
Todos nos hemos sentido descorazonados alguna vez en nuestro entrenamiento.
Cuantos más años entrenamos, más oscuros periodos de frustración, desaliento y desánimo llenan los días de práctica.
A través de los años aprendemos a resignarnos, para continuar de una manera u otra, un paso adelante.
Los estudiantes que comienzan, algunos como se puede imaginar, abandonan fácilmente, cuando se encuentran con el primer obstáculo. Estos pierden fácilmente el interés cuando el entrenamiento comienza a ser duro o las técnicas no se asimilan como esperaban. Se puede ver alumnos aventajados, e incluso profesores de más de 30 años de práctica, abandonar y dejarlo. En nuestro entrenamiento de karate relacionamos que abandonar es como una “derrota”, pero ¿Por qué crece ese sentimiento en nuestro interior y por qué no se puede controlar? ¿Por qué no podemos superar esa colina? ¿Por qué paramos de progresar? ¿Por qué todo de repente se vuelve más confuso? Todas estas preguntas nos la hacemos algún día u otro.
En Karate, conocemos que hay “estados de felicidad y tristeza” y que son partes de nuestra vida. Entrenamos para aceptar ambos por igual. Estamos de acuerdo que, si nos dan a elegir entre los dos, elegiremos la de ser felices. Pero desafortunadamente no se puede elegir entre estos dos estados, de hecho, parece que, a través de nuestras experiencias más tristes o contrarias, aprendemos más que de nuestras experiencias más felices. Cuando tenemos un gran progreso en nuestro entrenamiento, estamos orgullosos de nosotros, pero por el contrario cuando comenzamos a ir lentos, cuando las técnicas no las asimilamos o cuando nuestra manera de practicar no tiene mucho sentido, comenzamos a frustrarnos y a pensar en dejarlo.
Estamos de acuerdo que cuando las cosas van mal nos quejamos como todo el mundo, pero eso no significa que algo ajeno a nuestras vidas nos esté molestando adrede. Nosotros conocemos lo bueno o lo malo sólo porque hay cosas que las discriminan y diferencia entre ellas. En Karate no podemos discriminar, así como que no podemos elegir nuestros oponentes o las circunstancias del encuentro. Y en un enfrentamiento con nuestro oponente trabajamos sobre una desventaja, la cual tenemos que transformar en ventaja mediante la virtud de nuestro entrenamiento y nuestra técnica, esto es lo que hace al Karate tan interesante.
Lo mismo podemos decir de nuestras vidas. Los budokas sobreviven día a día dando la bienvenida a la adversidad y usando su destreza y fuerza personal para llegar despacio pero seguro a conseguir sus metas, objetivos y aspiraciones. La energía que utilizamos es lo que se llama la fuerza de la vida.
En cualquier trabajo que realicemos, habrá días de alegrías, de decepciones, de malos-entendidos, de ofuscaciones incluso de momentos divertidos, y debemos aceptar a todos con la misma actitud de reto, no con actitud de víctima o de derrota, cada una de ellas debe ser tomada como una oportunidad más para ser probados.
*Fuente Karate BCS
// Sensei Pablo Carrillo*
