Hay una cita del gran poeta Jorge Luis Borges que la recuerdo en relación a mi ingreso como funcionario de
esta maravillosa Institución que es el CDI; decía Borges:
“Cada encuentro casual, es una cita…”
Ingresé como Socio en el año 1963… empecé como directivo dirigiendo nuestra Revista. Dos años después, cruzando por el Lobby del Edificio principal, una noche, rumbo a la oficina donde estaba la revista me encontré de casualidad con el entonces Presidente del Comité Ejecutivo, el inolvidable Ing. Yoshua Kipnis. Platicamos brevemente… se me quedó viendo a los ojos profundamente y me dijo: “¿No le gustaría trabajar profesionalmente en este Club?” Yo recién recibido de abogado tenía un trabajo como tal que no me gustaba.
De inmediato le dije que sí… aunque me advirtió que había varias personas que desearían ocupar el puesto de Gerente General, mismo que se sometería a concurso… lo demás es historia, una historia de 38 años, maravillosa para mí.
Eso permitió tratar directamente -y aprender mucho- de los extraordinarios Fundadores del CDI, personas en su totalidad, estimo, nacidas en Europa y testigos históricos del venturoso Estado de Israel, nacido para nosotros y para el incomprensible mundo de entonces y de ahora… y también amado y agradecido a México lo mucho que nos dio y nos sigue dando…
Este espléndido libro, es una muestra más del agradecimiento comunitario a ese reducido, pero brillante grupo de visionarios que prefiguraron una Institución, que sigue siendo un verdadero orgullo para propios y extraños.
Al respecto de este texto podría agregar un pensamiento que encuadra perfectamente con él, tomado de algún texto oriental:
“Un libro abierto es un cerebro que habla,
Cerrado, un amigo que espera
Olvidado, un alma que perdona
Destruido, un corazón que llora…”
Por eso, volviendo a Borges: “cada encuentro casual, es una cita”.