Era el martes por la mañana cuando nos indicaron salir de nuestras clases para el

simulacro que rememora el temblor de 1985, algo que a mucha gente, incluyéndome, se nos hizo una actividad de rutina que solamente nos hace perder el tiempo; pensamiento del cual hoy me arrepiento. Tan solo una hora y media después del simulacro, este se convirtió en realidad y la universidad entera empezó a temblar. A partir de este momento mi conciencia tomó el papel de madrij de GAMP Coaj y miembro del GoTeam de CADENA.

Evacuamos el edificio sin ningún problema, minutos después empecé a recibir mensajes tanto de mi familia como de diferentes grupos preguntando si estaba bien. Después me impresioné al ver que edificios en la ciudad estaban colapsando. En ese momento sabía lo que debía hacer: agarré mi coche, fui por mi uniforme y me dirigí al Colegio Israelita Yavne donde nos organizamos como GoTeam para salir a ayudar a los edificios correspondientes.

Puedo decir que hasta ahora ha sido uno de los momentos más intensos de mi vida cuando llegué al primer edificio colapsado: era un laboratorio de fármacos, toda la calle tenía olor a etanol. Con tan solo saber esto, ya tenía en mi cabeza varías situaciones con las que podría enfrentarme, por ejemplo, que mi equipo se sintiera mal con mareo o vómito, o incluso que una simple chispa pudiera incendiar la cuadra.

Aquí tomé el papel de líder que he aprendido de GAMP Coaj y empezamos a movilizar a toda la gente: desde voluntarios hasta militares. Me di cuenta que GAMP Coaj realmente forma líderes, ya que yo no era el único de esta institución que estaba ahí, también contaba con Yoel Bross y Moisés Duek a mi lado.
Continuamos nuestras labores hasta las 4:30 horas del miércoles. Un día que fue realmente pesado para nosotros, pero a la vez uno de los momentos que han pasado más rápido de mi vida.

El trabajo siguió toda la semana. Sin embargo, para mí, el día más impactante fue el viernes por la tarde, cuando recibí un mensaje de que necesitaban relevos en el edificio de Tlalpan. Para este momento, yo no sabía si ir o no ya que mis padres no querían que me volviera a poner en una situación de riesgo. Estuve dudando hasta que recordé algo que aprendí como paramédico de GAMP Coaj: en este mundo aquel que no cumple con las reglas es malo, pero aquel que deja a un compañero atrás es peor que eso.

Me percaté de que aunque somos judíos, también somos mexicanos y una cosa no quita a la otra. Debemos reconocer en cada mexicano a un compañero nuestro. Esto lo recuerdo en GAMP. Coaj cada vez que voy a la ambulancia con Protección Civil Cuajimalpa porque no atendemos a un sector de la población determinado… atendemos a personas sin importar nada. La gente depende de nosotros, estamos tratando con vidas y cualquier error se cobra con tierra.

Pensando en todo esto, me decidí por ir al edificio donde trabajé con Guidian Shturman, Ariela Milstein e Isaac Shueke; no pude haber pedido un mejor equipo. Organizamos a la gente de una manera increíble: no solo al Ejército mexicano, sino también a japoneses, al Ejército israelí, a miembros de MADA y a estadounidenses. Además de esto, contamos con el apoyo de León Haime Lieberman y Antonio Benrey Bejar, los cuales nos apoyaron para reafirmar la seguridad de nuestro equipo, ya que al ser arquitectos conocían las estructuras. Con esto, pusimos a prueba la primera regla de cualquier paramédico, rescatista, bombero o cuerpo de ayuda: “Primero yo, después yo, y al final yo”.

Continuamos trabajando y nos quedamos a 50 centímetros de donde sospechábamos que estaba una víctima. Justo entonces, nos informaron que estábamos viviendo otro sismo y la estructura podía colapsar. Yo me encontraba con dos japoneses y un estadounidense esperando, ya que mi equipo no salía, los militares no me permitían ir a ayudarlos. Me sentí nervioso e impotente sobre lo que estaba pasando, afortunadamente segundos después los vi salir.

Todos nos reunimos afuera de la estructura, platicamos de lo que habíamos vivido. Vimos la hora y eran las 10:41 horas del sábado: habíamos trabajado sin darnos cuenta más de 14 horas.

Nos formamos, nos quitamos el casco e hicimos un minuto de silencio que fue continuado por el Himno Nacional. Volteé a mi alrededor y vi soldados mexicanos llorando, los japoneses formados perfectamente expresando respeto junto con los israelíes. Observé que podemos salir adelante únicamente trabajando juntos, pero sobre todo después de haber ido a edificios derrumbados durante cinco días, lo que recordé en todo momento fue siempre dar todo de mí mismo a las causas a las que he decidido dedicarme.

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