El pasado jueves 15 de octubre, al final de la

presentación de Esperando a Godot, los actores David Ostrosky y Carlos Mendoza se hicieron a un lado de la sala y resoplaron, cansados. Para ser una obra en la que no pasa nada dos veces (como se dijo famosamente en su época), exige abundante sudor y esfuerzo de sus intérpretes.

Por hora y media, los personajes esperan, consideran suicidarse, bromean, se enojan y bailan, esperando a un hombre que no saben si llegará, oscilando entre la tentación de ahorcarse y abrazos cariñosos, ambos hombres se preguntan por qué esperan, porque la espera es dura, pero no dejan de hacerlo porque los solucionan como el humano debe hacerlo: o ves el vaso medio lleno o medio vacío… Presenciarlo es como ver a niños maravillados con un texto que les permite afilar todas sus herramientas teatrales.

David Ostrosky y Carlos Mendoza junto con Evaristo Valverde, Sergio Acosta y Andrea Acosta conformaron el elenco de la obra Esperando a Godot, que se presentó en el marco de la celebración de los XXV años del Festival del Teatro Habima.

Lo que lograron hacer con esta tragicomedia en dos actos fue presentar la obra cumbre de Samuel Beckett, parteaguas de la dramaturgia y cima de la corriente del Teatro de lo Absurdo, la paciencia paga más: el disfrute está en dejarse llevar por la escena.

Beckett centró su atención en la angustia indisociable de la condición humana, que en última instancia redujo al yo solitario o a la nada. Asimismo, experimentó con el lenguaje hasta dejar tan solo su esqueleto, lo que originó una prosa austera y disciplinada, sazonada de un humor corrosivo, y alegrada con el uso de la jerga y la chanza. Su influencia en dramaturgos posteriores, sobre todo en aquellos que siguieron sus pasos en la tradición del absurdo, fue tan notable como el impacto de su prosa. Cuando en 1953 se estrenó en París Esperando a Godot, casi nadie sabía quién era Samuel Beckett, salvo, quizá, los que ya lo conocían como exsecretario de otro irlandés, James Joyce. Por aquellas fechas, Beckett tenía escrita ya gran parte de su obra literaria; sin embargo, para muchos, pasó a ser el autor de Esperando a Godot.

Es así que elogiamos la histriónica actuación del elenco de Esperando a Godot al enfrentarse a un clásico, y a una pieza que transforma la historia del teatro, y esperamos con ansias otra puesta en escena que engalane los festejos de los XXV años del Festival de Teatro Habima.

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