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El poder de perseguir sueños
Título: El poder de perseguir sueños
Categoría: Infantil B
Género: Cuento
Seudónimo: Miami Dolphins
Había una vez un niño llamado Carlos, él tenía nueve años. Siempre soñaba con tener una patineta profesional, pero sus papás le decían que eso era muy peligroso, pues ellos habían escuchado de un joven que se dedicaba a este deporte y sufrió una fuerte caída, en la cual quedó sin poder caminar.
Carlos siempre les decía que él sería muy cuidadoso al usar la patineta. Pero sus papás veían que cuando usaba la patineta normal se caía mucho, por lo que le decían que, aunque fuera cuidadoso, seguía siendo peligroso.
Pasaban los días y Carlos no dejaba de pedirles a sus papás la patineta. Cuando cumplió 15 años, su tío Abraham le dio una gran sorpresa: era la patineta de sus sueños. Carlos se puso muy contento al ver este gran regalo y le dijo a su tío:
—¡Muchísimas gracias! Te prometo que la usaré con mucho cuidado.
Mientras tanto, sus papás estaban muy molestos con su tío, pues ellos no habían consentido ese regalo.
Abraham tuvo una plática con los papás de Carlos en la que les decía que tenían que darle la oportunidad a su hijo de cumplir sus sueños, porque siempre debemos motivarlos a luchar por lo que ellos quieren.
Al principio, Carlos se cayó varias veces sin que corriera peligro. Al contrario de esas caídas, él iba aprendiendo día con día. Finalmente, un día ya no se cayó, porque le agarró el modo a la patineta. Desde ese día, empezó a practicar trucos en ella.
Un día, Carlos notó que su patineta se movía diferente. No sabía por qué sucedía esto. Una de las cosas que hacía era que sus ruedas se movían sin que nadie hiciera nada. Pensó que estaba embrujada por un compañero del colegio que tenía envidia de él.
Días después, le llegó una carta donde le explicaban que su patineta tenía ciertos poderes, que solo los niños que luchaban por sus sueños podían lograr despertar. A pesar de que Carlos pudo experimentarlos, él siempre prefirió no utilizar esos poderes porque sentía que estaba haciendo trampa, y prefería lograr la perfección de sus trucos por sí mismo.
Un día, Carlos estaba haciendo sus trucos en el parque cuando, de repente, se cayó y se abrió 10 cm en su pierna, por lo que lo llevaron al hospital. Estando allí, llegaron sus papás y le dijeron que ya no iba a volver a utilizar la patineta, porque no querían que le ocurriera algo más grave. Carlos se negaba a dejar su práctica en la patineta, por lo que fue a solicitar la ayuda de su tío Abraham para que hablara con sus papás y lo dejaran seguir cumpliendo su sueño.
Su tío Abraham le dijo:
—Sí, te ayudó, pero debes ir con un profesional que te enseñe a hacer trucos buenos y responsables, para que no corras tanto peligro.
Abraham y Carlos se pusieron a investigar sobre profesores de patineta a nivel profesional, fueron a varias escuelas a observar la manera en la que les enseñaban a patinar y a hacer trucos, hasta que llegaron a la escuela “La Clase de Skate”, con el profesor Luis Ramírez.
Luis Ramírez era un profesional que había ido a las olimpiadas de Tokio 2020 y había ganado la medalla de oro haciendo trucos en escaleras y rampas. Él sabía lo que es luchar por cumplir sus sueños, por eso le gustó a Carlos ir a esa escuela.
Carlos comenzó sus clases, siendo muy disciplinado, escuchando las indicaciones de su profesor con mucha atención para poder lograr todo lo que él le indicaba. Después de tres años de práctica, lo seleccionaron para una carrera de principiantes en skate. Sus papás estaban muy orgullosos de su hijo y ya no tenían miedo de que le ocurriera un accidente.
Esta vez quería ser él mismo, sin trampas. Siguió su carrera y se hizo un gran profesional de la patineta. Tan bien le iba que empezó a ir a concursos nacionales e internacionales. A veces competía con pocas personas, pero conforme fue creciendo en su entrenamiento, aumentó el número de competidores. Pero eso no le daba miedo a Carlos; él se esforzaba y luchaba por dar su mejor esfuerzo. Por fin, en una de ellas, logró ganar una medalla de oro. Sus papás no podían estar más orgullosos de él, al igual que su entrenador.
Carlos demostró que nunca hay que rendirse y que siempre debemos luchar por nuestros sueños para ser felices. Al pasar los años, Carlos abrió su propia escuela de patineta para poder ayudar a más personas a cumplir sus sueños y a luchar por lo que desean.
