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Homenaje a Marcos Katz, Golda Katz y Yetty Beigel Halpern

Centro Deportivo Israelita, A.C.

//Marcos Katz

Queridos amigos, creyentes de todas las religiones:

Todos somos seres humanos, hijos de D-os. Me dirijo a la generación que todavía se acuerda de la horrible matanza de millones de inocentes, seres humanos, hombres y mujeres, niños y niñas. Entre ellos, seis millones de israelitas cuya única culpa fue haber nacido.

Me dirijo a las siguientes generaciones que escucharon de sus padres, abuelos, maestros y otros medios cómo un gobierno alemán y un sistema nazi durante seis años, 1939 – 1945, borraron, la primera vez en la historia humana, en una forma sádica y brutal, quemaron vivos, a tantos millones de seres humanos. Ni el escritor más talentoso puede describir la muerte y la manera de morir de nuestros abuelos, padres, madres, hermanos e hijos.

Obligarlos a desnudarse, entrar a la cámara de gas venenoso, ver a sus bebés ser tirados por la ventana, cavar su propia tumba.

¿Qué pensaron los sacrificados al llegar a su último momento de vida? “¿Dónde están los seres humanos normales? Hay muchos millones de ellos. ¿Por qué no nos vinieron a salvar, a nuestros niños, de estos asesinos brutales? ¿Acaso ya terminó el mundo? Somos los últimos en este planeta”. No lloraron, y si lloraron, no lloraron por ellos, sino por el mundo que se acabó.

Los que estamos vivos no debemos cometer el pecado fatal, nunca, ni hoy ni las generaciones que vienen, de olvidar este cruel e inexplicable borrón de la humanidad, porque cada uno de nosotros pudo haber sido uno de ellos.

¿Perdonar? Jamás. Porque nos haríamos partícipes de este crimen. ¿Acaso puede uno perdonar que mataran a su abuelo, padre, madre, hijos, por la única razón porque un pueblo y régimen toma una decisión diabólica de matar a millones de humanos en forma sistemática y organizada?

No olvidar ni perdonar, para que jamás vuelva a suceder tan indescriptible destrucción humana.

Con el corazón roto y llanto continuo.

Sueño compartido

//Orly Beigel

Para mí, como hija de una sobreviviente de los campos de concentración, el Holocausto no terminó con su liberación: me tocó verlo en la melancolía de los ojos de mi madre. Yetty Beigel Halpern nos dio, a sus hijos, todo el amor que sus fuerzas le permitieron, logrando sacar a la luz de ese oscuro y húmedo pozo de terrores en el que injustamente le tocó vivir y marchitarse prematuramente. Mi padre, Josef Beigel, no vivió el Holocausto, pero tuvo que convivir con los monstruos que acosaron a mi madre, y la acompañó con amor, paciencia y dulzura por más de 37 años, hasta su muerte.

Los hijos de sobrevivientes habitamos la sombra de una guerra que no vivimos, pero que nos ha dejado cicatrices para toda la vida. Las fuerzas que he buscado para seguir siempre adelante las he encontrado en el amor de mi familia, de mi pareja, de mis amigos y de los seres queridos que me rodean.

Aquí, agradezco profundamente la invaluable amistad y la complicidad de Ute Lemper, quien hoy rinde homenaje a quienes ya no están aquí y, con su amorosa entrega, nos ayuda a todos a sanar el alma. Ute ha dedicado su tiempo y su talento a la preservación de estas canciones, que no debemos dejar morir. Es un honor escucharlas en su maravillosa voz, en su exquisita interpretación.

Este memorable concierto tiene lugar gracias a la generosidad de Marcos Katz Halpern (quien ya no está entre nosotros) como de su esposa Adina y sus hijos Zvi, Rachel, Sara y Ariela, quienes lo dedican a su memoria, así como a la de Gisela Katz Halpern y a la de Yetty Beigel Halpern.

Creo en el poder de la música para transformar nuestras vidas, y permitirnos mirar el mundo de nuevas maneras. Creo en la fuerza del arte para desafiar la contundencia de la muerte, para crear memoria donde la muerte impone olvido, para ofrecer abundancia cuando el dolor parece despojarnos de todo.

Ute y yo hemos acariciado largamente este concierto como un sueño compartido. Hoy, la familia Katz se ha unido a este gran proyecto, y así podemos compartirlo con todos ustedes. ¡Qué lo disfruten!

Los autores

Los nombres de algunos de los músicos y poetas cuyas melodías y palabras resuenan más allá del dolor y la muerte han quedado tristemente sepultados, como las de tantas otras víctimas del Holocausto nazi. Nos queda su obra, su lance vital, su convicción del poder de la música. Otros, sin embargo, lograron firmar su legado. Hoy no solo los cantamos: los nombramos para homenajearlos.

Rikle Glezer (1924 - )
Hirsh Glick (1922 - ¿1944?)
Hannah Haytin (¿? - ¿?)
Shmerke Kaczerginski (1908 – 1954)
Dmitry Pokrass (1899 – 1978)
Jascha Rabinovic (¿? – 1945)
Willy Rosen (1894 – 1944)
Zalman Shneour (1886 – 1959)
Johanna Spector (1915 – 2008)
Viktor Ullmann (1898 – 1944)
Alek Wolkovisky (1931 - )
Ilse Weber (1903 – 1944)
Hermann Yablokoff (1903 – 1981)

Las canciones
Ich wandre durch Theresienstadt, Yerro por Theresienstadt
Ilse Weber
Yerro por Theresienstadt
Y el corazón ha de pesarme como plomo
Hasta que mi camino conozca fin
Al pie de las murallas.

Me detengo ahí, junto al puente,
Y miro hacia el valle:
¡Cuánto querría seguir andando,
Cuánto querría ir a casa!
¡A casa! Palabra maravillosa,
Cuánto pesas en mi corazón.
Me fue arrancada mi casa
Y ahora ya no la tengo más.
Yerro triste y resignada,
Cuánto peso llevo a cuestas,
Theresienstadt, Theresienstadt,
¿Cuándo tendrá fin este sufrimiento?
¿Cuándo volveremos a ser libres?

Mein zawoe, Mi voluntad
Johanna Spector y Jascha Rabinovic
Quiero vivir,
No quiero morir todavía,
Y sobre los ojos
Ya no tener vidrios rotos.
Quiero ver todavía
Los tiempos felices,
Para ver a mis hermanos
Del dolor liberados
El tiempo no es más
De mostrarse audaz;
Debo entonces rezar
Y santificar Su Nombre.
Pongo toda mi voluntad
En los sonoros cantos
Para mis dolientes
Hermanas y hermanos.