Cuando nuestros pequeños atraviesan la infancia, solemos mantener una relación muy amorosa y cálida con ellos.
Sin embargo, a medida que entran en la etapa adolescente, su comportamiento cambia por completo: suelen volverse indiferentes a lo que les solicitamos, a lo que les decimos, e incluso desafiantes. Esta etapa puede representar una gran dificultad para todas y todos, especialmente para sus cuidadores más cercanos.
Recordemos que la adolescencia es una etapa en la que los jóvenes dejan atrás la infancia para embarcarse en la búsqueda de su identidad, la cual seguramente encontrarán en este proceso. Pero cuando los adolescentes tienen dificultades para regular sus emociones, suelen surgir peleas y malentendidos entre ellos y la familia. De ahí la importancia de fortalecer su inteligencia emocional desde la infancia.
La inteligencia emocional se refiere a nuestra capacidad para regular las emociones y, a través de esto, facilitar el desarrollo de habilidades que poseemos como seres humanos; esto nos permite comunicarnos de manera asertiva y establecer relaciones positivas con otros seres humanos, ampliando así nuestro bienestar en la etapa adulta. En este sentido, cuando fortalecemos la inteligencia emocional de niños y niñas, estos aprenden a nombrar e identificar una emoción, al mismo tiempo que aprenden a regularlas; así, cuando llegan a la adolescencia, les resulta más fácil identificar lo que sienten y expresar sus desacuerdos, evitando llegar a peleas y, en cambio, aprendiendo a negociar y resolver conflictos de manera asertiva.
Para promover la inteligencia emocional en nuestros pequeños, es necesario ayudarles primero a identificar qué es lo que sienten y, a partir de ello, aprender a nombrar las emociones. Posteriormente, identificar en qué parte del cuerpo sienten esa emoción para que así podamos proporcionarles herramientas que les permitan controlarla. Un ejemplo de esto puede ser cuando nuestros pequeños sienten mucha frustración al no comprarles un juguete; al identificar que esa emoción se siente en el estómago, garganta e incluso en el pecho, podemos fomentar la respiración diafragmática para, finalmente, hablar sobre lo sucedido con más calma.
Recordemos que las habilidades relacionadas con la inteligencia emocional son complejas y que incluso en la etapa adulta puede resultarnos difícil controlarlas. Sin embargo, es necesario fomentarlas desde la infancia, ya que de esta manera nuestros pequeños tendrán más y mejores herramientas para enfrentar las siguientes etapas de sus vidas. Esto también constituye una herramienta invaluable para sus cuidadores, ya que a través del control emocional podemos establecer límites y tener una mejor relación con ellos, sin olvidar que de nosotros también depende su bienestar y que esas relaciones sean lo más positivas posibles.
// Viridiana Hernández