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El secreto de la chica vampiro
Categoría: Infantil B
Seudónimo: Penhospro
Había una vez una niña llamada Victoria. Ella se enamoró de un hombre llamado Sam. Sin embargo, Victoria era una vampira.
Estaba tan enamorada que un día mordió a Sam, y los dos se hicieron inmortales. Después de 100 años, tuvieron dos hijos: un niño llamado Elías, de un año, y una niña llamada Arlette, que era la mayor y tenía seis años. Pero ambos eran mortales.
Arlette tenía una mejor amiga llamada Rashel. Un día llegó un niño nuevo a la escuela llamado Max. Era muy guapo, y tanto Rashel como Arlette se enamoraron de él. Por eso, un día tuvieron una pelea muy fuerte y dejaron de ser amigas.
Pasaron diez años. Max decidió salir con Arlette, y eso hizo que Rashel se enojara aún más. Max invitó a Arlette a salir, y ambos estaban muy emocionados.
El día de la cita, Arlette cruzaba la calle para encontrarse con Max. Se miraron a los ojos desde lejos… pero Arlette se distrajo.
—¡Boooooom! —un auto la atropelló.
Max corrió rápidamente y llamó a emergencias. Luego, intentó contactar a la madre de Arlette, pero no contestó. Llamó a su casa y contestó Elías.
—¿Hola? —dijo Elías.
—Pásame a tu mamá, ¡ahora! —exclamó Max—. Atropellaron a tu hermana. Dile a tu mamá que vayan al hospital, ¡ya!
Poco después, llegaron al hospital. Todos estaban sentados en la sala de espera, muy ansiosos por saber cómo estaba Arlette. Entonces, el doctor llamó a los padres de Arlette y les dio una noticia muy dura:
—Su hija puede fallecer…
Sam y Victoria entraron rápidamente a la sala donde estaba Arlette. Ella estaba inconsciente. Se miraron el uno al otro, nerviosos.
—¿Estás pensando lo mismo que yo? —dijo Victoria.
—Sí… A la cuenta de tres lo decimos —respondió Sam.
—Uno, dos, tres…
—¡Hay que morderla! —dijeron los dos al mismo tiempo.
—Pero hay un problema —dijo Victoria—. Ella no quiere ser un vampiro.
—Lo sé, pero no quiero que muera.
—Ni yo…
—Entonces… tú muérdela.
—¡No! Tú muérdela.
—¡Me va a odiar para siempre!
—Bueno… los dos a la vez.
—Está bien. Uno… dos… ¡tres!
Sacaron sus colmillos y la mordieron. De repente, Arlette despertó.
—¿Qué pasó? —preguntó confundida.
—Tenemos que decirte algo —dijo su mamá—. Te mordimos…
—¿¡Qué!? ¡¡Yo no quería ser un vampiro!! ¡¡Yo amaba a Max!! Pero ahora ya no puedo estar con él porque él es mortal y yo no…
—Nadie puede saber que eres una chica vampiro —dijo su papá—. Solo tu mejor amiga…
—¡Ale! —interrumpió Arlette—. Solo Ale lo puede saber. A ella le encantan los vampiros.
Ale entró en la sala en ese momento. Arlette le contó su secreto. Ale gritó tan fuerte que todo el hospital la escuchó.
—¡AHHHHHHHHHHHHHHHHHH!
Como Ale siempre había soñado con ser un vampiro, le mostró su cuello a Arlette.
—Hazlo —le dijo—. ¡Muérdeme!
Pero justo antes de que Arlette lo hiciera, su papá le dio una fórmula especial.
—Toma esto —le dijo Sam—. Yo soy científico vampiro, y esta fórmula evita que muerdas a alguien cada cinco horas. Porque nosotros vivimos en el mundo mortal, no en el mundo vampiro.
Aun así, Arlette no sabía cómo ser vampiro. Así que decidieron enviarla al mundo vampiro para que aprendiera. Allí, descubrió muchas reglas:
—Como vampiro no puedes morir, a menos que te claven una estaca en el corazón.
—No duermes, no comes comida normal. Solo sangre.
—No te reflejas en el espejo ni sales en fotos.
—Si no tomas la fórmula, puedes morder a alguien sin querer.
—Los vampiros no pueden divorciarse. Están obligados a vivir juntos para siempre.
—Puedes volar.
—Duermes en un ataúd, aunque nadie sabe por qué, si no dormimos…
Victoria le advirtió seriamente:
—Es muy importante que no comas comida humana. Tu garganta no lo digiere, te puedes ahogar.
Arlette lo entendió y aceptó con responsabilidad. Voló hacia el mundo vampiro y fue a su primera clase.
La maestra se presentó:
—Hola, yo me llamo Sara. Lo primero que vamos a aprender hoy es cómo se saludan los vampiros. Los vampiros no se abrazan. Se saludan poniendo los brazos cruzados sobre el pecho.
Entonces la profesora dijo con emoción:
—Y ahora, denle la bienvenida al vampiro más famoso del mundo: ¡Marcos! ¡Incluso más famoso que Drácula!
En el mundo de los vampiros, Marcos era muy popular. Cuando entró al salón, todos corrieron a abrazarlo… menos una chica: Arlette.
Marcos notó algo especial en ella: un tatuaje de ala en el cuello. Recordó que, hace mucho tiempo, una bruja le había dicho que su amor verdadero tendría ese mismo tatuaje.
Ese día, el maestro vampiro les habló sobre los poderes especiales que cada uno podía tener: leer la mente, tener fuerza sobrenatural, volverse invisible o mover cosas con los dedos.
Arlette no sabía cuál era el suyo, pero al probar todos, descubrió que podía hacerse invisible si aplaudía dos veces.
Cuando se lo contó a sus padres, ellos le advirtieron:
—Nunca uses tus poderes en el mundo mortal, o serás castigada por cien años.
Arlette prometió tener cuidado, pero su amiga Ale le pidió que le mostrara su poder. Arlette accedió y desapareció. Sin saberlo, su maestra Sara la vio desde el cielo y avisó al Consejo Vampírico.
Esa noche, los secuaces del Consejo llegaron a su casa.
—Tu hija usó sus poderes ilegalmente —dijeron.
Arlette fue llevada a juicio y, aunque intentó defenderse, fue condenada a pasar cien años en la cárcel vampírica.
En la oscuridad del calabozo, Arlette escuchó una voz misteriosa:
—Soy el Conde Drácula… y también soy tu abuelo.
Drácula la ayudó a escapar y la llevó al mundo mortal, donde se reencontró con su familia. Al verlos juntos, Arlette comprendió que el amor y la unión familiar eran más poderosos que cualquier hechizo.
FIN
