El pasado domingo 27 de abril, fueron canonizados estos dos personajes, esto implica que a partir de este evento para el mundo católico se convierten en santos pero ¿qué significan para el mundo judío?

Las relaciones entre la Iglesia católica y el judaísmo han tenido ciertas dificultades a través de la historia. Sin embargo, superando las barreras del prejuicio y sin negar los dolorosos desencuentros, la reconciliación a través del diálogo entre las dos religiones ha sido posible en los últimos años. Partiendo del vínculo espiritual que los une y sin negar sus diferencias, las relaciones entre judíos y cristianos han sido puestas en una nueva base sólida desde donde se podrá construir un futuro prometedor.

Sin lugar a dudas, la figura del Papa Juan Pablo II tiene un carácter muy especial para el pueblo judío, y será recordado como un hombre de paz que consideró el diálogo judeo-cristiano como una prioridad en su Pontificado. Desde que entró en escena el 16 de octubre de 1978, demostró su profunda convicción de establecer vínculos con el judaísmo mundial.

Quien sentó las bases de un mayor acercamiento entre religiones fue el Papa Juan XXIII. Gracias a su iniciativa, el 28 de octubre de 1965 con el Segundo Concilio Vaticano se promulgó la Declaración sobre las Relaciones de la Iglesia con las Religiones no Cristianas, conocida como Nostra Aetate. Misma que subraya el lazo espiritual entre la Iglesia y el pueblo judío, declara falsa la aseveración de que el pueblo judío hubiese sido rechazado por D-os y exonera colectivamente a los judíos de la responsabilidad por la muerte de Jesús.

Siguiendo con fidelidad lo ya iniciado por Juan XXIII, y con el ánimo de reconciliarse con el judaísmo para establecer un diálogo efectivo, el Papa polaco no perdió oportunidad para llevar a cabo su cometido. Ciertamente, con profunda determinación logró superar siglos de desconfianza y de este modo, contribuyó de manera extraordinaria al histórico acercamiento entre judíos y católicos.

Probablemente, la sensibilidad papal hacia el pueblo judío tuvo que ver con su experiencia personal. Karol Wojtyla creció en el pueblo polaco de Wadowice, donde convivió diariamente con miembros de la comunidad judía y presenció los horrores de la Segunda Guerra Mundial.

Juan Pablo II consideró importante evaluar los actos de la Iglesia a través de la historia, y se atrevió a pedir perdón por sus capítulos oscuros del pasado. Incluso, exhortó en sus repetidos llamamientos a los católicos a examinar su actitud en lo que respecta a las relaciones con el pueblo judío.

Durante su Pontificado recorrió varias estaciones – teológica y humanamente significativas – en el camino hacia el reencuentro con el judaísmo. El inicio de esta nueva relación se vio signada por al menos cuatro situaciones fundamentales: la visita a Auschwitz 1979, la visita a la Gran Sinagoga de Roma en 1986, el establecimiento de relaciones diplomáticas con Israel en 1994 y su peregrinación a Tierra Santa, donde visitó el Museo del Holocausto y el Muro de los Lamentos.

Los pronunciamientos del Papa Juan Pablo II proporcionan asimismo, un marco de referencia indispensable para entender la dinámica y profundidad del diálogo de reconciliación por las comunidades judía y católica a partir del Concilio Vaticano II.

La visita a Auschwitz y sus mensajes sobre la Shoá

Al ser nombrado Pontífice, uno de los primeros actos de Juan Pablo II fue su visita al campo de exterminio de Auschwitz en Polonia, el 7 de junio de 1979. Allí, tras arrodillarse y rezar frente al monumento de las víctimas que fueron asesinadas durante el Holocausto, declaró: “En particular, me detengo junto a ustedes, queridos participantes en este encuentro, ante la lápida con inscripción en lengua hebrea, esta inscripción suscita el recuerdo del pueblo cuyos hijos e hijas estaban destinados al exterminio total. Este pueblo tiene su origen en Abraham, que es padre de nuestra fe como dijo Pablo de Tarso. Precisamente este pueblo, que ha recibido de D-os el mandamiento de no matar, ha probado en sí mismo, en medida particular, lo que significa matar. A nadie le es lícito pasar delante de esta lápida con indiferencia”. 

Fuente Tribuna Israelita

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