Como toda cultura del movimiento, el parkour se transmite y se comparte a través del lenguaje. Una variedad de nombres
internacionalmente reconocidos y muchos ‘regionalismos’ articulan un vocabulario que describe la variedad de saltos, suspensiones y giros que pueden llevarse a cabo en todo tipo de ambientes naturales y urbanos: un “wallspin”, un “side flip” o un “rompemuñecas” serán reconocidos por su nombre en cualquier comunidad traceurs alrededor del mundo, si cuenta con acceso a Youtube. Por otra parte, “saltar a gato de la jardinera de Fomento Deportivo a la jardinera de la cafetería” –un salto similar al de la imagen-, es un salto que tiene significado solo para los trazadores cedeístas de mi clase.
El salto del que hablo es el salto más difícil y riesgoso intentado por un trazador en CDI. Esta es una acrobacia única en el mundo: Eduardo Cohen e Ilan Barzilai son los únicos trazadores cedeístas (y los únicos en el mundo), que ha intentado con éxito este salto de alta dificultad y riesgo, aunque otros bravos Daniel Nahmad lo han probado, sin decidirse a alcanzarlo todavía. En tanto que la arquitectura del CDI es única, los riesgos y peculiaridades de este salto no pueden replicarse más que en un ambiente por azar similar a este espacio. El salto del que hablamos requiere una carrera desviada y llena de obstáculos, e implica superar una distancia considerable y alcanzar una gran altura, para alcanzar la cornisa de una jardinera elevada, evitando un barandal metálico de la escalera que se encuentra debajo.
Es una acrobacia que no puede fallarse, ni una sola vez. Este salto, con cada una de sus peculiaridades, es la marca de una hazaña lograda a través de un entrenamiento de continuado por varios años, del cuerpo y la voluntad, lo mismo que sustituyendo experiencia con sangre fría -como son todos los saltos nuevos “a duro”, para un traceur. Muchas otras demostraciones de valor y destreza de trazadores cedeístas (como saltos desde grandes alturas a la alberca de esponjas del Gimnasio Maña y Jacobo Oberfeld, saltos “mortales” en todas direcciones y recorridos completos) pueden encontrarse en el grupo Parkour CDI en Facebook, aunque la mayor parte de las muestras del valor y pericia de los trazadores cedeístas, y ciertamente todo el entrenamiento físico y mental indispensable para llevar a cabo estos saltos con seguridad, no se muestran en estos videos.
Quiero recordar que a pesar de que el entrenamiento del traceur es similar en muchos sentidos al del gimnasta, el parkour es una disciplina más próxima al arte que al deporte en cuanto a la pureza de su intención estética: el parkour no se califica ni compite, sino que se realiza por el gusto y la voluntad de ejecutar los más variados movimientos en el entorno natural del trazador, compartiéndolos con su propia comunidad y con el mundo a través de la apreciación directa y de las redes sociales. La emoción del riesgo aparente y real, la seguridad y el aplomo que apareja haber superado los límites propios una y otra vez, la fortaleza y la destreza física que traen los años de práctica continua, la exploración y el conocimiento de su ambiente, son los incentivos que encuentran en cada entrenamiento los trazadores cedeístas, el camino que los lleva a adquirir la capacidad de saltar llamativa y espectacularmente, como hacen los saltadores circenses.
Estos son los ‘valores’ de la cultura de movimiento particular del parkour: el fundamento de sus intenciones, como la perfección técnica es el de las gimnasias competitivas. La capacidad de moverse llamativa y espectacularmente es el terreno común y el valor último de las artes corporales, desde el saltador árabe o el pulsador en la pista del circo hasta el gimnasta en los Juegos Olímpicos. Ambos, sin embargo, añoran de vez en cuando la libertad y la naturalidad del movimiento espontáneo, y se transforman en traceurs, ejecutando acrobacias espontáneas, personales, libres de la necesidad del aplauso o la moneda, exentas del juicio de una calificación. Visto de este modo, el trazador, cualquiera que sea su identidad, ejecuta una danza silenciosa, personal, que le da nueva vida y sentido a la arquitectura del hombre y al capricho de la naturaleza, que muestra que aún donde las reglas monótonas y homogéneas de la marcha imperan, la libertad del salto puede crear tanto forma como estilo.