En el mes de mayo honramos a Moshe Feldenkrais, que nació el 6 de 1904.
En 2010 reuní los artículos de Moshe en el volumen Embodied Wisdom: The Collected Papers of Moshe Feldenkrais. En el proceso, me puse en contacto con todos los autores, muchos de los cuales me contaron historias sobre sus interacciones con Moshe. Una de las historias, contada por Richard Schecter (autor del maravilloso artículo: Imagen, movimiento y actor: restauración de la potencialidad) fue especialmente buena, y es posible que algunos de ustedes no la conozcan. Así que lo comparto aquí con motivo del cumpleaños de Moshe. A continuación, lo que compartió Richard Schecter conmigo cuando contacté en 2010.
Sabiduría encarnada, la historia de Richard Schecter
Recuerdo a Moshe, tal vez me falle la memoria, creo fue en 1965, durante mi primer viaje a Israel. Recuerdo a Moshe como un hombre “rellenito, gordito”, físicamente hablando: redondo y no alto, sonriente y hablando rápido, con entusiasmo, confianza y optimismo contagioso, sobre sí mismo, sobre la vida. Parecía conocer a todos en Israel. Conocí a Feldenkrais porque hacía mucho que yo sufría de un dolor de espalda, dolores en la espalda baja, que dificultaban a veces mi caminar. Mientras estaba en Israel, tuve una crisis. Estaba prácticamente inmovilizado. Alguien sugirió que viera a Moshe Feldenkrais. Me dijeron: “Él puede ayudarte”, “Él sabe todo sobre lo que te preocupa”. Así que me llevaron a verlo. Hablamos. Me vio caminar. Luego sugirió que me pusiera sobre mis manos y pies, no sobre mis manos y rodillas, (atención no lo haga si no es flexible en especial de rodillas) sino sobre mis manos y pies, con mi trasero en el aire. Me dijo que caminara por el suelo de esa manera, como caminan los animales. Dijo: “Esto te ayudará”.
… Caminé por la habitación durante unos minutos como me indicó Moshe. Y, milagrosamente, me pareció que mi dolor disminuyó, casi desapareció por completo. “Haz esto todas las mañanas cuando te levantes”, dijo. Y lo hice, y nunca en toda mi vida volví a tener tal dolor en la espalda. De vez en cuando, camino sobre mis manos y pies como lo hacen los animales… Mi espalda no me molesta en absoluto. Después de conocer a Moshe y arreglar mi espalda, comenzamos a hablar. Recuerdo que Moshe me dijo, o me preguntó, si quería ir a Jerusalem con él… Y por supuesto dije que sí, que me encantaría ir con él, o él conmigo: los dos juntos. Creo que tuve que ir a Jerusalem para las reuniones que me llevaron a Israel en primer lugar. Creo que fue una reunión del Instituto Internacional de Teatro (ITI). Cuando le pregunté a Moshe cómo llegaríamos de Tel Aviv a Jerusalem, respondió: “Caminaremos”. Pero le dije: “Es un largo camino”. “No te preocupes”, me dijo con feliz confianza, dándome una gran sonrisa. Así que salimos a la calle y comenzamos a caminar. Nunca olvidaré lo que pasó después. Cada pocos minutos, un automóvil se detenía a un lado de la carretera y alguien hablaba con Moshe. Ellos lo reconocían. Creo que le estaban preguntando si quería que lo llevaran a alguna parte. Parecía que era famoso en todo Israel, o al menos en Tel Aviv, y también era muy conocido por sus largas caminatas. Caminamos y hablamos durante mucho tiempo, tal vez treinta o cuarenta y cinco minutos, o tal vez incluso más. De vez en cuando, un automóvil simplemente se detenía y le preguntaba a Moshe si quería que lo llevara. Finalmente, aceptó que lo llevaran y ambos nos subimos al auto y nos llevaron a Jerusalem. Me impresionó mucho la cantidad de personas que le conocían. Y también por el sentido de comunidad, incluso de familia, que sentí en Israel en ese momento. Diré a modo de conclusión, de alguna manera, a un nivel muy profundo, él y yo nos llevamos bien. Yo era un joven de treinta y un años; no sé cuántos años tenía él, en ese momento. Pero me parecía viejo y sabio. Y él me ayudó. Y sentí una conexión muy fuerte con él. Todavía siento eso a cuarenta y cinco años después… él tenía sesenta y un años cuando nos conocimos… aproximadamente el doble de mi edad. *Traducido por Rose Eisenberg e Irais Gutiérrez de texto original en inglés de Elizabeth Beringer.