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El mundo que cambió mi mundo
Título: El mundo que cambió mi mundo
Categoría: Infantil B / Cuento
Seudónimo: Nikky
Mía era una niña encantadora, que tenía el poder de ser la mejor en muchas cosas, por ejemplo en matemáticas. Era la consentida de los maestros, pero le costaba mucho trabajo hacer amigas. No sabía cómo incluirse sola ni cómo conectar con las niñas, ella creía que eso era porque tenían gustos diferentes.
Galia y Marta, las niñas de su clase, eran las populares: les gustaba el fútbol, los bailes y las fiestas. Ellas hablaban mal de Mía:
—“¿Por qué tiene que estar en nuestro salón?”
—“Se cree todo”.
En realidad, Mía no se creía todo ni era presumida, pero las niñas la veían así. Ella se sentía tan solita que pensaba que, si demostraba que era buena en muchas cosas, iba a conseguir amigas. Pero en verdad, eso no les gustaba a las demás y Mía ya no sabía qué hacer.
Ellas iban en el grupo de 1º C. Estaban emocionadas porque acababan de pasar a secundaria. Su vida estaba llena de cambios: por ejemplo, la maestra Mariana, su educadora, era muy dulce, pero su forma de trabajar ya no era como en primaria. Ahora todas sus acciones tenían consecuencias. La escuela ya no era lo de antes: poco a poco los de su clase dejaban de jugar y al parecer el celular se volvía la vida de todos.
Mía estaba muy confundida. Cada vez le costaba más convivir con las niñas de su salón. Aunque era una niña muy linda, a veces se ponía triste y se enojaba, y cuando se enojaba ¡Parecía convertirse en un demonio! Lo que tampoco loe ayudaba mucho a hacer amigas…
Lo que nunca cambió fue el amor y la confianza que le tenía a su papá. Con él se sentía tranquila, y sabía que siempre la había querido por lo que realmente era.
Todo parecía un remolino de cambios: su cuerpo, su escuela, sus gustos, su maestra, su grupo. Y había algo que la ponía muy nerviosa: se acercaba el viaje escolar. Sería la primera vez que Mía subiría a un avión sin su papá. Le parecía aún más raro porque su papá era piloto.
Por fin llegó el día. El avión despegó… pero el piloto se desmayó. La nave salió de órbita, se desvió de rumbo y apareció en otro mundo extraño. Todos estaban espantados. La maestra Mariana los tranquilizó y, al llegar a ese lugar, creó una escuela científica para buscar la forma de regresar a casa.
Mía comenzó a llorar frente al grupo, sin poder detenerse, y entonces las otras niñas vieron que no era “perfecta”. Sintieron ganas de abrazarla y, con ese abrazo, Mía se sintió incluida. Ya no necesitaba hacer cosas para llamar la atención.
Entre todos ayudaron a la maestra en la escuela científica. Mientras trabajaban, Mía recordó que llevaba su lunch en la mochila. Sacó la lonchera para compartir con todos y encontró una carta de su papá que decía:
“Mía, mi hija bonita: este viaje es muy importante para ti y para toda tu generación. Disfrútalo mucho y recuerda que no siempre todo es lo que parece.
Por cierto, si durante el viaje hay una emergencia, busca abajo del asiento 13A”.
Mía enseñó la carta a sus amigas, corrieron al asiento y encontraron una cápsula secreta. Dentro había un kit de tecnologías futuristas y un instructivo para construir una máquina que los llevara de regreso al mundo. Había también otra nota:
“Si encontraste esto, es porque seguro lo necesitas. No olvides que solamente trabajando en equipo podrán utilizarlo”.
Así fue como todo el grupo armó una máquina gigante para transportarse al planeta Tierra. El grupo de 1º C ganó el premio en la feria de ciencias con su gran invento.
Pero para Mía lo más importante ya no fue el premio, sino que ganó a las mejores amigas, con las que podía ser ella misma. Y así supo que le esperaba una secundaria padrísima.
