que había pasado con Martin. Apenas levantó la vista, vio a un niño pequeño jugando en el columpio frente a la casa más grande del vecindario. En la entrada había un tapete que decía “LIVA” en gigante y Dani se acercó a hablar con el niño:

“Hola Sebastián, ¿cómo estás?” dijo Dani.

“Hola Dani” contestó Sebastián.

“Quería ver si sabías en dónde está el fin de este estambre amarillo”.
“No lo sé, pero estoy donando mis juguetes, ¿quieres uno?”

“Sí, muchas gracias Sebastián” dijo Dani y retomó su camino.

Al cabo de un rato se topó con Hana, la vendedora de bicicletas y le volvió a preguntar si sabía dónde terminaba el estambre:

“Hola Hana, ¿cómo está? Quería ver si sabe dónde acaba este estambre amarillo tan brillante”.

“No querido” le contestó, “pero veo que vienes a pie y llevas muchas cosas en tus manos. Mejor llévate esta bicicleta con canasta y me la regresas luego”.

Nuevamente Dani agradeció y volvió a su camino. Luego de un rato decidió que era hora de anotar en su diario lo que había pasado y justo al terminar de escribir se encontró con Harry, el librero loco. Tuvo la misma conversación que con los demás, y esta vez Harry le regaló un libro para que se entretuviera.

Pasaron las horas y no había encontrado a nadie más, se sentía cansado, se talló un poco los ojos y vio que el estambre terminaba justo enfrente de la casa de los raros, en la esquina, junto a una banca. Dani, al ver esto, se sintió un poco desilusionado ya que esperaba que hubiera terminado en algo increíble, algo inolvidable. Pero en vez de eso, se encontró con una simple banca.

Fue entonces cuando vio a su maestra Lily caminando hacia él. Ella se sentó a su lado:

“¿Qué tienes Dani?” le preguntó.

Dani, con la mirada baja y triste, le explicó lo que había pasado. Lily lo escuchó atentamente y al final, solo pudo soltar una pequeña sonrisa:

“Mira todo lo que tienes en tus manos” le contestó. “Ser bueno en algo no es necesariamente hacer algo. Se trata de compartir un poquito de ti y simplemente procurar dar algo a los demás” le explicó. “Se trata de compartir tu risa, tu inteligencia, tu amor, tu empatía y con eso, poco a poco irás encontrando qué te gusta hacer y para lo que eres realmente bueno”.

Dani solo la miró. Cuando entendió el verdadero significado de ser alguien, se levantó, abrazó a Lily y se marchó a casa, pero esta vez compartiendo cada vez más su alegría con los demás.

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