La casa del espejo roto

Título: La casa del espejo roto
Categoría: Secundaria
Pseudónimo: Pedrito 106

Hace unos meses buscaba una casa nueva para vivir con mi familia. Encontramos una muy grande y bonita pero vieja, estaba un poco lejos del pueblo y costaba muy poco.

El señor que nos la vendió dijo:

—Nadie ha vivido ah{i desde hace muchos años.

Cuando le pregunté por qué, solo respodió:

—Algunas casas no quieren tener dueños.

No le hice caso y nos mudamos igual.

La primera noche dormimos bien, pero al día siguiente encontré una carta en el buzón. No tenía nombre, solo decía: “si ves el espejo del pasillo roto, no lo repares, no lo mires mucho y recuerda que no todos los reflejos son tuyos”.

Pensé que era una broma, pero cuando entré al pasillo vi un espejo enorme, viejo y lleno de polvo con una gran grieta en medio.

Esa noche escuché pasos afuera de mi cuarto, tomé una literna y salí de la habitación. En el espejo había una sombra, pensé que era yo, hasta que la sombra sonrió de forma macabra.

Corrí de regreso al cuarto, cerré la puerta y ya no dormí.

A la mañana siguiente, encontré otra carta en la mesa que decía: “Te lo advertí, ya te vio”.

Desde entonces comenzaron a suceder cosas extrañas: los esejos se empañaban solos, se escuchaban golpes y gritos pidiendo ayuda, y a veces, sentía la presencia de una persona parada atrás de mí; pero cuando volteaba no había nadie.

Una noche, ya no aguanté más. Fui al pasillo con un martillo y golpée el espejo, solo que antes de hacerlo noté que mi reflejo no se movía. Levanté el brazo y él no, solo me miraba y sonreía.

Cuando el espejo recibió el golpe y se rompió, escuché una voz ronca que dijo:

—Ahora somos libres.

Todo se volvió oscuro. Al despertar, mi esposa y mis hijos no estaban, traté de salir y escapar, subí al auto, al mirar el espejo retrovisor vi a toda mi familia sentada sonriendo y con los ojos negros, huecos. Intenté salir del coche pero las puertas no se abrían. El espejo del coche empezó a romperse solo y antes de caer por completo, escuché mi voz adentro del cristal diciendo:

—No deviste mirar.

Ahora estoy atrapado dentro del reflejo. La casa sigue vacía esperando que alguien más entre. Afuera, el letrero dice: “Se vende”.

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