El pasado sábado 21 de noviembre, el CDI vivió por primera vez una experiencia
única: la Cena en la oscuridad. Más de 150 personas tuvieron la oportunidad de vivir una experiencia que seguro les dejó una huella en sus corazones.
La Cena en la oscuridad es la oportunidad para ver y sentir a través de tus demás sentidos, y de la mano de la Asociación Ojos Que Sienten, A.C. y el Comité de Juventud del CDI, logramos traer esta experiencia a todos los jóvenes cedeístas.
Todo comenzó como una idea. Muchos jóvenes habían podido experimentar eventos de este tipo en otras partes del mundo, especialmente en Israel. Esta idea comenzó a volverse en una realidad cuando encontramos a la fundación Ojos Que Sienten, quienes se dedican a empoderar a personas con discapacidad visual en el país. Realizan diferentes actividades para sensibilizar a la población ante las personas que tienen esta discapacidad.
Fueron muchos los preparativos y juntas para lograr que esta experiencia fuera de calidad. Ya que en este evento todos los pequeños detalles contaban. A todos los involucrados, nos sacó de la zona de confort, para dar paso a una manera diferente de hacer las cosas. Desde pensar en un montaje de mesas donde las personas con discapacidad visual pudieran sentirse cómodas hasta cubrir cada milímetro por donde pudiera pasar la luz al salón.
El sábado llegó y por la tarde el equipo de más de 24 personas de Ojos Que Sienten, también. Entre ellos los capitanes, meseros, coordinadores y voluntarios de esta fundación. Se instalaron, comenzaron a hacer recorridos de reconocimiento en el salón donde se viviría la experiencia.
Una vez con el salón completamente oscurecido y todo listo para comenzar. Todos los participantes empezaron a llegar con mucho entusiasmo, emoción y cierta incertidumbre sobre lo que vivirían en esta experiencia.
Los participantes llegaron en grupos, en parejas, en familias, listos para vivir la experiencia, para muchos era la primera vez que se enfrentarían a vivir por un tiempo con los demás sentidos sin poder ver.
La emoción era imperante y poco a poco fueron ingresando al salón por grupos. En el túnel de ingreso se presentó a su guía. Este guía de la fundación tenía la tarea de dirigir al grupo hacia su mesa, explicarles de qué trataría el evento y darles el servicio de alimentos y bebidas.
Una vez adentro, la gente sin poder ver nada empezó la exploración con sus sentidos, tocaban lo que tenían enfrente, escuchaban la música que ambientaba y por qué no, alzaban la voz ya que era la única manera de hacerse notar y poder platicar.
Los platillos comenzaron a salir, y con ellos la oportunidad de explorar los sabores y olores de los platillos. Degustar cada ingrediente y adivinar qué estaban comiendo. Los sentidos del gusto y del olfato se agudizaron y dieron pie para cenar como nunca antes lo hubiéramos hecho.
La cena corrió con gran euforia y entusiasmo, se podían escuchar canciones, aplausos, risas y mucha conversación adentro del salón. Las personas preguntaban cómo realizar actividades tan cotidianas sin poder ver, y los guías asesoraban a cada uno con sus dificultades y retos que surgían.
Más tarde, después del postre, los voluntarios ingresaron con velas para develar cómo era el lugar, y cómo eran las caras de sus guías con quienes habían interactuado durante la noche. Cuando ingresaron las velas, comenzó un diálogo y un acercamiento personal que permitió conocer más a fondo a los guías y a los comensales con quienes les había tocado sentarse a cenar.
En este diálogo, los participantes preguntaban y los guías respondían creando un lazo difícil de romper.
Después de las palabras de agradecimiento, la gente comenzó a salir poco a poco con una huella en sus corazones. Ya que pudieron mirar con los ojos del alma.
Gracias a todos los participantes de la Cena en la oscuridad, y gracias a Ojos Que Sienten y a todo su equipo por aceptar la invitación de hacer esta actividad en conjunto con el Comité de Juventud CDI.


















































