
En una escena conmovedora de La lista de Schindler, los espectadores de todo el mundo vieron el milagro de la boda clandestina de dos judíos en el campo de concentración de Plaszow. Los novios eran Joseph y Rebecca Bau. Joseph Bau habla del bombardeo de Cracovia, de cómo su hermano y él deambulaban por el gueto, de la brutalidad que marcaba el día a día del campo de concentración, del hambre o del amor a primera vista.
Decir que el libro se trata de una autobiografía del autor durante sus años en la Cracovia de la Segunda Guerra Mundial sería quedarme corta. No es solo una novela, no es solo una historia: los dibujos de Bau, junto con sus estremecedores poemas para ilustrar los sentimientos que lo acompañaron a lo largo de la guerra, son quizás lo más destacable de todo. Su facilidad para relatar eventos estremecedores, de una forma completamente desnuda y sin tapujos. Es un relato absolutamente realista, valiente y, ante todo, de una fuerte carga vital. Lo que narra el autor no son las vivencias de personajes inventados: son las suyas propias y las de su familia.
Quizás cabe destacar en toda la historia las fugaces intervenciones de personajes que alguien familiarizado con la historia de los Schindler captará en seguida. Isaac Stern, el bondadoso contable, Poldek Pfefferberg, el contrabandista; o incluso el propio Schindler en más de una ocasión. Siendo como soy, estas apariciones me han sacado más de una sonrisa, a la vez que se han convertido en un aporte de incluso más realidad en la historia. El hecho de leer algo escrito por el puño y letra de un superviviente del Holocausto es siempre algo que me impresiona, pero en esta ocasión lo ha hecho más. Supongo que habrá sido el estilo sencillo de Bau, o quizás lo mucho que me han gustado los personajes de esta obra en concreto. Personas reales, a fin de cuentas.
Con todo, me ha parecido un libro magnífico. Un relato estremecedor en primera persona del Holocausto, lleno de sombras y grises oscuros, pero también con pequeños recovecos de felicidad y magia.
Como el propio autor dice al inicio de la obra: “No soy responsable de todo lo expuesto aquí, lo copié directamente de la vida”.
