La comunidad judía de Irán es una de las más antiguas de la diáspora. Sus orígenes se remontan a 586 a.e.c., cuando Nabucodonosor destruyó el Primer Templo en Jerusalem, enviando a gran parte de la población judía al exilio en Babilonia.
En el año 536 a.e.c., Ciro el Grande, conquistó Babilonia y liberó de la esclavitud a los judíos, permitiéndoles regresar a su tierra para levantar el Segundo Templo. Muchos judíos optaron por permanecer y se establecieron en distintos puntos de Babilonia y otras ciudades persas creando importantes centros de vida.
Los judíos vivieron varios siglos con cierta tolerancia. En el año 642, con la invasión de los árabes, su situación se vio fuertemente deteriorada. Con la imposición del islam como religión oficial, las distintas minorías de Persia, entre ellas los judíos, pasaron a ser dhimmis o ciudadanos de segunda clase, lo que les ocasionó que su libertad se viera limitada en gran medida.
Después de la invasión de los mongoles en la segunda mitad del siglo XIII, la vida de los judíos mejoró notablemente. Gozaban de igualdad y practicaban libremente su religión. Incluso, llegaron a ocupar importantes cargos políticos y administrativos. Sin embargo, esto cambió cuando los Safavíes – la primera de las dinastías modernas de Irán – tomaron el poder en 1501 con lo cual los judíos fueron discriminados en varios ámbitos de la vida cotidiana. Durante este imperio, el islam shiíta fue proclamado la religión oficial del Estado, con los que los judíos fueron víctimas de constantes vejaciones por considerarlos inferiores e impuros. Pese a que el reinado safaví concluyó en 1736, la percepción negativa del judaísmo por parte de la población musulmana perduró varias décadas más.
A lo largo del siglo XIX la comunidad fue objeto de sistemáticas persecuciones, lo que llevó a una ola migratoria hacia diferentes puntos del planeta. En 1925, con el establecimiento del régimen de los Phalevi – última dinastía persa –, se adoptó una política pro occidental y se fomentó la emancipación de los judíos.
Hacia 1948, en Irán habitaban unos 95 mil judíos. A pesar de que la comunidad carecía de rabinos y los contactos con el mundo judío eran limitados, la mayoría tenía una gran conciencia religiosa. Al establecerse Israel, unos 28 mil judíos decidieron emigrar hacia el recién creado Estado, a pesar de lo cual la comunidad de Irán continuó siendo importante en tamaño.
Con Mohammad Reza Pahlevi, el último gobernante de esta familia, se prohibieron las conversiones forzadas, se luchó para combatir el prejuicio de que los judíos eran impuros y las relaciones con el Estado de Israel eran cordiales. En 1960, el Shá confirmó públicamente su reconocimiento a Israel, lo que ocasionó la ruptura de relaciones diplomáticas con Egipto durante diez años.
Para 1968 alrededor de 60 mil judíos vivían en Irán, constituyéndose en la comunidad judía más extensa del norte de África y Asia, sin contar a Israel.
En vísperas de la revolución islámica de 1979, cerca de 80,000 judíos habitaban principalmente en las ciudades de Teherán, Shiraz, Kermanshash e Isfahán. Bajo el régimen de los ayatolas, los judíos comenzaron a ser víctimas de numerosas prohibiciones. Alrededor del 75 por ciento de los judíos iraníes se vieron forzados a emigrar, abandonando en manos musulmanas todas sus propiedades.
Con la llegada del ayatola Khamenei, las relaciones con Israel se deterioraron. Actualmente, el gobierno de Irán es uno de los oponentes más radicales de Israel y del proceso de paz en Medio Oriente proporcionando un fuerte apoyo a grupos extremistas como Hamas y Hezbolá. Su odio hacia este Estado ha constituido parte de la política exterior.
Hoy en día la comunidad judía, compuesta por poco menos de 9,000 personas, está ubicada principalmente en Teherán, Isfahán y Shiraz. El Consejo de Comunidades Judías, establecido después de la Segunda Guerra Mundial, continúa siendo el cuerpo representativo de la comunidad. Por ser considerados una minoría legalmente protegida por la Constitución cuentan con un diputado en el Parlamento, quien está obligado a apoyar el enfoque antisionista de la política exterior iraní.
En Irán hay alrededor de 100 sinagogas, pero la mayoría de estas no están en funcionamiento. Debido a su gran variedad de estilos arquitectónicos, algunas han sido declarados monumentos históricos. En dos grandes sinagogas en Teherán y otra en la ciudad de Shiraz, cada viernes en la noche se realizan servicios religiosos. En la sinagoga no está permitido hablar de política y las relaciones internacionales de la comunidad están sumamente controladas por las autoridades del país.
A pesar de que acuerdo a la ley islámica tradicional, las minorías religiosas son elementos impuros que contaminan a los creyentes shiítas con los que están en contacto, la libertad de credo de los judíos no ha sido limitada en forma sustancial pero las mujeres judías, como las musulmanas tienen, por ley, que cubrirse la cabeza.
Los judíos son discriminados en varias esferas de su vida, como sucede en el ámbito laboral, donde enfrentan dificultades para acceder a un empleo público. La educación judía en Irán enfrenta, asimismo, grandes dificultades. La distribución de los textos de estudio es cada vez más difícil, lo que afecta la enseñanza del hebreo. En Teherán aún hay tres escuelas en las que la mayoría de los alumnos son judíos, su currícula es islámica y la Biblia se enseña en persa. El gobierno iraní obliga a las escuelas judías a laborar el sábado, disposición que dificulta la práctica de los más ortodoxos en la observancia de Shabat – día de descanso judío –. En los últimos años, los directores de los colegios judíos han sido reemplazados por musulmanes que el gobierno ha elegido.
La política del gobierno iraní en contra de Israel, ha motivado a la población a propagar la idea de que los ciudadanos judíos apoyan el Estado de Israel, lo que ha originado una atmósfera hostil hacia ellos. La prensa iraní, que se encuentra controlada por el gobierno, difunde propaganda abiertamente antisemita.
La acusación más frecuente en contra de los ciudadanos judíos es la de colaborar con el Estado de Israel o Estados Unidos. En los últimos años al menos quince judíos han sido ejecutados, tras ser acusados de mantener contacto con Israel. En muchos casos, las ejecuciones se llevan a cabo sin realizar ningún proceso legal.
En este contexto, el arresto de trece judíos (rabinos, dirigentes comunitarios y maestros) acusados de espiar a favor de Israel por parte de las autoridades iraníes en 1999, causó la indignación de la comunidad internacional. A pesar de que las autoridades iraníes rechazaron la idea de que el arresto de estos individuos tenía que ver con sus creencias religiosas, lo cierto es que ninguno de ellos tenía relación alguna con las actividades de espionaje ni con las organizaciones de inteligencia israelí.
Tras casi 17 meses de prisión, el proceso inició en mayo de 2000 en Shiraz con numerosas anomalías. Los acusados no tuvieron el derecho de elegir a sus defensores y el juicio se realizó a puerta cerrada. En julio de ese año, el juez dictaminó su sentencia, en la cual declaraba culpables a diez de los acusados y les imponía penas de entre cuatro y trece años de prisión. La comunidad internacional se inconformó ante el veredicto, por lo que la corte solamente redujo las penas. No fue sino hasta 2003 que finalmente fueron liberados, luego del indulto otorgado por el líder supremo iraní, ayatola Ali Khamenei.
En 2005, con la elección al poder del ultraconservador Mahmud Ahmadinejad, crecieron los temores a nivel internacional acerca del futuro de esta comunidad. El líder iraní utilizó una ofensiva retórica de borrar a Israel del mapa, puso en tela de juicio el genocidio judío durante la Segunda Guerra Mundial y realizó un concurso de caricaturas sobre el Holocausto.
Con Ahmadinejad en el poder, escenas de las incursiones del ejército israelí en Gaza, la Margen Occidental y Líbano eran transmitidas una y otra vez por televisión. En teoría, el discurso oficial distingue a los judíos de los israelíes, pero muchas veces la línea aparece borrosa en los medios de comunicación oficiales, dando la impresión de que todos los judíos apoyan las medidas que adopta Israel y poniendo a los judíos iraníes bajo sospecha.
Actualmente, el antisemitismo iraní es apoyado por el Estado y por la doctrina de su líder supremo, el ayatola Ali Khamenei. Es institucional y funciona como un instrumento del régimen como parte de su política oficial de destruir al Estado de Israel. Irán opera activamente para exportar el antisemitismo cooperando con organizaciones extremistas alrededor del mundo.
La comunidad judía en Irán enfrenta numerosas contradicciones. En sus oraciones en la sinagoga, hacen referencia a su deseo de ver Jerusalem nuevamente, pero no pueden enviar ningún tipo de correspondencia ni hacer llamadas telefónicas a Israel. A cualquier iraní que viaje a Israel le pueden confiscar su pasaporte o puede ser encarcelado.
Testimonios de los judíos que han huido de Irán indican que los problemas para la comunidad son más serios de lo que aparentan. La vida en Irán transcurre bajo una férrea censura y muchos están conscientes que la República Islámica los utiliza para mejorar su imagen ante el mundo occidental, no obstante, la mayoría de los que permanecen mantienen un vínculo cercano con su tierra natal y afirman que tienen raíces sólidas.
Fuente: www.tribuna.org.mx